Un monumento pendiente

monumentoPor: Miguel Laborde.

Es curioso que haya tenido que ser un visitante extranjero, el ciudadano argentino Eduardo Giro, el que nos hiciera ver que Chile no recuerda como corresponde a esos miles de chilenos que partieron a combatir por la independencia del Perú y que, caídos allá, no volvieron. Él y su esposa, ambos mendocinos, decidieron hacer algo para reparar este extraño vacío.

A los demás combatientes se les recuerda. San Bernardo, por ejemplo, nació como pueblo de casas con huerta y talleres para que las viudas y huérfanos de las batallas de la Independencia tuvieran donde vivir. El Barrio Yungay rinde homenaje al pueblo chileno que se enroló en la Guerra de la Confederación. En la Alameda está el monumento a los Héroes de La Concepción, y sus corazones reposan en la Catedral; esa batalla es un hito en la Guerra del Pacífico, la que se evocó con la iglesia de la Gratitud Nacional; también se pensó en sus huérfanos y de ahí los talleres para 180 alumnos del Asilo de la Patria, la primera escuela industrial de Chile, salesiana.

Son signos de una memoria nacional en la ciudad. Pero de los que se fueron al Perú, nada.

Eduardo Giro no es historiador. Es un hombre al que no le pareció correcto que se borre el rol central de Chile, como si Lord Cochrane y San Martín solo hubieran actuado con tropas argentinas.

Investigando, observó que la bandera del ejército libertador es la chilena con tres estrellas, y ahí decidió hacer un gesto en pos de la verdad histórica; con su mujer mandó a fabricar varias banderas que entregó a instituciones de nuestros países. Ahora vino a Santiago en busca de escarapelas tricolores para dejarlas, pronto, en los lugares de las batallas en el Perú, donde también pondrá las de ese país y de Argentina. Tiene claro que son lugares en medio de la nada -“capaz que al día siguiente se las coma una cabra”, comentó-, pero quiere justicia.

Sergio Martínez Baeza, presidente del Instituto de Conmemoración Histórica de Chile, lo conoció y presentó en Santiago, para que su acción tenga un reconocimiento público.

El financiamiento y la organización de la expedición libertadora fue sellado en mayo de 1820 por el Congreso de Chile. Por decisión de Bernardo O’Higgins, la integraron la escuadra chilena liderada por Lord Cochrane (con mil chilenos y 634 extranjeros) y fuerzas de tierra en su mayoría chilenas, al mando del general San Martín, con el rango de Capitán General del Ejército de Chile.

Que en Perú se borre la gesta chilena podría explicarse por recelos históricos, pero que Chile olvide a esos cientos de hombres que murieron en batallas o por paludismo, cuesta entenderlo.

Partirá nuestro visitante en su inaudita expedición a dejar huellas de lo que hicieron los chilenos en Perú. Sin embargo, Santiago queda en deuda. Al menos, debiéramos levantar un monumento que los recuerde. Por ejemplo, en la Plaza Perú, en Las Condes.