Los Muñoz Aravena: los últimos inquilinos de la Villa San Luis

Por Sebastián Sottorff, El Mercurio. (21/05/14)

Blocks serán demolidos

Los últimos departamentos del tradicional conjunto de Las Condes acaban de ser vendidos en $490 millones.

Una cancha de tierra, un par de potreros y la apacible avenida Presidente Riesco. Esa era la vista que hace casi cuarenta años tenía la familia Muñoz Aravena desde el living de su departamento en la Villa San Luis de Las Condes.

Así al menos lo recuerda la matriarca, Luisa Aravena. Ella, su marido y sus dos hijos iniciaron una cuenta regresiva hace casi un mes, cuando después de varios años de negociación, vendieron por fin su departamento: 58 metros cuadrados que una inmobiliaria compró en $490 millones.

“Muchos vecinos se apuraron y sin saber vendieron en hasta $30 millones. Nosotros fuimos más inteligentes y nos aguantamos hasta el final”, explica la mujer, que llegó a este lugar en 1976.

Claro que los días para esta emblemática villa están contados. Los Muñoz Aravena y otros siete vecinos tienen unos seis meses para desalojar el complejo habitacional construido a inicios de los 70. Luego, los blocks serán demolidos y en el terreno de 40 mil metros cuadrados se construirán varias torres de oficinas.

Hoy el contraste es evidente y mientras el cristal de los edificios aledaños brilla bajo el sol, la villa permanece casi abandonada. La tranquilidad de la avenida Presidente Riesco ya no existe y los potreros, hoy, son parte del pasado.

“Es el precio del progreso, dicen”, explica la mujer, quien no esconde su nostalgia. Porque el negocio de la venta fue “redondo”, pero los recuerdos “son millones”.

“Acá crecieron mis hijos y pasamos muchos momentos buenos. Yo amo Las Condes y me emociona ver cómo todo cambió. Iniciamos nuestro negocio familiar acá y con la venta del departamento se acaba una etapa. Creo que, de cierta manera, fuimos unos ignorantes al vender. ¿Por qué Brasil tiene sectores lujosos y puede convivir con las favelas?”, agrega, mientras termina de envolver algunos panes.

Ella y su familia se han dedicado por varios años a la venta de colaciones y almuerzos en las lujosas oficinas del sector.

“Muchos nos echarán de menos. Yo quería cambiar este departamento por un local comercial, pero no se pudo concretar. No hubo acuerdo”, dice.

Con los fondos que obtuvieron de la venta, la familia compró una casa en la avenida Presidente Riesco. Ese inmueble lo piensan arrendar y en una de esas, volver a Las Cruces, su balneario natal.

“Nos vamos con pena, porque pese a todos los cambios queríamos este lugar”, agrega la mujer. Al menos, la familia seguirá unida.