Día del Joven Combatiente: Las calles vacías y los medios

Hace poco menos de una semana se conmemoró en Chile el Día del Joven combatiente; fecha que cada año rememora la muerte de los hermanos Vergara Toledo, y en el que cada año se producen algunas manifestaciones menores de disgusto hacia las autoridades. Pero este año la cosa fue distinta; este año, de manera singular, todos estaban expectantes ante un día de fuertes agresiones y alto riesgo: una y otra vez los medios nos repetían que se avecinaba una “fecha complicada”, una y otra vez los medios nos hicieron escuchar que había que volver temprano a casa, que la ciudad entera se iba a vaciar; una y otra vez los medios nos hicieron creer que la cosa se pondría fea porque este año, más que nunca, la población estaba disgustada.

Y lo cierto es que el cuarto poder, cómo casi siempre, logró que sus anuncios se transformaran en profecía; no hubo oficina que no cerrara sus puertas después de las cinco de la tarde, ni universidad que no cancelara sus actividades después de cierta hora. Todos debíamos ir a casa luego, a resguardarnos de una ciudad enfurecida; y la verdad es que terminamos dejando la ciudad bastante vacía, lo suficiente como para que se produjeran los actos de delincuencia ya conocidos, los disturbios en las poblaciones tradicionalmente conflictivas y –por qué no decirlo- para que a las 19:30 hrs. fuera bastante agradable movilizarse en el metro vacío.

Independiente de los hechos producidos ese día, muchos de ellos más relacionados al vandalismo que al descontento social, lo cierto es que tras una breve pero aplicada publicidad mediática de que ese día sería “de terror”, la población completa se sintió amenazada, abandonó sus puestos de trabajo y fue a resguardarse a sus casas. ¿Por qué? Porque para la población, en especial para la santiaguina, existe una concepción de que por estos días, la ciudadanía está disgustada; y está lo suficientemente disgustada como para que yo esté en casa desde las 16:30 mientras se manifiesta el descontento, independiente de las verdaderas consecuencias de este vaciamiento de la ciudad.

La culpa se le hecha al Transantiago, claro está. Sin embargo, tal como se dice en otro artículo, la razón de la conmoción que ha traído la implementación del sistema de transporte santiaguino, no es otra cosa que una salida a flote de problemas arraigados desde antes en la sociedad y la ciudad:

“… no es que antes de su implementación no hubieran carencias de equipamiento como los que ahora hacen a una anciana tener que hacer tres trasbordos para llegar a un hospital. El nuevo sistema de transporte público ha logrado poner en evidencia que no existen gran parte de los soportes básicos para el funcionamiento de la ciudad. Teniendo a Transantiago como su catalizador, o quizá como la manera de tener más atención de los periodistas, la violencia ejemplificada en los “paramilitares de Villa Francia” no es más que el colapso de una cultura del “parche”, de no solucionar los problemas de fondo.”

Lo ocurrido el pasado jueves 29 de marzo es fruto de todo esto y mucho más: medios, Transantiago, ciudad de la inequidad, vandalismo.
A mí, sólo me da susto una frase que escuché en televisión tras los incidentes de ese día, y que puede llevar a un camino equivocado a la hora de buscar las razones de lo ocurrido: “A estos jóvenes lo que les falta es tener miedo”. Lo que falta más bien es una ciudad de equidad.