Columna: Cambio climático, una deuda con los niños.

Fotografía © The New York Times, edición 22 de septiembre de 2014

Por Juliana Gutiérrez. Asesora Académica de La Ciudad Verde.

Mientras algunos actores sociales todavía consideran el cambio climático como un fenómeno aislado de causas antropogénicas y otros se empeñan en diseñar la agenda futura para mitigar y adaptarse a las consecuencias de las variaciones del clima, hay un pequeño actor social que aunque invisible en la mayoría de escenarios dónde se investiga y propone la agenda de cambio climático, está alerta de la responsabilidad que deberá asumir por el desarrollo insostenible del planeta: Los niños.

Un estudio del año 2013 realizado por Unicef en Gran Bretaña evidencia la conciencia y el miedo de los niños a las responsabilidades que deberán asumir en el futuro por el desarrollo insostenible en nuestro planeta. Este hecho plantea una nueva mirada al abordaje que se hace del cambio climático en cualquier contexto.

Acudiendo a la frase “los niños son el futuro” ¿cómo es posible definir el futuro en los foros y debates internacionales sin tener en cuenta a quienes deberán afrontarlo? ¿Cuáles son los planteamientos de la agenda climática post 2015 que incluyen a los niños como sujetos y actores clave para mitigar y adaptar el desastre planetario que hemos causado?

El cambio climático es tal vez el reto más grande que enfrentan los niños hoy y que seguirán enfrentando por el resto de sus vidas; es por ello que la participación y conciencia de los más pequeños en los debates actuales sobre el futuro climático tiene que existir de una manera puntual e incluyente. El Artículo 12 de la Convención de los derechos del niño, (la más ratificada por todas las convenciones internacionales) afirma que los niños tienen derecho a expresar libremente sus opiniones en los asuntos que les afecten. Paralelamente, la declaración de Rio+20 menciona 10 veces la palabra “niños”, en el marco de la sostenibilidad y aunque no hay compromisos específicos, la declaración reconoce la necesidad de protección, supervivencia y el desarrollo, mediante la educación, participación y procesos inclusivos. So pena de lo anterior, en el escenario actual de discusiones sobre el cambio climático solo existe un abordaje en términos abstractos, sin considerar los costos humanos reales a futuro y el impacto intergeneracional.

Las perspectivas de aumento de la pobreza, los procesos de urbanización, el hambre, las enfermedades, la reducción del acceso a la educación y demás problemas que originan el cambio climático hacen que el futuro de los niños sea más incierto que nunca. Sin embargo, más allá de plantear un escenario catastrófico, con la evidencia existente, visualizar las consecuencias que deberán afrontar los niños, especialmente la asociadas a un mayor costo por no actuar hoy, ayudan a dimensionar el problema.

Por ejemplo, al finalizar el siglo 21 los costos de adaptación del cambio climático pueden oscilar entre el 5% y 10% del PIB . Para tener un punto de referencia, el gasto en salud en Colombia, Chile y Perú para el 2012 fue de 6,8% 7,2% y 5,1% del PIB respectivamente . Hay 600 millones de niños que viven en los 10 países más vulnerables al cambio climático. El 88% de las enfermedades asociadas al cambio climático ocurren en los niños menores de 5 años. 200.000 personas morirán y 200 millones de personas sufrirán de inseguridad alimentaria como resultado del cambio climático en países de bajos ingresos . Para el 2025 el número de personas que vivirá con escasez de agua será de 2.4 billones de personas y para el 2050 habrá entre 150 y 200 millones de inmigrantes debido al cambio climático.

Con este panorama, promover el diálogo y el entendimiento intergeneracional en la agenda del cambio climático es crucial. Si los niños se valoran como motores de cambio en sus comunidades y como responsables del futuro, pueden encontrarse alternativas de inclusión y participación que trasciendan los escenarios políticos.

Como lo planteó Richard Louv en su libro “Last Child in the Woods” los niños enfrentan el trastorno por déficit de naturaleza, abstraídos del entorno natural y el medio ambiente, creciendo en un ambiente de “pequeños consumidores”. Han heredado un planeta en deterioro y sus propias contribuciones aumentarán el problema si se continúa promoviendo el mismo estilo de vida. Por ello, mientras nuevos estilos de vida no emerjan, la situación será más compleja. En este sentido es importante mencionar el valor de la educación y la importancia de incorporar al sistema educativo, el respeto por la vida y el ambiente, estímulos para el desarrollo de la creatividad a favor del medio ambiente, la sensibilización por dichos temas y el fomento de la participación que permita que los niños sean desde pequeños, agentes de cambio y buscadores de soluciones.

El próximo año, es un año crucial para la toma de decisiones. Los gobiernos del mundo decidirán el camino que se debe seguir para abordar el cambio climático, y así mismo serán definidos los nuevos Objetivos de Desarrollo. ¿Deberían dichos espacios centrar sus discusiones en las necesidades de los niños? Si se piensa en la integralidad del concepto sostenibilidad, la respuesta es sí.

Finalmente, no toda la responsabilidad está en los tomadores de decisiones, en ese sentido ¿Qué puede hacer un ciudadano para escuchar las voces de los niños y promover su participación en los asuntos que tendrán que resolver en algunos años?

Fuentes:

Documento Final Rio+20
Cuarto Reporte de IPCC
Datos de libre acceso del Banco Mundial
UNICEF. Climate Change, children’s challenge
WHO. Healthy environments for healthy children. Key messages for action.
Climate Vulnerability monitor. 2012.
World Bank Water
The Future is here. OXFAM. 2009.