El aniversario de la primera palada

Por Valentina Mery, La Tercera.

[METRO] Hace 45 años, en el sector de Las Rejas, comenzó la construcción de la red de transportes que fue inaugurada seis años después.

No hubo actos, ni tampoco bendiciones, pero un día como hoy, hace 45 años, un grupo de obreros instalados en el sector de Las Rejas realizaba la primera palada del Metro. Comenzaba así la construcción del tren subterráneo de Santiago.

En ese momento, el proyecto contemplaba un trazado menor, comparado con la actualidad: 11 estaciones de la Línea 1, entre San Pablo hasta La Moneda. Hoy son 108 paradas repartidas en cinco líneas, más otras dos que están en construcción. Cada día, 2,4 millones de pasajeros, un tercio de los habitantes de la capital, se suben a los vagones del servicio.

“Al principio, la gente no entendía muy bien qué significaba esto del Metro, para alguno era un gasto innecesario, un lujo innecesario, bastaba con las micros. Para otros más visionarios, decían que si no lo hacíamos en ese momento, por la Alameda, no lo haríamos nunca”, recuerda Vicente Acuna, arquitecto de 69 años, quien participó en el diseño y construcción de la red durante 40 años.

El 29 de mayo de 1969, con la primera palada, comenzaron oficialmente las obras. La construcción prometía dar trabajo a cinco mil personas al año y fomentar la creación de industrias anexas. El proceso constructivo implicó el traslado de monumentos dentro de la Alameda y abrir el trazado de gran parte de la vía, lo que provocó desvíos.

Según explican en Metro, “todas estas obras se ejecutaron bajo el modelo de construcción tradicional, es decir, a calle abierta, que implicaba la extracción de gran cantidad de tierra para edificar desde abajo hacia la superficie y luego volver a tapar el orificio y restituir la vía pública”.

Usando este método, la construcción del primer tramo de la Línea 1 demoró casi cinco años, hasta la mañana del 15 de septiembre de 1975, cuando más de 800 personas participaron del viaje inaugural del sistema de transporte. La puesta en marcha de Metro marcó un hito en la historia de la ciudad, al igual que décadas atrás lo habían hecho el tranvía y los llamados carros de sangre (tracción animal).

“La red inicial era muy ambiciosa: tenía cinco líneas, tres urbanas y dos suburbanas con 100 kilómetros de recorrido. Este era un proyecto del año 70, entonces el sueño de todos era que se pudiera construir en los tiempos que estaban previstos, pero a poco andar surgieron corrientes distintas dentro del gobierno de Pinochet, que apostaron por el transporte de buses en superficie”, cuenta Acuna.

A pesar de esto, por varios años el tren subterráneo no era competencia para los buses. “Pasó algún tiempo en que no tenía gran público. Era un sistema bastante holgado, daba gusto andar, pero no era para eso para lo que se había creado: se construyó para llevar cinco pasajeros por metro cuadrado, no seis o siete, pero cinco sí”, recuerda Acuna.

En aquel tiempo, Metro era visto como la obra más moderna de la ciudad. En sus primeros meses de servicio, viajar en el tren subterráneo era un paseo dominguero. En la década de los 90 aumentó la cantidad de usuarios, influyendo en esto la inauguración de la Línea 5, en abril de 1997, que conectó el centro de la ciudad con La Florida. Esta se edificó utilizando un método más moderno de construcción, que incluía piques y galerías.

Con la entrada en marcha del Transantiago, en febrero de 2007, Metro pasó por su peor momento, al enfrentar un colapso ante la gran demanda del servicio. “Le costó recuperarse, pero yo creo que lo ha hecho bastante bien, tratando de comprar más trenes, mejorando los sistemas de señalización y pilotaje automático. Sin embargo, hoy la Línea 1 es una de las líneas más cargadas del mundo”, evalúa Acuna.