Columna El Observador Urbano: La Biblioteca de Santiago, a diez años

biblioteca de santiagoPor Miguel Laborde, El Mercurio.

Hacia un Santiago de calidad mundial.

El año 2005 se inauguró este sorprendente “monstruo” de la arquitectura pública al ser transformadas las gigantescas bodegas de la Dirección de Aprovisionamiento del Estado en la nueva “Biblioteca de Santiago”.

No era un desafío menor tratar de humanizar una obra que había nacido en tiempos de la supremacía estatal, cuando lo público aspiraba a exhibirse con un poder total sobre el ciudadano, aplastante.

Su magnitud y dureza formal corresponden a esa épica del Estado centralizado y todopoderoso, el que tuvo su apogeo hacia los años 30, el que supuestamente se hacía cargo de resolverle la vida a un ser humano que, como anticiparon varios ensayos y novelas, tenía que entregar su alma -libertaria- con tal de tener resueltas sus necesidades fundamentales de vivienda, educación y salud. No es coincidencia que corresponda al primer gobierno del general Carlos Ibáñez del Campo, el dictatorial de 1927-1931; un dictador como él y el soviet soviético compartían la misma lógica. Ibáñez es el mismo de la nueva Viña del Mar; el Estado también se hacía cargo de crear balnearios para las vacaciones de la creciente clase media, mucha de ella trabajadora de la formidable burocracia pública.

Este edificio fue un símbolo de la inteligencia superior de la cultura colectivista, el que, como modelo de un accionar racional y sistemático, creó en 1928 esta Dirección de Aprovisionamiento del Estado para que la adquisición de bienes y materiales de todas las reparticiones públicas se centralizaran. Parecía sensato, era más eficiente, y uno bien puede imaginar el orgullo ciudadano ante ese avance reflejado en estas enormes bodegas. Es más, la DAE se encargaría de sistematizar los principales bienes necesarios en las oficinas, estandarizándolos, lo que promovió una modernización industrial que redujo precios. También es la época de los grandes talleres en las cárceles, gracias a los cuales hasta los presos se volvieron partícipes de la épica estatista.

Parece una ironía el cambio de destino de 2005, al reciclar los almacenes de la DAE en una biblioteca contemporánea, de las que, como es el caso en esta de Santiago en la avenida Matucana, incluyen auditorio, salas de computación, proyecciones de cine y video, exposiciones, áreas y actividades para niños, todo lo cual corresponde a este siglo XXI en que ya parece haber desaparecido el ciudadano sumiso y complaciente. El de hoy, empoderado, quiere encontrar y vivir su propio destino, y cada vez desconfía más de los entretelones del poder. En lugar de una arquitectura pública hosca y hermética, demanda transparencia, la que puede traducirse en cercanía, participación. A fin de cuentas, es como si quisiera recuperar el control.

Es por eso que, como sucede con el GAM o Matucana 100, el Estado ofrece ahora cada vez más espacios de arte y cultura donde el ciudadano pueda experimentarse a sí mismo y ser el actor principal de su propia vida. Hasta la Argentina de complicada economía acaba de inaugurar, en estas semanas, un gigantesco Centro Cultural Kirchner (www.culturalkir chner.gob.ar), al reciclar el que fuera el enorme edificio nacional de correos.