Fantasilandia tiene un terreno de 40 hectáreas, por si municipio pone fin a concesión en 2022

Por Valeria Ibarra, El Mercurio.

El parque de diversiones más grande de Latinoamérica cumple 36 años:

Abre solo 200 días al año y factura $6.000 millones. Llegó a su tope de visitas: sus 40 juegos son usados al año por un millón de personas.

En 2022 se termina la concesión entregada por la Municipalidad de Santiago a Fantasilandia, que data de 1977 y que se ha renovado tres veces. La familia Arteaga, dueña del icónico parque de diversiones, el más grande de Latinoamérica y el único en su tipo en Chile, tiene un “plan B”: un terreno seis veces mayor en la Región Metropolitana, que destinarían a un centro de entretenimiento con un parque acuático.

El fin de Fantasilandia en su actual ubicación se prevé hace años. En 2002, cuando Raúl Alcaíno era alcalde de Santiago, esta área se declaró Zona Típica dado que se estimó que era de interés por su arquitectura de inicios del siglo XX. Se consideraba reconstruir o preservar los edificios con la estética de esa época, y estos planes eran poco acordes con un parque de diversiones. Recientemente, a fines de diciembre la actual edil, Carolina Tohá, dijo que iba a revisar el contrato de concesión, por estimar bajo el canon de arriendo mensual, del orden de $5 millones.

El municipio también prohibió que los clientes del centro de diversiones usaran parte del Parque O’Higgins como estacionamiento, lo que complica a los dueños, aunque están en tratativas con la alcaldía.

Gerardo Arteaga Oehninger, dueño y fundador de Fantasilandia, evita pronunciarse sobre sus flancos abiertos con la autoridad, y afirma que el parque tiene una rentabilidad baja debido a la gran inversión que requiere y el reducido retorno que genera. Si bien recibe un millón de visitantes al año, solo está abierto 200 días anualmente; gran parte de la afluencia de público se concentra en la época estival, y la entrada (de hasta $9.000 y $10.000 por persona) está entre las más bajas del mundo, agrega Gerardo Arteaga Cerda, hijo del fundador y actual gerente general de Fantasilandia.

La facturación de Fantasilandia llega a unos $6.000 millones, pero allí trabajan unas 700 personas y el costo de mantención es alto, dicen sus gestores.

Gerardo Arteaga hijo agrega que Fantasilandia no puede crecer más en su actual ubicación. Tienen 6,5 hectáreas, unos 40 juegos, el último de ellos el “Pirate Revenge”, que costó US$ 1,4 millones.

El nuevo terreno de 40 hectáreas -del que prefiere no revelar su ubicación-, no es para desarrollarlo en paralelo a Fantasilandia. Según los Arteaga, Chile no da para más de un parque de diversiones grande. Ya tuvieron Mundo Mágico y lo cerraron. En Brasil, donde hay urbes que duplican la población de Santiago, quebraron dos parques que se instalaron en Sao Paulo en los ’90.

Echar a andar un centro similar requiere de unos US$ 70 millones de inversión, señala Arteaga Cerda. “Necesitas una oferta mínima de juegos, que son caros”, explica. Por ejemplo, el Raptor, una montaña rusa que tiene varios puntos de gravedad cero, lo compraron en Holanda en US$ 8 millones..

La banca es renuente a financiar emprendimientos de este tipo, comenta Arteaga Oehninger.

Un cura, scooters y el estero

Todos los años, el sacerdote belga Josse van der Rest viaja de Europa a Chile para inaugurar en noviembre o diciembre los juegos nuevos de Fantasilandia, junto a niños del Hogar de Cristo. Y es que Van der Rest es directamente responsable de la fundación del parque.

En 1975, el cura, que a la sazón trabajaba en el Hogar de Cristo, le vendió a Arteaga unos autos scooters para poder comprar comida. “Estaban sin ruedas, eran viejos y, como yo tenía una maestranza, los reparé. Se nos ocurrió ponerlos como entretención en el Marga-Marga, en Viña, el 29 de diciembre de 1975”, cuenta Arteaga Oehninger, que junto con su esposa vendieron las entradas y controlaban el acceso de los autos. “Había una fila enorme y ahí me di cuenta de que había necesidad de entretención”, rememora el fundador de Fantasilandia.

No sabía nada del negocio. “Llamé un lunes a las 8 a la municipalidad de Santiago, y me contestó el propio Patricio Mekis (en ese entonces, alcalde de Santiago). Como no tenía tiempo, me citó el sábado a su casa, antes de un almuerzo familiar. Y en media hora le expliqué mi idea, que le encantó”, dice Arteaga Oehninger.

El parque fue inaugurado hace 36 años, el 26 de enero de 1978. Compraron los juegos con un crédito de Corfo por US$ 2 millones para adquirir ocho juegos, como “El Pulpo” y el “Century 2.000”.

El fundador confidencia que tomaron como veinte años en pagar el préstamo y tener números “razonables”.