Arte y Ciudad: Ocho tesis equivocadas sobre el graffiti y el street art

Montevideo. © Roberto Klein.

Montevideo. © Ricardo Klein.

¿Es el street art un acto ilegal? ¿El arte urbano ensucia la ciudad?

Éstas son algunas de las preguntas que Ricardo Klein, un sociólogo uruguayo -que actualmente está haciendo su tesis de doctorado sobre el graffiti y el street art – aborda en esta columna que compartió con nosotros y en donde trata un tema que hoy vemos cada día más en ciudades de todo el mundo y también en las chilenas.

Lee su columna a continuación.

La idea del presente artículo es proponer algunas tesis relativas al mundo del graffiti y el street art que, si bien no son únicas, rompen con el esquema inicial que varios tienen como pre-noción o pre-juicio. Se busca dar a entender que el mundo del graffiti y el street art es más complejo y rico de lo que piensa de primer momento. El conflicto sobre si el street art es la manifestación artística fuera del white box o un acto vandálico, está presente, pero no debe verse todo como negro o blanco, sino desde los matices grises. Seguramente podrían discutirse más elementos; aquí una primera aproximación. La propuesta se basa en la investigación doctoral que actualmente se lleva a cabo con foco en las ciudades de Barcelona y Montevideo.

1. El graffiti/street art es un acto ilegal

Una manera práctica y rápida de ver estas manifestaciones es como formas de realizar arte en el espacio público de manera ilegal. Esta afirmación es parcial para los tiempos que corren, si bien podría considerarse en algunos casos la ilegalidad, no puede analizarse este fenómeno únicamente por este camino. Por ejemplo, ¿si hacen obra en los vacíos urbanos que va dejando la ciudad (baldíos, muros de casas tapeadas, estructuras urbanas en desuso, edificios industriales abandonados, fábricas y depósitos vacíos, entre otros) podría ser considerado acto ilegal? En todo caso, el aporte creativo siempre podría ser bienvenido más que negativo para la ciudad. De la misma manera, ¿podría ser considerado ilegal si el dueño o dueña de una casa deja que sea pintada parte de su fachada? Sucede en muchos casos que estos artistas (sobre todo los que se autodefinen como “muralistas” y “artistas del graffiti”) generan obra en muros cedidos por los propios vecinos; en Montevideo es usual esta práctica y estrategia de producción creativa. Las lógicas de interacción son simples y directas: tocan el timbre, se presentan, muestran sus trabajos. El dueño de casa decide si permite la realización de la obra. Los artistas siempre trabajan con sus propios medios, pagan sus materiales, sin recompensa económica. En todo caso, las lógicas que constituyen la conformación de cada ciudad, espacio natural donde se desarrolla el graffiti y el street art, expresan en el territorio un crisol de contenidos simbólicos; dependiendo de las disposiciones y normas que tenga la ciudad, nacen determinados procesos creativos desde el colectivo de artistas del graffiti y el street art.

2. El graffiti/street art ensucia la ciudad (“ensucian todas las paredes”)

Podría llegar a ser un digno ejercicio visual, en el espacio público de la ciudad, observar si es únicamente el graffiti o el street art los que dejan sus huellas o marcas. Si bien, sobre todo lo que considera el graffiti old school (originario de Nueva York) podría ser considerado como invasivo, en el sentido que no hay un acuerdo desde el colectivo social por su inclusión en el espacio público, el concepto se relativiza; también se dice que es vandálico, pero acá podrían verse otros puntos.

Barcelona © Ricardo Klein.

Barcelona © Ricardo Klein.

Los graffiteros más cuestionados son los que realizan firmas o bombas, ubicándose dentro del margen más radical de la expresión. Sus miembros son audaces al elegir el lugar dónde hacer graffitis (en edificios de altura, en lugares de difícil acceso, en espacios de extrema visibilidad para el habitante de la ciudad, etc.); apuestan a realizar la mayor cantidad de firmas o bombas como forma de apropiación y reconocimiento en el territorio, así como lograr el respeto en el colectivo. Aquí ameritaría una pregunta: ¿qué ocurre con la publicidad, sea pública o privada, en la ciudad? ¿Estamos obligados como habitantes a convivir con toda esa cartelería, que en definitiva lo único que aporta es una propuesta a consumir y la contaminación visual del espacio público?

En este sentido, es fuerte el cuestionamiento que realizan artistas del graffiti y street art a la invasión de publicidad en el espacio público. Existen algunas experiencias en las que se interviene la publicidad como forma artivista o activismo contrapublicitario (culture jamming). Es decir, expresar una mirada política de la ciudad a través de una producción creativa en el espacio público. Tal podría ser el caso de Proyecto Squatters en Buenos Aires o RAP (Résistance à l’Agression Publicitaire) en París. En Montevideo empieza a sonar el proyecto Graffiteo, que pone en posición el embellecimiento de la ciudad a través de los murales como expresión de arte urbano, y por otra parte, se dedican a recuperar y limpiar “muros vandalizados por pintadas y pegatinas publicitarias que ensucian la ciudad”. Dos ejemplos para mencionar: el pueblo fantasma de Doel en Bélgica (hoy es una obra del graffiti y street art en sí misma) o el edificio de nueve pisos conocido como “La torre”, en el distrito 13 de París, a orillas del Sena. En uno de los casos efímero, en otro más permanente, pero en ambos se trata de experiencias de embellecimiento para el espacio público.

3. Los que realizan graffiti no estudiaron/formaron en arte

Barcelona © Ricardo Klein

Barcelona © Ricardo Klein

Es cada vez mayor la profesionalización de artistas del graffiti. Esto conlleva también la institucionalización por el pasaje y transición en espacios formales de educación en arte: escuelas, institutos o facultades de Bellas Artes. El propósito no es sólo la adquisición de técnicas más formales, sino también la impronta del intercambio de ideas, de experiencias personales en el mundo del arte, la consideración de las vanguardias artísticas, así como la mirada más tradicional de las Bellas Artes. Todo esto luego se traduciría y sintetizaría con la experiencia más autodidacta del graffiti. Muchos de los artistas, a su vez, con otros estudios, sobre todo vinculados a campos de las industrias creativas: cine y audiovisual, comunicación, diseño, fotografía por mencionar algunos.

4. Están desconectados de la sociedad

Aunque resulte paradójico, hasta el graffitero más anónimo de todos es probable que tenga algún tipo de contacto por medio de una red social; Facebook es un ejemplo claro. En estos términos se produce una contradicción interesante, ya que muchos de estos artistas urbanos desean mantener, a rajatabla, su anonimato con respecto al resto de la sociedad, pero mantienen diálogos o contactos por la web. Incluso podrían comentarse incontables casos de artistas, quienes son invisibles hasta para su propio grupo de pares; es decir, en la interna de estos colectivos también se desconoce su identidad. El papel que asume Internet es transformador desde su aparición hasta hoy en cuanto a difusión y circulación masiva de éstas manifestaciones; las redes sociales revolucionaron las dinámicas internas del graffiti/street art. Otros ejemplos de redes sociales que se utilizan con frecuencia son: flickr, twitter, tumblr, instagram, youtube.

5. Los vecinos los odian por pintar los muros de sus casas

Montevideo © Ricardo Klein

Montevideo © Ricardo Klein

En el imaginario social se podría pensar que la gente está molesta con los que realizan graffiti. En la realidad, no es así. Es común en algunas ciudades, sobre todo en las más pequeñas con lazos territoriales y locales robustos, que los artistas soliciten permiso directamente al dueño de casa para realizar una obra en su pared. Un ejemplo podría ser Montevideo. Se trata por lo general de muros venidos a menos, con notorio grado de deterioro. El artista ve, ante un muro con estas características, aumentar las posibilidades de realizar obra en dicho espacio. De esta manera se genera una doble exposición positiva: por un lado, el vecino recibe un beneficio al modificar una pared envejecida por una obra estéticamente de calidad. Por otro, el artista obtiene un muro donde producir obra de manera legal. También sucede que los vecinos del barrio se acercan para ofrecer algún tipo de agradecimiento: una cerveza, algo para comer o simplemente una felicitación por la obra realizada.

Al artista no le importa que no haya dinero de por medio a causa de varios motivos: i) visibilidad de su obra, sirve como vidriera, incluso, para futuros trabajos pagos; ii) para realizar una fotografía, logrando quitar el carácter efímero que representa el arte callejero, iii) para “evolucionar”, porque trabajan in situ con el muro de la ciudad y eso permite el desarrollo a nivel de técnica, por ejemplo. Más allá del placer personal o el interés por darle un cambio de aire al gris montevideano, estas expresiones son cuasi unánimes.

En ciudades como Barcelona, con fuerte control policial en el espacio público, estas instancias directas de interacción son más aisladas, y aumenta el nivel de alerta. Se da en muchos casos el trabajo en espacios comunitarios, como las casas okupas; esto permite a los artistas realizar obra con mayor libertad, aunque la alerta se mantenga intacta. En estos espacios las redes de solidaridad son más fuertes y el peligro a ser descubierto por la guardia pública es menor.

 6. Todos se mueven siempre en la ciudad por la noche

Perman Ricardo Klein

© Ricardo Klein

La noche ya no esconde; en muchos casos se decide para hacer graffiti o street art la plena luz del día. Aunque pueda resultar ilógico, en muchas ocasiones un artista callejero es probable que pase más desapercibido en el día que en el encierro de la noche. Incluso, por ejemplo, podría confundirse más fácilmente entre los miles de turistas que visitan diariamente una ciudad, tal es el caso de Barcelona. Es así pues que la noche ya no es el único momento para salir, al contrario, la soledad de la calles deja en mayor exposición al artista urbano del control policial.

7. Las leyes de ordenanza de bien público disminuyen el graffiti 

Barcelona © Ricardo Klein

Barcelona © Ricardo Klein

La escena del graffiti y el street art en Barcelona toma un giro de 180º a partir del año 2005; es aquí cuando el Ayuntamiento de la ciudad aprueba la Ordenanza de medidas para fomentar y garantizar la convivencia, entrando en vigor para inicios del año 2006. La misma apuesta a garantizar la convivencia entre los ciudadanos en el espacio público; entre los puntos que aborda se encuentra la imposibilidad de la realización de graffitis y pintas, consideradas las mismas como una infracción grave y que, dependiendo del nivel de gravedad, conlleva multas de entre 750 y 3000 euros para quien las realice. Si bien existe un acuerdo general de graffiteros y artistas urbanos de esta ciudad en que la aplicación de la ordenanza, y posterior vigilancia policial antigraffiti, generó un cambio radical en el modo de ver y hacer arte callejero en la ciudad, no necesariamente significó la renuncia a la práctica, sino que todo lo contrario. Es un atenuante pero no por ello motivo de retirada. Las estrategias y procesos de creatividad se afinaron para evitar las multas o incluso el encierro penitenciario. Un ejemplo, hacerse pasar por empleado de limpieza del Ayuntamiento para tales fines utiliza el uniforme laboral correspondiente. De todas maneras, la producción de obras, sea por su calidad estética como por la cantidad de artistas callejeros, disminuyó notoriamente desde 2006 hasta la actualidad.

En Montevideo, por su parte, desde 2013 se encuentra vigente la Ley Nº 19120 sobre Faltas y Conservación de Espacios Públicos, el espíritu de la misma es muy similar a la ley de Ordenanza de Barcelona. Actualmente, existe un desafío importante con esta ley, conocida por el colectivo de artistas como “ley antigraffiti”. El conflicto sobre todo es simbólico, si bien las prácticas no han disminuido los resortes de atención ante posibles penalizaciones, hacen aumentar el estado de alerta al momento de producir obras callejeras. Igualmente, esta atención no sucede en todos los casos, ocurre precisamente en los graffiteros quienes transitan por la noche, los que caminan por la senda de la old school.

 8. Tienen un trato negativo con la policía

Montevideo © Ricardo Klein

Montevideo © Ricardo Klein

La relación con la policía y las lógicas que de allí devienen son un claro ejemplo en que las prácticas y procesos de creatividad de graffiteros y artistas urbanos están determinadas por el tipo de espacio público que se quiere para la ciudad; la administración pública es uno de sus grandes protagonistas en ese sentido. Las decisiones tomadas devendrán en lógicas específicas y traducirán ciertas formas de orden y control en el espacio público. Por ejemplo, las estrategias de creatividad para realizar graffiti y street art en Barcelona son muy diferentes a las que ocurren en Montevideo, más allá que en la esencia se trate de una misma expresión. Una de las tantas caras que tiene Barcelona como ciudad es su carácter policial y de “tolerancia cero” ante la realización de estas expresiones en el espacio público. Por su parte, en Montevideo, quizá por la impronta residual de las cercanías de “acá nos conocemos todos”, existe otro trato entre estos colectivos y la policía. En estas ciudades más pequeñas y sin tanto control policial las relaciones son más flexibles, sin tantos conflictos ni tensiones de por medio.

Sobre el autor:

Ricardo Klein. Sociólogo, se especializa en el área de la sociología del arte y la cultura, y de las políticas culturales. Es candidato a Doctor en el Doctorado en gestión de la Cultura y el Patrimonio (Universitat de Barcelona). Su tesis doctoral se centra en el análisis del graffiti y el street art en relación a procesos de creatividad urbana y dinámicas de valorización de estas expresiones artístico-culturales. @rkleinca

Artículo originalmente publicado en Cultura Colectiva