Espacio urbano y arte público: La segregación del arte en las ciudades chilenas, una perspectiva desde la Geografía Cultural
El arte se ha mantenido al margen de la planificación urbana, debido a lo poco estudiado que ha sido su accionar en el mundo hispanohablante. Sin embargo, reconocemos con cierta naturalidad piezas artísticas tradicionales dentro del entorno urbano: emblemas patrios, bustos de héroes nacionales, pinturas que conmemoran importantes hechos de nuestra historia, entre otros. Estos hitos dentro de la ciudad podrían entenderse como lo que Judy Baca nombra “cannon in the park” o el “típico monumento conmemorativo” ubicado en las plazas y parques de las ciudades el cual respalda las opiniones oficiales de la ciudad hacia sus ciudadanos y más aún hacia sus visitantes, es decir, reflejan el sentir y pensar de las autoridades locales, los empresarios comerciales y los grupos de elite que controlan el paisaje urbano a su antojo, inculcando su ideología en el inconsciente colectivo de los transeúntes (Hall, 2003).
Desde este punto de vista, el arte público ha sido usado por las clases dominantes como una herramienta cargada de simbolismos para reafirmar su autoridad en la ciudad, lo cual a su vez no dista de lo que sucede en Chile. Por lo que surgen algunas preguntas producto de esto: ¿en qué lugares se posicionan estas obras?, ¿cuáles son las posturas críticas contra este género artístico? y, ¿cómo y dónde se manifiesta en las ciudades chilenas?. Al fin y al cabo, ¿existe segregación en el arte público urbano de Chile?
Generalmente en este lado del globo el género ha sido escasamente revisado en esta faceta, pero desde el mundo anglosajón en los años 70′ y 80′ se vislumbraron importantes avances sobre el rol que podía cumplir el arte en combinación con disciplinas como la geografía, la arquitectura y el diseño para ser una alternativa creativa en los proyectos ciudadanos. De esta forma, se reconocen dos ramas que nacen a partir de esta concepción del arte en el espacio público. El arte público institucional se posiciona bajo las ideologías dominantes tal, se destaca la sociedad de consumo en la actualidad, además de considerar en algunos casos, proyectos urbanos en transitadas ubicaciones, los cuales normalmente están a cargo de destacados artistas dentro de la escena nacional o internacional, y que contienen un nulo nexo entre la población y la obra como vínculo identitario. Un ejemplo es la reciente escultura “Emprendimiento” de María Angélica Echavarri (2011) en las cercanías del edificio Costanera Center.
Por otro lado, dentro de la genealogía del arte público, el arte comunitario sería el origen del “arte público de nuevo género” y en general de lo que podemos denominar arte público crítico, con prácticas artísticas colaborativas, las cuales buscan representar en sus obras expresiones más allá del alzamiento de una pieza con una gran significancia estética, sino que más bien pone en relieve las contradicciones dentro de la ciudad, los procesos de desarrollo desigual, la marginación y las consecuencias de la exclusión social. La importancia más relevante de esta gama del arte público es la importancia del contexto social de la obra y la implicación del espectador en ella, por lo cual no solo se remite a artes plásticas, sino que integra el teatro, la danza, la artesanía o las fiestas tradicionales como expresiones que permiten vivir la ciudad a partir de la colectividad, desde distintos enfoques, una visión renovada de la ciudad, una invitación directa a tomar sus calles y un redescubrimiento de los espacios marginales (Palacios, 2009; 2011). Lo anterior se materializa, por ejemplo en las obras de las artistas Judy Baca (The Great Wall – 1976, Los Ángeles) quien a través de un mural ubicado en el corazón de la ciudad, busca la reivindicación de la historia no blanca y la inclusión de los grupos marginados a través de la materialización de su memoria en diversas pinturas. Una expresión más experencial de este género podría ser la obra de Miriam Saphiro y Judy Chicago junto con un grupo de estudiantes del Instituto de Arte de California (Womanhouse – 1972, California), en la cual a través de una muestra colectiva en una casa restaurada, las jóvenes expresaban con obras teatrales y murales, los temores y sueños de las mujeres, un grupo marginado hasta ese entonces en Estados Unidos.
Estas incursiones realizadas en el mundo anglosajón tienen sin duda un componente espacial, el cual también se dio a conocer en la esfera hispanoamericana a través de los muralistas en sus inicios. El arte como discurso es un instrumento muy potente desde la perspectiva social y política, por lo que su ubicación en el complejo espacio urbano sin duda evoca sensaciones más allá de la mejora estética de la ciudad. Hoy en día, estamos familiarizados con los espacios que contienen esculturas y piezas de arte. Sin embargo varios artistas piensan el espacio como un receptáculo para la obra artística y, en cualquier caso, esta escultura ya es el trabajo en ella misma, y se convierte en una simple decoración en espacios centrales carentes de significado, que reafirman los valores considerados adecuados por la tradición elitista, dominante de la ciudad (Gómez, 2004). Un buen ejemplo de esto es la Avenida Libertador Bernardo O’Higgins en Santiago, la Avenida Jorge Montt en Viña del Mar, las Plazas de Armas de las capitales regionales, entre otros modelos de la producción ideológica dominante en el espacio urbano a través del arte, que generalmente se relacionan con prácticas referentes a la ampliación del entorno del mercado, así como por el interés de la administración ciudadana por revitalizar las tramas urbanas, y potenciar el valor de los espacios públicos y pseudo públicos. El arte tradicional sustenta su hegemonía en el espacio a partir de su ubicación en las urbes, los lugares centrales se blindan y no dan oportunidad de conocer la historia marginal de las ciudades, moviendo estas manifestaciones hacia los lugares periféricos de la metrópoli.
Las expresiones de desarrollo comunitario basado en el arte, han sido desplazadas hacia sectores alejados del centro como consecuencia de lo anterior. Sin embargo, las expresiones colectivas de todas formas se hacen presente en el entramado urbano. Los precedentes latinoamericanos parten desde el muralismo mexicano, el cual sentó las bases para la discusión crítica de la cultura visual, traería al primer plano a los campesinos, al pueblo, a los indígenas, al pensamiento comunitario, el poder del pueblo. En el caso chileno el auge del movimiento se vio precisamente plasmado en la periferia de las ciudades, en murallas de poblaciones, sindicatos y edificios públicos, siendo los más conocidos, entre otros en esta época, los murales de la Municipalidad de Chillán (Julio Escámez); el de la Estación de Concepción (Gregorio de la Fuente) y el hecho por la Brigada Ramona Parra y el artista Roberto Matta, en la piscina de la Municipalidad de la Granja, además de uno de los trabajos más grandes, el mural hecho a lo largo de la rivera del río Mapocho, y que después del golpe militar del 11 de Septiembre fue borrado y recientemente (2008) recuperado (Bragassi, 2010).
En la actualidad reconocemos obras más contemporáneas en las ciudades de Chile, casos como el Museo a Cielo Abierto de San Miguel, La Pincoya y Cerro Navia en Santiago son un excelente ejemplo de cómo el arte a través de su creatividad permite dar voz a los excluidos, revitaliza espacios marginales para las comunidades, crea sentido de pertenencia para los vecinos y pone en relieve las opiniones no oficiales de la ciudad, para democratizar el espacio público desde una perspectiva más igualitaria. El mural de “Los Prisioneros” no solo presenta un homenaje al grupo oriundo de aquel barrio en San Miguel, su mensaje está plasmado en esa pintura, dar cabida en la discusión social para aquellos, para los que sobran. El arte es la relación entre las personas reflejada en el espacio, reflejando lo que los ciudadanos experimentan y viviendo la ciudad en comunión con la gente, pero no se equivoquen, no está precisamente en aquel lugar que esperamos encontrarlo, sino que por ahora confinado en los rincones más ocultos y significativos de la ciudad, esperando a ser considerado.
Trabajos citados
Bragassi, J. (28 de Septiembre de 2010). El Muralismo en Chile: Una experiencia histórica para el Chile del Bicentenario. Recuperado el 17 de Enero de 2017, de Memoria Chilena
Gómez, F. (2004). Arte, ciudadanía y espacio público. Fundación César Manrique.
Hall, T. (2003). Art and urban change. En M. Ogborn, A. Blunt, P. Gruffud, D. Pinder, & J. May, Cultural Geography in Practice (págs. 221-236). New York: Routledge, Taylor & Francis Group.
Palacios, A. (2011). Arte y contextos de acción en el espacio público. Creatividad y sociedad. Vol 17.
Palacios, A. (2009). El arte comunitario: origen y evolución de las prácticas artísticas colaborativas. Arteterapia. Vol 4. , 197-211.
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