Los “tesoros” que guardan los depósitos de los museos de Santiago

Por Darío Zambra, La Tercera.

En el Museo de Historia Natural se almacenan momias egipcias y chilenas.

En febrero de 1954, un grupo de arrieros que recorría el cerro El Plomo, la montaña más alta de Santiago, encontró el cuerpo congelado de un niño de ocho años, que tenía vestimentas y adornos de la cultura inca. Los tres hombres lo mantuvieron congelado y lo trasladaron al Museo de Historia Natural.

Ahí, los investigadores descubrieron que el niño fue ofrendado al dios Inti, hace más de 500 años, en una ceremonia conocida como Capacocha. Por su valor histórico, fue exhibido hasta los años 70 en el primer piso del recinto de la Quinta Normal. Sin embargo, luego fue retirado por razones de conservación y porque la Unesco recomienda no exhibir restos humanos.

“Es una tendencia mundial y se hace por respeto a los pueblos originarios. De hecho, en las exposiciones ya no se presentan momias, sólo replicas”, explica Claudio Gómez, director del museo.

Hoy, el Niño del Cerro El Plomo -que es como se conoce a esta reliquia arqueológica- se conserva dentro de una vitrina especial, a una temperatura de entre -2 y -4 grados, ubicada en uno de los depósitos del ala poniente del edificio. Ahí está guardado todo lo que no está expuesto al público. “Tenemos entre uno y dos millones de piezas, pero por espacio sólo podemos exhibir 300, que es menos del 1%”, asegura Gómez.

En el resto de los museos de Santiago se repite la misma situación: son tantas las piezas que han acumulado con los años que no se pueden exhibir todas, porque el espacio para ese fin es insuficiente. El Bellas Artes, por ejemplo, tiene una colección de más de 5.300 obras -en su mayoría pinturas- y de esas se exponen alrededor de 200.

Por ese motivo, los depósitos de estos recintos capitalinos están repletos de “tesoros” que se muestran al público sólo en exhibiciones temporales.

Fue lo que sucedió con una de las joyas del Museo de Historia Natural: una colección de cuatro momias egipcias, que el gobierno de Chile encargó comprar a sus diplomáticos en el extranjero, durante el siglo XVIII. Se conservan cada una en sus respectivos sarcófagos, los que están guardados en un depósito.

Los santiaguinos las pudieron apreciar durante un tiempo, cuando se montó la muestra temporal Panubis: del Antiguo Egipto a la Eternidad, inaugurada en 2009 y vista por más de 200 mil personas.

En los depósitos del museo también se guardan momias chilenas de la cultura chinchorro y fósiles de dinosaurios, como los restos de un ave de más de seis metros, que vivió hace más de ocho millones de años en el norte del país. No es todo lo que hay ahí: también se guardan muestras de plantas nativas que ya están extintas, como el sándalo de Juan Fernández.

La cama de Balmaceda

En el Museo de Bellas Artes las colecciones se almacenan en tres depósitos ubicados en los subterráneos del recinto. Las componen cuadros, dibujos y esculturas, que se conservan a una temperatura y humedad especial.

Gran parte son obras de los grandes maestros de la pintura chilena, como Pedro Lira y Alfredo Valenzuela Puelma. Entre ellas, están el Retrato de la hija del general Bulnes, de Lira, y La lección de geografía, de Valenzuela Puelma. “Este último es un cuadro icónico y está en el inconsciente colectivo de los chilenos”, sostiene Marianne Wacquez, quien está a cargo de las colecciones del Bellas Artes.

Una serie de cuatro arpilleras de Roberto Matta y una colección de dibujos del Renacimiento italiano también están entre las obras más valiosas de esos depósitos.

En tanto, en el Museo Histórico Nacional también se ven obligados a guardar, por problemas de espacio, el 99% de los objetos que poseen y que se exhiben de manera temporal.

Por esa razón, en sus depósitos es posible encontrar muebles que pertenecieron a Arturo Alessandri, la cama del Presidente José Manuel Balmaceda, espadas y armas de ex mandatarios de Chile y una colección de retratos de gobernadores que mandó a pintar Benjamín Vicuña Mackenna.