Columna Hacia un Santiago de calidad mundial: Santiago y sus 26 cerros libres

Por Miguel Laborde, El Mercurio. (07/12/13)

Pregunta de un lector: “Si tuviera que escoger una sola línea de trabajo para mejorar Santiago, ¿cuál escogería?”.

Es un buen ejercicio…. Los cerros isla, es mi respuesta. Porque ahí está el núcleo más permanente de lo que ha sido el habitar el valle de Santiago, desde que el Huelén fue el hito mayor para los picunches locales, un eje vertical que comunicaba lo bajo -sus oscuras cuevas de aguas sonoras- con lo alto que se abría hacia el paisaje del valle iluminado.

En los cerros estuvieron las primeras ermitas, la de Montserrat en el Blanco y la del Santa Lucía. A los pies de éste, en el faldeo oriente, los españoles levantaron una pequeña iglesia donde se pedía tregua a San Saturnino, el protector contra los temblores, obra de 1577. Debió ser algo especial el acto de salir de la ciudad, rodear el cerro, y ahí, entre alfalfales, encontrar ese lugar pequeño que miraba a la cordillera.

En medio de la soledad y el silencio, fue el primer germen del actual Barrio Lastarria. El Mapocho se llevó la iglesita treinta años después, en una salida violenta de sus aguas, y no quedó ni huella del emplazamiento.

Vicuña Mackenna hizo del Santa Lucía el mejor paseo de Santiago. Fue notable el resultado, pero si sus contemporáneos lo hubieran apoyado, en vez de criticarlo, habría sido espectacular. Pensó elevar el agua hasta lo alto de una estructura en la cumbre, para dejarla caer sonora y refrescante; de noche, la luz de un faro rotaría e iría iluminando los barrios, uno tras otro.

A mediados del siglo XIX y comienzos del XX, sendas misiones científicas estudiaron el hemisferio sur hasta escoger los cerros de Santiago, para emplazar los primeros observatorios australes.

En el San Cristóbal, la Virgen ha sido la imagen icónica de la capital, el punto más visible en la noche y, a su vez, el mejor lugar para contemplar la ciudad. Santiago cambió con su forestación, y mientras más se perfeccione su protagonismo, más se beneficiará el paisaje urbano, dándole a la capital una imagen más clara y definida.

Un proyecto de alumnos de arquitectura de la U. Católica puso en valor la excepcional riqueza, privilegiada entre las urbes del mundo, de tener tantos “cerros isla”, que podrían constituir sendos hitos y paseos.

En estos días, un equipo dirigido por Isabel Cruz e integrado por Mónica Corradi y Luz María García Vermehren nos sorprendió con una investigación sobre Roberto Matta y la ciencia. Siendo un escolar, en los Padres Franceses donde había un pequeño observatorio, el futuro artista escudriñaba los cielos y escribió varios artículos relacionados en la revista del colegio. En lugar de sentirse ahogado por el cinturón de cerros, aprendió a dirigir su mirada hacia el punto más abierto: arriba de ellos. Cuando se le pregunte, ya mayor, por el significado de sus obras, responderá: “Yo pinto el cosmos”.

En relación a los cerros como miradores naturales diurnos y nocturnos, una muy buena noticia es que, finalmente y luego de medio siglo, se anuncie el retiro de todas las antenas que por tantos años han contaminado la cumbre del San Cristóbal, su Santuario de la Virgen y nuestra altura mayor.

Cerro San Cristóbal: www.santuariocerrosancristobal.cl

“Cerros isla”

Ahí está el núcleo más permanente de lo que ha sido el habitar el valle de Santiago.