Columna. La Feria de las Pulgas: Valparaíso y un trozo de su identidad

Por Felipe Aníbal Gutiérrez Antinopai. Profesión Constructor Civil UTFSM, candidato a Magíster de Asentamientos Humanos y Medio Ambiente PU.

FeríaValparaíso

Valparaíso es sin excepción alguna, una de las ciudades más reconocidas y atractivas para aquel que busca  salir de la geografía urbana monótona y de la simetría radial contemporánea, que se presenta hoy en día en gran parte de las ciudades. Sus coloridas viviendas y serpenteantes calles, que parecieran albergar más secretos que trazos;  sus acogedoras y pequeñas playas; su flujo portuario, bahía, 42 cerros, plan, bares, mercados que, en momentos, encantan aún más una ciudad puerto que no sólo ha sido encause para las funciones y servicios propios de la globalización, sino también, encause para crear en ella una ciudad con una espontánea, natural y característica estética.

Valparaíso y sus influencias de diferentes partes del mundo gracias a la actividad portuaria de antaño, la hacen ser una ciudad con gran diversificación histórica debido a las tantas actividades íconos de índole productiva que se fueron generando y a la vez decayendo en los siglos XIX y XX. Cada una de ellas con particulares influencias en muchos de los cerros y además en el sector almendral y puerto, tuvieron un auge que es difícil de esclarecer en el presente, pese a algunas placas históricas que rondan la ciudad.
Hoy en día, Valparaíso cuenta con un flujo de estudiantes y turistas tan importante que tienden a obnubilar no sólo el detalle histórico en los barrios alejados de la zona UNESCO, sino además, una identidad porteña. Tal flujo, dentro de los márgenes coloquiales, asoma como una forma de desarrollo que genera en conjunto con la tercerización y buena parte de la bohemia  un reticulado que pareciera enarbolar una ciudad  ad-hoc en el cognoscente colectivo, olvidando el trasbambalinas del quehacer porteño(a). Y justamente esto es lo trascendente.

Entonces ¿Existe alguna actividad que muestre un atisbo del habitante de Valparaíso? ¿Qué tan importante son esas actividades para la cultura e identidad que conforma Valparaíso?
Valparaíso cuenta con un evento de preponderancia dominical, la Feria de las Pulgas de la Avenida Argentina, que se puede traducir como una feria cuyo contenido no hace sino diversificar la oferta y competencia a partir de los mismos ciudadanos que se ven compenetrados al llamado de sobrevivencia y de sociabilización. Su génesis es difusa, pero los consensos informales hacen referencia a mediados de los años 70 reapareciendo a principios de los años 80, década en donde los factores críticos de nuestra sociedad se vieron en su más pura forma, haciendo necesaria las movilizaciones y luchas por parte de organizaciones sociales y surgidas de demandas mucho más profundas, relacionadas entre otros conceptos como el de libertad y un clamado bienestar.

La Feria de las Pulgas, se ve realizada también gracias al estupendo sentido geográfico porteño que enlaza inherentemente un atractivo adicional. Es colindante a cerros con gran densidad demográfica, como lo son el Barón, O’Higgins, Ramaditas, San Roque. Su proximidad, permanencia y apropiación, hacen de ella un lugar de encuentro de productos, realidades socioeconómicas y culturales, dejando de lado el nutrido Retail que se ha establecido –casi- como una forma de desarrollo en el país.

Este espacio de desarrollo cuenta con dimensiones y áreas ideales para el entramado social, cuyo latido febril se ve inducido por la necesidad básica que se requiere para subsistir y vivir, y no por el sentido de ostentar y consumir que queda relegado dado que la apertura en cada uno de los actores no se crea en la acumulación de capital. Cuestión grave y problemática de una sociedad que su día a día se basa en perseguir modelos externos y predeterminados. La persona que quisiera realizar un acto heroico a partir de sus intereses de acumulación, se vería imposibilitado en concluirlo, por el tejido de formas que se genera, por las normas, por valores que tejen una red para que cada uno sepa y aprenda a andar, entendiendo que los actos y consecuencias de ellos no provienen sola y únicamente del comprar, vender, utilizar y tirar algo.

En esta feria, existe una sensación de convergencia en cada uno de los actores que confluyen: el comprador regatero, el comprador compulsivo, comprador pasivo, el comprador meticuloso, el comprador intelectual, el vendedor acogedor, el vendedor locuaz, el vendedor intelectual, el observador, el crítico, el sociable, el embaucador, el pedigüeño, interesado y uno que otro con influencia de muchos o pocos calificativos. He aquí en ella la frase de Sergio Boisier: “el desarrollo no lo hace nadie sino las personas en su individualidad y sociabilidad”.

Los concurrentes no juegan a ser cándidos y desinteresados consumidores, más bien, son astutos, interesados y sociables consumidores que no tildan la compra como trámite, o peor aún, como una simple recreación. La compra tiene un sentido que va más allá de la lógica globalizante y modeladora de prácticas. Muchas de las personas que acuden a la Feria, son víctimas de la tentación de nostalgias, recuerdos y sentimientos; aquella que buscaba un artículo de aseo, termina por comprar una imagen del viejo Valparaíso, una antigüedad, o alguna figura de acción o muñeca que tuvo alguna vez en su infancia. Muchas de ellas, terminan por preferir un VHS, un caset, recuerdos que su cotidianeidad ha olvidado, empero, sus pensamientos que se ven rejuvenecidos con el hecho de encontrar y utilizar algo que se ha olvidado en estas reglas del juego mercantilista: el sentido…el sentido de una compra; un consumo que no es sólo y solamente porque sí.

Valparaíso y la Feria de las Pulgas de la Avenida Argentina destacan por su diversidad socio espacial, que sin quererlo le ha otorgado una identidad. Los dos nacen de las relaciones humanas, del cara a cara y el encuentro entre diferentes actores. La convergencia en Valparaíso es gracias a su particularidad de cerros y lo que hay en ellos y su historia, en tanto, en la Feria de las Pulgas es gracias al abanico de artículos y en muchos, la historia contenida en ellos. Ambos, pareciera que reflejaran un compás de Igor Stravinsky: no toman en cuenta la métrica que hace referencia a patrones uniformes, las dos son una sinfonía imposible de leer cimiento por cimiento; un desorden con contenido, cuyo resultado es algo inequívocamente único.

Mucho se destaca a Valparaíso por sus pintorescos atributos, pero también mucho se acalla el sentimiento de porteños, que se enraízan en actividades como éstas, dónde el rescate de lo particular se encuentra en confluencia, tal como esa heterogeneidad sociocultural de tiempos pasados que lo vio nacer y que en momentos pareciera acallarse, al menos comunicacionalmente. Es de esperar que las políticas, tal como lo auguró y dictó Thomas Brons en su libro de Valparaíso y Otras Hierbas, no siga siendo la de demoliciones indiscriminadas y de derroche de patrimonio. Ni tampoco sólo la más fotografiada, sino más bien cuente con un turista comprometido y por lo demás una ciudadanía comprometida, integradora, reivindicativa. Así como enarbola el principal autor de Desarrollo Escala Humana: “Sólo rescatando la dimensión ‘molecular’ de lo social (micro-organizaciones, espacios locales, relaciones a Escala Humana) tiene sentido pensar las vías posibles de un orden político sustentado en una cultura democrática”.