Ciudades sudafricanas: Los contrastes en el escenario post-Apartheid

En African Centre for Cities de la University of Cape Town se ha desarrollado recientemente el Workshop “Informal Settlements: Urban Development Challenges”. En ese marco, se produjeron debates académicos, visitas de campo, reuniones con funcionarios y caminatas por asentamientos informales.

Y también fue posible tomar contacto con buena parte de la realidad sudafricana para comprobar cómo la ciudad se constituye en un instrumento que colabora en acentuar las históricas asimetrías socioterritoriales. En Sudáfrica residen cerca de 45 millones de habitantes, de los cuales sólo una décima parte es “white people”.

Durante más de 40 años, el Apartheid constituyó una política oficial de segregación, signada por un proceso sistemático de discriminación política, económica y social que legitimó crímenes, torturas, persecuciones y explotaciones por parte de una minoría blanca hacia la mayoría negra.

Este modelo opresivo disparó fuertes movimientos de resistencia que condujeron hacia el fin del Apartheid con las primeras elecciones libres e iniciaron un proceso de democratización e igualdad de todos los ciudadanos. Hoy, tras casi dos décadas de vigencia constitucional de los derechos políticos, el gran desafío que las ciudades afrontan es el de la integración.

Sudáfrica cuenta con tres ciudades capitales: Pretoria, sede del poder ejecutivo; Johannesburg, es la sede del poder judicial; y Cape Town, sede del poder legislativo. Existen once lenguas oficiales y en esas once lenguas está escrita la Constitución Nacional. El país tiene enormes riquezas y valores naturales, paisajísticos, culturales y territoriales.

El espacio público como remanente

En correlación con nuestro modelo de sociedad, emergen diversos contrastes. Por un lado, es posible observar la imponente altura de los muros de mampostería perimetrales que levantan las diferentes viviendas de los magnates del oro y los diamantes, que suelen rematar en cercos alambrados punzantes y tendidos electrificados.

Los barrios ricos, tal como Sandton Village en Johannesburg, connotan un valor simbólico que acrecienta las asimetrías de la población. Muros infranqueables, barreras visuales, casillas de vigilancia y personal de seguridad protegen las viviendas y tornan al espacio público en un remanente urbano reducido a la circulación vehicular.

Emblemática resulta la intervención en el Victoria & Alfred Waterfront de Cape Town. Constituye el centro turístico más importante, donde el antiguo puerto de la ciudad se ha sido transformado en un área gentrificada, con restaurantes étnicos, espacios aterrazados, exuberantes yates, hoteles de lujo y grandes tiendas que recuperan una arquitectura industrial decimonónica de calidad para introducir funciones recreativas, culturales y comerciales.

Y en el otro extremo se sitúan los “townships”, asentamientos informales de las periferias metropolitanas, con altos niveles de precariedad. Los casos de Langa y de Eziko en Cape Town, por ejemplo, son testimonio de lo expuesto, con procesos organizados de ocupación de tierras comunales y levantamiento de casillas en zonas desprovistas de todo servicio, sin la mínima infraestructura.

Los principales desafíos a afrontar

En la actualidad, las ciudades afrontan problemas tan extremos como complejos. La reaparición de la miseria urbana así como el incremento sustancial de la pobreza y su segregación física han alcanzado niveles desconocidos. Al mismo tiempo, se observa un fuerte proceso de bunkerización, con alta seguridad y aislamiento.

Este modelo busca preservar física y simbólicamente a unos de otros, genera grandes tensiones y disputas que se expresan en el territorio. Esta ruptura de patrones tendenciales de crecimiento fomenta las asimetrías socioespaciales, protegiendo a unos y pauperizando al extremo otros.

Se pone en evidencia, de este modo, el fin de un paradigma: el de la ciudad solidaria, compacta e integrada. La ausencia de nuevas utopías inhibe la necesaria reflexión colectiva. Con lo cual, cabe preguntarse si éste es el modelo de ciudad al que la sociedad en su conjunto aspira.

Consecuentemente, el principal desafío que asumen las ciudades para la próxima década es doble e implica, por un lado, la ruptura de ese modelo de ciudad dispersa y fragmentada, cerrada y excluyente, y por otro la recuperación de aquellos criterios que históricamente la consagraron como tal.