La historia detrás de la casa abandonada de Plaza Ñuñoa

Por Valentina Pozo, La Tercera.

Cuando llegó en 1969, su dueño abrió un restaurante de comida china en el centro. Para vivir escogió este inmueble en Jorge Washington 70, el que con el tiempo se convirtió en un “punto negro”.

Imposible no pasar por delante de esta casa y preguntarse de quién es y si está ocupada o no. Completamente cubierta de enredaderas -y por lo mismo, con una arquitectura que ya casi no se aprecia-, es la única casa señorial que va quedando intacta en Plaza Ñuñoa. Las demás, aunque aún dan clases de estilo, están transformadas en restaurantes, recubiertas de vistosos colores y carteles de neón.

Esta permanece ahí, sin muchas modificaciones desde 1973, el año en que el inmigrante oriundo de Cantón y fundador de uno de los cuatro primeros restaurantes de comida típica en la capital, Yuet Wong Chan, le compró la mansión a un matrimonio dedicado a las exportaciones.

Entonces, la plaza no era lo que es hoy. La oferta de diversión era más acotada; sólo existían El Dante, Las Lanzas, La Taverna della Piazza y el Cine Dante (actual Teatro de la Universidad Católica). De hecho, lo que más le gustó al señor Yuet fue la tranquilidad del barrio y lo grande del terreno de la casa: 1.000 m2 de terreno y 350 m2 construidos.

Ahí, en Jorge Washington 70 vivió tres años, pero en 1976 cambió de planes. Con los toques de queda, no alcanzaba a llegar desde su trabajo, en el centro, a su hogar ñuñoíno. Entonces la abandonó, compró un departamento cerca de su local, y la dejó como bodega.

Hoy, es el único recinto que no ha cambiado a la par con el vuelco gastronómico que experimentó la plaza en los últimos 20 años. Le han ofrecido comprar su inmueble varias veces; desde el alcalde de la comuna, Pedro Sabat, pasando por particulares y llegando a inmobiliarias conocidas en Ñuñoa. Pero se ha negado, según cuenta, porque la oferta económica no ha sido suficiente. “No tengo apuro ni necesidad por venderla”, dice en un castellano imperfecto, a pesar de los 44 años que lleva en el país.

El arribo

Desde la década del 50 que el señor Yuet tenía ganas de conocer Chile. “Por las oportunidades de negocios que había acá”, dice. Pensó también en EEUU, pero “por trabas con inmigración” ese proyecto se frustró.

Así, en 1969 llegó directamente desde Hong Kong, con la idea de instalar un restaurante de su comida típica en una ciudad donde ésta aún no se popularizaba. De hecho, antes que su negocio sólo existían tres en Santiago Centro.

El mismo año de su arribo levantó el local Lung Fung, primero a pasos del cerro Santa Lucía y luego en Agustinas 715, en el subterráneo de una galería (lugar donde aún funciona el restaurante).

Hoy, a sus 76 años, Wong Chan recuerda la tímida oferta culinaria que hizo crecer su negocio. En un comienzo, sólo ofrecía menús con arrollados de mariscos, chapsui de pollo, carne o verduras, y pato pequín. Pero al poco tiempo y para su sorpresa, su negocio empezó a dar frutos. También, a demandarle mucho tiempo. Eso fue lo que marcó el inicio del abandono de Jorge Washington.

La casa isla

Cuando llegó a vivir al barrio, el señor Yuet era conocido como José Chan. “Era más fácil de pronunciar que mi nombre”, bromea el empresario de 76 años.

“Al principio no tenía problemas para trasladarme de Ñuñoa al centro”, cuenta. “Pero el 76 empezó el toque de queda y decidí comprarme un departamento cerca de mi local”, cuenta.

Como necesitaba almacenar sus productos gastronómicos y decorativos, destinó la casa a almacenaje. Le es cómoda para esos fines: tiene siete habitaciones, una cocina, un subterráneo y una bodega. Hoy no se entra por la fachada, sino por las dos entradas laterales.

En algún momento pensó en un restaurante en esta casona, pero tal como cuenta, las décadas de trabajo le han pasado la cuenta. “Quizás hace seis años lo hubiera hecho, pero ahora estoy cansado, quiero ocuparme del Lung Fung y descansar”, explica el empresario.

No esconde los montos de las decenas de ofertas que ha recibido. Hace dos años, por ejemplo, un comerciante le ofreció $ 650 millones por el inmueble, pero la compra nunca se concretó. Otro de los interesados fue la Municipalidad de Ñuñoa, por que le ofreció a Wong Chan comprárselo o arrendárselo, pero no llegaron a acuerdo. “Arrendar no quiero. Trae demasiados problemas con personas que no pagan”, dice entre risas.

Pero sí advierte que cuando reciba un ofrecimiento que le convenga, quizás se deshaga de la casa. “Quizás por $ 1.000 millones”, dice con total tranquilidad.