Bi-bicentenario Valdivia: planes, efectismo y una celebración pendiente (pero posible).
Ya en plena campaña electoral, la fiesta dieciochera de los -supuestos- 203 años republicanos va pasando sin que aun la ciudad logre prioridad en la agenda política. Entre más y menos ajetreos y la desolada espera de nuevos liderazgos representativos, la convocatoria para celebrar aniversarios de distinta índole, va abriendo opciones revisionistas para lo que hemos hecho, analizar lo que estamos haciendo y replantearnos necesariamente el país que soñamos construir para habitar.
Hace ya más de una década, la extinta DEOB (Dirección Ejecutiva de Obras Bicentenario) se había planteado dar dirección a los grandes proyectos de 26 ciudades de Chile, materializando el discurso presidencial de entonces (pág.19 del link). Lamentablemente, el cortoplacismo y la disminución temporal de los períodos gubernamentales aportarían a la perdida de visión, anulando un plan coronado amargamente por el gran terremoto y tusunami(sic) del 2010, desdibujando las proyecciones hacia un posterior y desacertado intento de un mercado auto-regulado en la (indi)gestión de la ciudad, donde las consecuencias de la desregulación neoliberal han sido y seguirán siendo nefastas para una calidad de vida urbana mejorada, para más del 89% de l@s chilen@s.
Desde esta referencia nacional, ¿Porqué Valdivia, la ciudad de los ríos, puede tornarse evidencia de nuestras contradicciones urbanas y notable oportunidad de corrección?
Considerando la desorientación resultante de un plan olvidado -o inexistente-, se torna adecuado rescatar casos prácticos de debate y definición de ciudad, de lo que se permite ocurra, a la vez de dar nuevo tiempo para la pausa reflexiva, previa y necesaria para una corrección. La evidencia asomó desde la recientemente creada Región de los Ríos, donde su capital administrativa Valdivia -fundada en 1552 por el mismísimo conquistador- ha suscitado una compleja e interesante polémica, que paradojalmente cuestiona el Plan Maestro desarrollado en 2002 y sus sistemas de integración, al tiempo de paralelamente liderar valiosos procesos de incorporación de sustentabilidad urbana en planes, proyectos y obras, hoy recopilados algunos por el programa gubernamental Legado Bicentenario.
El análisis comparativo entre lo planificado, lo ejecutado y los planes y proyectos vigentes permite la detección y seguimiento del discurso pre-definido, que planteaba una imagen urbana estructurada en seis conceptos-ciudad: la condición fluvial navegable, el patrimonio, la cultura, los servicios, la integración, el turismo y el medioambiente, generándose una cartera de proyectos priorizada, con proyectos para puentes, la vialidad de circunvalación, intervención urbana en calles y parques, la costanera y colectores sanitarios, con diversos grados de cumplimiento y que en general, pese a cambios en la lista o aplazamientos, han logrado concordancia con las visiones planteadas. Desemboca este proceso en la actual administración, que determina cinco proyectos emblemáticos: la restauración de la Casa Prochelle y del castillo de Niebla, el Centro Deportivo CAR Náutico, el puente Cau-Cau y la controvertida innovación de la bandera regional de Valdivia.
Los cuestionamientos a la instalación de la Bandera rondan temáticas ya conocidas en los proyectos urbanos: el exceso de centralismo en la decisión (1) o el monto de inversión de la obra (2) -superior a los MM$400-, pero principalmente llama la atención la decisión por un emplazamiento técnicamente complejo (3), en las cercanías del sector helipuerto de la costanera (espacio de gran vitalidad en que priman las actividades deportivas, recreacionales y turísticas, indicado en rojo en imagen siguiente), como se ha dicho, desestimando además la oportuna sugerencia de relocalizarlo en el futuro barrio Cívico de la ciudad (4), en el antiguo sector ferroviario en vías de reconversión funcional, en el cual aún hacen falta actos fundacionales para su efectiva activación. Más allá de los cuestionamientos y para un análisis que intente acercarse a la certeza, vale la pena revisar si la propuesta se condice con los planteamientos preexistentes y si no lo fuera, buscar opciones antiguas o nuevas de verdadera celebración simbólica de la emancipación de la corona española. Así, el distante apoyo a la iniciativa desde el Nivel Central se ha encontrado con una reactiva oposición local, causando la búsqueda de alternativas por el Alcalde y de los consejales de oposición de la Comuna para concluir en variadas funas ciudadanas, que cuestionan sus impactos.
Y es que llama la atención la rigidez de las posiciones, desconociendo variables de orden técnico, en un sector del borde costero donde la prioridad económica tras los intereses productivos forzó la cesión de valiosos recintos portuarios para otros usos, condición que permitió el vínculo de la ciudad con su borde de modo muy temprano, generando no sólo un liderazgo extraordinario de deportes náuticos a nivel país, sino también estar entre las 12 ciudades más gratas para vivir en Chile, con una relación extraordinaria de la ciudad y su entorno, generadora de productividad, cultura e identidad.
En estas condiciones y mientras se resuelve el enclavamiento, han surgido voces locales para que se defina un mejor emplazamiento posible , donde la Delegación Zonal del Colegio de Arquitectos -en una valiosa reacción critica, a la vez de propositiva- ha propuesto re-potenciar el nuevo barrio cívico, en la ribera cercana a la antigua Estación del Ferrocarril, hoy subutilizada para recorridos esporádicos, pero con un emplazamiento de extraordinario potencial intermodal, urbano y paisajístico, solicitando se considere respetar la posición local, en parte materializada en el proyecto ganador de la costanera de Valdivia, concurso de ideas reciente, donde participaron más de 63 oficinas nacionales e internacionales, respecto al cual el MOP ha licitado recientemente su prefactibilidad y diseño de ingeniería.
En consecuencia cabe preguntarse. ¿Cual es el proyecto – atribuíble a una celebración Bicentenaria- que retomando las inspriraciones ya definidas, verdaderamente le cambia la cara a la ciudad y otorga nuevos y mas beneficios a sus habitantes?
Esa oportunidad parece darla el proyecto del Museo de Arte Contemporáneo de Valdivia, espacio y proyecto de ampliación en el que confluyen varios de los planteamientos anteriores de los Planes Maestros del pasado reciente, específicamente la cultura, el patrimonio, el turismo, la ciudad fluvial, integrada y de servicios que se pensó y acordó llevar a cabo. Un museo que es propiedad de la Universidad Austral, de gran potencial por su localización en pleno frente fluvial e inserto en vestigios arqueológicos de gran interés espacial, aunque claramente subutilizado y con cierto grado de precariedad, dadas las severas restricciones museológicas que le condiciona la humedad del edificio. Su funcionamiento actual opera como “Etapa Cero” y está en desarrollo final un proyecto de expansión y restauración a ser implementado apenas hayan recursos disponibles. Cabe sumar a la población flotante de la época estival y los visitantes que llegan en búsqueda de cultura -Festival de Cine de Valdivia-, un Museo de Arte Contemporáneo renovado y potenciado garantizaría una demanda considerable de espacios para la cultura y el esparcimiento en un contexto no sólo valdiviano, sino también nacional. Todo esto mientras la ciudad lidera los índices de actividades universitarias e investigativas, todos los ingredientes para contar con una infraestructura cultural de primer nivel.
En consecuencia y más allá de sus cualidades y deficiencias, la paradoja entre una y otra obra, nos da oportunidad de que se conmemore la verdadera independencia de Chile, lograda y firmada en febrero 1818 y por tanto aún no celebrable. Gran tarea la nuestra, de que la ciudad no termine desconsiderada como el acta original de independencia, pisoteada por los mismo intereses mezquinos que periódicamente nublan nuestra visión de sociedad y sus espacios de convivencia. Aun más, cuando la verdadera liberación de Valdivia se produciría en 1820, siendo uno de los últimos bastiones monárquicos de la naciente República. Quedan entonces, entre 5 y 7 años para la verdadera celebración, para ser testigos -y mejor partícipes- de este significativo proceso de desarrollo urbano para liderar desde ello la adecuada transformación de nuestras ciudades.