Habitantes de Ollagüe y de Balmaceda enfrentan el clima más frío en primeros días de invierno
Por Carlos Santana y Claudio Cerda.
Pese a las bajas temperaturas, actividades cotidianas se desarrollan de forma normal:
Ambas localidades de los extremos del país registraron el lunes pasado las temperaturas más bajas, con -20° y -12°, respectivamente.
Vientos de 60 km/h que se levantan desde las tres de la tarde, temperaturas extremas que pueden llegar hasta los -23° grados durante la noche en pleno invierno, y lluvias y caída de nieve en verano por el denominado “invierno altiplánico”, además de un aislamiento que tiene a Calama como la ciudad más cercana, a 197 kilómetros de distancia.
Bajo esas condiciones, los habitantes de Ollagüe, localidad altiplánica de la II Región, con cerca de 300 habitantes, ubicada cerca de la frontera con Bolivia, a 3.660 metros sobre el nivel del mar, enfrentan los meses más duros del año. Un anticipo de ello fueron los -20° que marcó el lunes el termómetro de la municipalidad, a las 3:40 de la madrugada.
En dicha localidad, ubicada en pleno desierto cerca del volcán del mismo nombre, sus habitantes hasta ocupaban viejos durmientes de una antigua línea férrea cercana para prender estufas, aunque esa madera se acabó hace algunos meses. Como consuelo, ahora gozan de energía eléctrica gracias a una planta fotovoltaica, que alimenta las cerca de 100 casas del poblado.
“Nos bañamos de noche, en la mañana el agua está congelada y las tuberías las forramos con género para que no se rompan con el frío (…). Con la energía eléctrica nos cambió la vida, desde el simple hecho de que ahora podemos tener calefacción las 24 horas y alumbrado público toda la noche”, dice Jeanette Troncoso, una de las 15 funcionarias municipales que ahí viven.
A unos 3.300 kilómetros de distancia, en la Región de Aysén, en Balmaceda y Coyhaique también tiritaron de frío el lunes. Con 12 y 7 grados bajo cero registrados ese día, ratificaron su condición de ser las localidades más frías del extremo sur del país. Algo que supone una serie de obstáculos domésticos y de transporte, como cortes de caminos ocasionados por la escarcha, nieve y lluvias, con los que deben lidiar tradicionalmente desde mayo.
En Balmaceda, en las cercanías del aeropuerto de Aysén, pese al frío extremo, sus habitantes mantienen su rutina habitual. “En la escuela la inasistencia es casi nula, pese a los fríos. Acá hace algunos años incluso se llegó a los -30°”, afirma María Angélica Catalán, directora de la escuela José Antolín Ormeño. En Coyhaique, las bajas temperaturas han extremado la resistencia al frío de los comerciantes, que desde este año no pueden emplear calefactores unitarios a leña. “Debo trabajar con parka y pantalones térmicos”, dice María Campos, dueña de un local comercial en calle Almirante Simpson.