Columna Hacia un Santiago de calidad mundial: Un tesoro oculto en Apoquindo

Por Miguel Laborde, El Mercurio. (14/06/14)

La avenida Cristóbal Colón, termina en la curva y empinada calle de La Quebrada, nombre que reconoce, justamente, la ancha y boscosa hondonada por donde corren las aguas de una vertiente que, históricamente cuando hay lluvias copiosas, se desborda hacia la avenida e inunda la Rotonda Atenas. Hace unos años la municipalidad se hizo cargo y construyó unos estanques para controlar su velocidad e intentar represarlas.

El tramo más arbolado de la quebrada es el que se conserva al interior del extenso predio de la Dirección de Previsión de Carabineros de Chile (DIPRECA), de 40 hectáreas, porque más arriba todo se ha urbanizado y no quedan rastros de la vegetación original.

Eso sí, lo mejor del terreno de DIPRECA, sus aguas termales, han perdido su célebre temperatura; no hace mucho, en días muy helados, el vapor de las aguas calientes era visible desde lejos. Los sismos relacionados -todo el sector está sobre la falla de San Ramón- habría interrumpido el fenómeno geológico, según el cual las lluvias derivaban hacia las profundidades, donde adquirían su alta temperatura, para luego ascender gratamente templadas.

También subían cargadas de minerales, por lo que hasta no hace mucho se embotellaba y vendía el líquido con la marca que recuerda una avenida cercana: Vital Apoquindo.

El hospital de DIPRECA ocupa una parte menor del terreno; al sur de él se extiende un Centro de Recreación de la institución uniformada, el que incluye una piscina que se construyó cuando las aguas todavía eran temperadas, de 21 a 22 grados casi siempre, ubicada junto a un pequeño bosque que contiene área de picnics y juegos.

Unos metros más allá están las multicanchas; en su borde sur todavía son visibles las excelentes fundaciones del desaparecido Hotel Apoquindo, célebre en los años 20 y 30 del siglo pasado, de familia catalana y con restaurante, buena orquesta y pista de baile, amplias terrazas, jardines y laguna, cuando las modas europeas impusieron el hábito de acortar el invierno con estadías en termas, siendo las de Apoquindo las más favorecidas por su cercanía a la capital. El aire de montaña, los bosques perfumados, las aguas calientes, aportaban el mejor agrado de la temporada fría. La vista era valiosa, de Santiago y de toda la cuenca inferior del Mapocho.

Del hospital de DIPRECA han encargado un estudio para evaluar si el cambio térmico de las aguas de Apoquindo coincide con una variación en su composición mineral, o si todavía conserva sus ricas propiedades de hace un siglo. Y, de paso, considerar la posibilidad de calentar las aguas para volver a usarlas en la piscina, abandonada desde los daños causados en el último sismo. Con esa inversión, y la abundante vegetación de la quebrada, cuya altura aporta sombra aun en pleno verano, se rescataría uno de los escasos, y cada vez más valiosos, rincones naturales de la precordillera de Santiago.

La historia del lugar es, literalmente, milenaria. Los indígenas advirtieron las saludables propiedades de las aguas minerales, diferentes en cada lugar -en este caso para males reumáticos y cutáneos-, y casi siempre acompañadas de quebradas fértiles y ricas en hierbas medicinales. Este conocimiento y uso continuó en la Colonia de manera intensiva, y solo se interrumpió a mediados del siglo XX, cuando el cambio en las tendencias hundió al hotel, desplazado por los que tenían canchas de esquí.

Baños termales

Las termas surgieron entre el Cerro Apoquindo y el que se bautizó por ellas Loma de los Baños.