Un regalo para la ciudad

regaloPor: Miguel Laborde.

Frente a los vandalismos ciegos, la intolerancia religiosa, la destrucción de templos en varios países -incluyendo a Chile, en el sur-, contrasta la noble generosidad de Gastón Soublette, quien decidió donar toda su colección de arte sagrado indígena, reunida a lo largo de varias décadas, a la Universidad Católica.

Ahí quedará, expuesta al público en el Campus Oriente de esta universidad, para que la ciudad pueda, en un marco de belleza y respeto, acercarse a las creencias espirituales de varios pueblos originarios, aunque muy especialmente del mapuche, por tratarse de la cultura que más interesó al profesor Soublette.

Faltaba en Santiago una colección de estas características, donde el criterio de selección no fuera puramente arqueológico o estético, sino orientado a acercarse al propio ser humano originario que, en las montañas andinas o en los bosques de La Araucanía, contempló el mundo con sus astros y sus cumbres y se preguntó por su razón de ser, su sentido y su origen; preguntas esenciales que han compartido todos los pueblos, de todos los continentes, a lo largo de la historia.

El lugar se hace eco así del llamado del Concilio Vaticano II que, lejos de ignorar a los fieles de otras religiones, busca el diálogo con todos “los hombres de buena voluntad”, sean o no creyentes.

Soublette, profesor de filosofías orientales ahí mismo en el Campus Oriente, conocedor de los caminos en busca de la trascendencia en China, India y Japón, y también de los del mundo inca y mapuche, deja así un legado de alto valor para la comuna de Providencia, el que se suma al de Sergio Larraín García Moreno en la de Santiago.

Con una muy importante población mapuche, la ciudad de Santiago necesitaba un lugar donde fuera posible acercarse, con interés y curiosidad, a los artísticos objetos de culto que acompañaron, y en algunos casos siguen haciéndolo, las creencias de algunos pueblos originarios.

Es un testimonio noble el que entrega Soublette. Luego de cuatro décadas de clases ahí mismo a jóvenes cada vez más interesados en estos temas y cada vez más abiertos a la diversidad, junto con alejarse de las clases en vivo inaugura esta “Aula de los Pueblos Originarios” como un don abierto a la ciudad.

El proyecto es parte de un proceso destinado a transformar el Campus Oriente de la UC en un centro cultural complejo, el que se enriquecerá así con este espacio donde tejidos y ceramios, líticos y platería -cerca de 150 piezas desplegadas, más un centenar para exposiciones futuras, inaugurado hace pocos meses con un machi y una oración mapuche- nos permiten vislumbrar rasgos de la cosmovisión de ese pueblo y también de los incas, diaguitas, atacameños y de algunas otras culturas cercanas: Tiwanaku, Nazca y Moche.

Lo bello y sencillo, muy bello, en un número acotado de piezas seleccionadas, cuidadosamente tejidas o talladas en otros tiempos, son un homenaje a lo trascendente, al misterio, por parte de esos habitantes originarios que, en estas obras, concentraron sus mejores talentos.

Acercarse al ser humanoFaltaba en Santiago una colección de estas características, donde el criterio de selección no fuera puramente arqueológico o estético.