Borde costero de Valparaíso: Aprobado Megaproyecto de Mall Plaza.

En el año 2002 se inauguró la renovación del Muelle Barón como parte de una serie de proyectos que apuntan, por una parte, a la recuperación de toda el área portuaria de Valparaíso, actualmente con poco movimiento en relación al puerto de San Antonio, y por otra, a solucionar una serie de problemas asociados al deterioro general de la ciudad y los problemas sociales que éste acarrea, desempleo principalmente (Valparaíso cuenta con los índices regionales más altos de todo el país 9.5% v/s 7.6% nacional).

En las vísperas del bicentenario, este proyecto ha adquirido el título de tal, y considerando la declaración de parte de la Unesco de la ciudad de Valparaíso como patrimonio de la humanidad, las autoridades y la EPV (Empresa Portuaria de Valparaíso), dueña de los terrenos, plantean la necesidad de cambiarle la cara a la ciudad, “llevarla a la modernidad” y “hacer realidad el sueño de los porteños” de integrar el borde costero a la trama urbana, haciéndola a su vez parte del desarrollo que experimenta el resto del país. Para esto se plantea una licitación, que ha sido aprovada por la EPV después de una serie de objeciones por parte de la ciudadanía.

Esta inversión, que se plantea en una primera etapa por un monto de US$ 100 millones por parte del sector privado, liderado por Plaza Vespucio, contempla desarrollo inmobiliario de viviendas y oficinas, un centro comercial, una marina y un hotel de lujo, respetando un 65% del suelo para espacios públicos. Ciertamente que en términos económicos esto representa no sólo una inyección de capital a la ciudad, en términos del marco edificado e infraestructuras, sino también aumenta la plausvalía de ciertos sectores y genera empleos que se estiman en 2500, aportando a solucionar problemas sociales, pero también ofrece ciertos peligros para la ciudad y sus habitantes, que los gestores del proyecto hacen lo imposible por pasar por alto.

Las principales objeciones por parte de la ciudadanía, representada por el grupo Ciudadanos por Valparaíso, en el cual participan varios arquitectos, apuntan a que con este proyecto se perdería el carácter de anfiteatro natural de la ciudad, ya que la densidad que se está planteando para el borde costero, con alturas de hasta 60 metros, romperá con la relación visual que existe con el borde, y la integración que se busca lograr, será simplemente anulada. Además se evalúa el tema de la segregación social, que actualmente no existe, ya que al dejarse en las manos del mercado, el acceso a estos nuevos espacios públicos estará limitado por el nivel de ingresos de los consumidores, de acuerdo a ellos, “Una zona con un mall, con un club exclusivo y con hoteles de lujo se levantará como un coto cerrado rodeado de altas torres, para el deleite de una minoría”. Ante esto, el periodista Paul Walder concluye que “las políticas que han dejado en manos del mercado el uso del espacio, serían la base conceptual del proyecto costero”.

Para esta organización ciudadana, este borde debe definirse como “un área de protección que amerita el establecimiento de condiciones restringidas de edificación, en las cuales la ciudad no puede ni debe negociar cantidad de metros cuadrados y alturas excesivas con reducción de áreas verdes, paseos, costaneras o calidad de espacios públicos, ni la generación de impactos que deterioren de manera irreversible la calidad ambiental del resto de la ciudad”.

A su vez, el connotado arquitecto catalán Jordi Borja, que estuvo en el puerto, se reunió en el Colegio de Arquitectos de Valparaíso con varias organizaciones de la sociedad civil a quienes apoyó en su rechazo al proyecto del borde costero. Borja señala que “estas operaciones que despiertan el interés o la voracidad del sector privado, pueden ser muy delicadas. Aquí se junta el hambre con las ganas de comer: el gobierno para conseguir ingresos y el sector privado para lucrar”.

Finalmente se llega a la cuestión de poner en la balanza desarrollo económico v/s calidad de vida urbana, y la planificación del desarrollo de la ciudad, sin tranzar la sustentabilidad de éste y donde por cierto no se discute sobre la necesidad de integrar el borde costero a la ciudad, la creación de nuevos y mejores espacios públicos o la creación de nuevas infraestructuras para la ciudad, sino que se trata de no poner los intereses de los inversionistas por sobre los requerimientos a largo plazo de los ciudadanos.