Anuncio de cierre de librería Qué Leo pone fin a doce años como ícono del Drugstore

Por P. Cofré y V. Pozo, La Tercera.

Hace un año que el dueño de la librería fue notificado por el arrendador del espacio.

Hace doce años, una pequeña librería de nombre Qué Leo abrió en Las Urbinas 27. Le fue bien y, por eso, a poco andar, decidió arrendar la tienda contigua. En 2007 su dueño, Juan Carlos Fau, ya estaba abriendo el local que hoy está en plena esquina de Av. Providencia y Las Urbinas.

Amante de los libros, Fau decidió que ese espacio sería, además, de una tienda que albergara literatura, un lugar para el encuentro cultural. Ahí empezaron a realizarse lanzamientos de libros, tertulias con premios nacionales, sesiones en vivo de stand up comedy, lectura de textos por parte de actores y hasta recitales íntimos con artistas como Javiera Parra o Gepe.

Juan Carlos Fau asegura que al día entran cerca de 150 personas a la librería. Sin embargo, ayer anunció que su negocio estaba viviendo una compleja situación. Hace un año el propietario del lugar, Juan Ignacio Vinagre, le avisó que arrendaría el local (cuyo costo es de $ 4,8 millones mensuales) a una cadena de farmacias. Pero el periodista no se preocupó de inmediato, pues su contrato de arriendo vence en agosto del 2014.

Sin embargo, Vinagre decidió adelantar la fecha en que recibiría a sus nuevos arrendatarios y le pidió a Fau que se retirara.

“Fue hace un par de meses, después de que el propietario me dijo que había llegado a acuerdo con la farmacia y que debía entregar el local en junio”, explica Fau. Y agrega: “A eso yo me opongo tajantemente”.

El periodista explica que no llegaron a ningún acuerdo para terminar anticipadamente el vínculo y que Vinagre recurrió a un arbitraje judicial para bajar las cortinas de la librería.

En la oficina del propietario del local ratifican que ya existe un acuerdo con una cadena farmacéutica (en Cruz Verde señalan que ellos no son los interesados en el lugar) y que esperan que el proceso del desalojo de la tienda se concrete pronto, gracias a las acciones legales interpuestas por el arrendador en abril pasado.

“Vamos a defendernos con todas las herramientas de la ley para que se respete nuestro contrato. Tenemos todos los pagos al día, por lo que no corresponde un término anticipado de éste”, asegura la abogada de Qué Leo, Nina López.

Pese a que Qué Leo posee otros locales en Apumanque, en calle Merced y uno que está por abrir en Ñuñoa, se trata de concesiones entregadas a otros propietarios.

Variopinta clientela

Políticos como el ex Presidente Ricardo Lagos, el postulante a senador UDI, José Antonio Kast, y los candidatos presidenciales Claudio Orrego y Andrés Velasco compran habitualmente en Qué Leo. También los músicos Manuel García y Nano Stern, y escritores como Gonzalo Contreras, Germán Marín y Roberto Merino, para adquirir obras de sus colegas nacionales o extranjeros.

No sólo su variado catálogo los seducía, sino también su ubicación -en un barrio central, rodeado de cafés- sino además el sistema de ofertas repentinas que lanzaban por redes sociales y el trato personalizado en su interior. Era el mismo Fau quien atendía a sus clientes.

El escritor Gonzalo Contreras dice que pasa habitualmente a comprar libros de política. “Es deplorable que se cierre. Es una librería con una excelente visibilidad y además se ha transformado en un centro cultural”, explica.

Opinión similar tiene el escritor y crítico literario Camilo Marks. “El cierre de esta librería es un desastre y una pérdida para la ciudad. Cuando alguien quiere aprender, curiosear y pasar un buen momento, va a la Qué Leo, porque ahí los vendedores saben de literatura, no dan cátedra de ignorancia como los de las grandes cadenas”.

Barrio de libros

Según el presidente de la Cámara Chilena del Libro, Arturo Infante, Providencia es el polo de librerías más importante de Santiago. “En un radio de menos de un kilómetro podemos encontrar al menos 12 librerías. Luego está San Diego y Lastarria, pero nada se le compara”, afirma.

Infante lamenta la situación de esta librería del Drugstore y dice que es un síntoma de la fragilidad que viven las pequeñas librerías. “Por lo mismo, hay que resguardarlas, como se ha hecho en Francia, donde se han destinado millones de euros para que las más chicas no se vean afectadas, especialmente en esta época de la masificación de los sistemas de lectura digital”.

En esta línea Infante propone que se dote a estos locales de una categoría de “centro cultural”, así se le daría un uso múltiple y tendrían que responder a la obligación de tener varias actividades y no sólo vender libros.