Columna El Observador Urbano: Caval, la arista urbana

caso cavalPor Miguel Laborde, El Mercurio.

Hacia un Santiago de calidad mundial:

La conversación pública se ha centrado en el financiamiento de la política -tema crítico-, pero es deseable que esa urgencia no haga desaparecer de la agenda la arista inmobiliaria que se abrió ahora gracias al caso Caval.

El mundo urbanista lo venía diciendo hace años, sin ningún éxito, que era urgente legislar al respecto. La legislación comparada ofrece variadas soluciones para controlar la especulación. Por ejemplo, por congelación de los precios rurales en las zonas que se incorporarán a la ciudad; es, prácticamente, una expropiación en nombre del bien público. Otra fórmula asimila la plusvalía, pero la comparte; un porcentaje muy importante es para el municipio local, que con estos recursos desarrolla el barrio nuevo para hacerlo “ciudad”.

Es curioso, pero la situación chilena actual está justo en el extremo opuesto del origen de las ciudades hispanoamericanas. Para evitar los problemas de las europeas, de muchas calles estrechas y húmedas, confusas en su traza, las nuestras nacieron con calles rectas, manzanas iguales y orientadas según el recorrido del sol y el paso del viento. Tuvieron límites precisos entre lo urbano y lo rural; hasta aquí lo construido, con su infraestructura y su seguridad, y desde ahí hacia afuera, el campo.

Esa perfecta geometría fue de origen religioso. Las manzanas idénticas, divididas en cuatro sitios también iguales, aspiraban a dar vida a ciudades equitativas para hacer visible la creencia de que todos los seres humanos eran iguales ante Dios.

Pero no era igual tener un sitio hacia el norte que uno mirando al poniente, ni fue lo mismo quedar cerca de la Plaza de Armas que en el borde de la ciudad, junto a los basurales. Incluso, los más cercanos al poder lograron algo indebido: Francisco de Aguirre y Diego García de Cáceres, muy cercanos a Pedro de Valdivia, obtuvieron el privilegio de quedar junto a la plaza misma, cuando su perímetro debía ser, en su totalidad, para las autoridades civiles, la Iglesia y el comercio.

Lo mismo con las tierras que se les asignaron fuera de ella; no era lo mismo tenerlas en la vecindad que al pie de los cerros. El mismo García de Cáceres, que recibió el área de la actual Quinta Normal, podía ir caminando a su chacra… En la República, cuando avance el siglo XIX y Santiago se vuelva atractiva, los más cercanos serían, por supuesto, los primeros beneficiados.

Es un proceso que sigue esperando normas que lo controlen. Especialmente urgente es la elección de un modelo para que sea la ciudad la favorecida si debe crecer, y no como ahora, que el dueño del terreno, o el gestor que se lo compró por cálculo o por información privilegiada, reciban el 100% del sobreprecio.

En el caos actual ni siquiera se sabe qué es urbano y qué rural. Aparecen loteos por Buin, Curacaví, Lampa, dispersos en medio del campo, desvirtuando toda forma urbana y todo ordenamiento territorial. Si el intendente metropolitano quisiera colocar en la entrada de la ciudad un letrero que dijera “Bienvenido a Santiago”, se vería ante un rompecabezas: ¿Dónde está el límite?

 NecesidadEs urgente la elección de un modelo para que sea la ciudad la favorecida si debe crecer, y no que el dueño del terreno reciba el 100% del sobreprecio.