Las dos décadas de Sanhattan, el barrio más influyente de la capital

Hace 20 años se levantó frente al Mapocho una torre de 33 pisos, que pronto se hizo acompañar de otras similares a cada costado. Ese fue el puntapié inicial para que el sector se convirtiera en el principal polo de negocios y el primero en modificar el skyline de Santiago.

Por Darío Zambra, La Tercera

El evento se hizo en una carpa blanca instalada en la fachada del lugar, frente al río Mapocho y sin escatimar en gastos. Entre los invitados estaban los ministros de economía y del trabajo de la época y varios empresarios influyentes. Incluso, el párroco de la iglesia castrense de Av. Los Leones roció con agua bendita las nuevas instalaciones.

Ese jueves 16 de diciembre de 1993 el empresario y arquitecto, Abraham Senerman y la Sofofa en pleno, destaparon varias botellas de champaña cuando inauguraron en Av. Andrés Bello 2777, el Edificio de la Industria, un rascacielos de 120 metros de altura y de 33 pisos que desplazó a la Torre Santa María.

Ostentó ese título durante dos años, hasta que la oficina Iglesis+Prat levantó en Av. Providencia la torre Telefónica. Sin embargo, conservó una marca hasta hoy: haber sido el primer rascacielos que se erigió en el principal barrio de negocios de Santiago. Su apertura fue todo un acontecimiento, porque no se parecía en nada a las construcciones de oficinas del centro de la ciudad, antiguas y estrechas.

El Edificio de la Industria era moderno y estaba dotado de los últimos adelantos tecnológicos, como fachadas de vidrio y plantas libres de más de 1.000 m2. Además de eso, ascensores de alta velocidad y estacionamientos subterráneos.

En 1995 algo se empezó a fraguar ante los ojos de los capitalinos. Con la apertura de la torre Pacífico, unos pocos metros al poniente, y las fundación de otra llamada World Trade Center a la vista, el primer centro de negocios comenzaba a tomar forma.

En 1998, con la Torre de la Costanera ya instalada entre el Edificio de la Industria y el WTC (ver infografía) ya se podía ver ahí, en primera línea frente al Mapocho, la silueta de lo que pasaría llamarse “Sanhattan”.

Quien la bautizó así fue el periodista Luis Alberto Ganderats. Era editor de un nuevo suplemento del diario La Nación y en la portada de junio de 1995, llevó una radiografía del moderno barrio que se estaba gestando en los límites de Las Condes y Providencia. “Parecía un pequeño Manhattan. Era una imagen pretenciosa y por eso decidimos ponerle un nombre absurdo. Era un chiste, pero se mantuvo en el tiempo”, recuerda Ganderats.

Su crecimiento fue explosivo. En apenas dos décadas se levantaron ahí más de 50 torres de estándar premium, que según un estudio de la consultora CBRE hoy suman casi un millón de metros cuadrados útiles de oficinas, donde trabajan más de 100 mil personas (cálculo de GPS Property)y con más de 35.000 estacionamientos. He ahí que, desde fines de los 90, sea una de las zonas con más tacos.

Sanhattan se originó en los terrenos donde por más de 100 años funcionó la Fábrica Nacional de Cerveza (hoy CCU). En ese predio, comprendido entre Av. Andrés Bello, Av. Vitacura y Nueva Los Leones, había grandes instalaciones industriales. “Incluso, contaba con una pequeña central hidroeléctrica. Se activaba con las aguas del canal San Carlos, que pasaba por debajo del recinto”, cuenta Fernando Agüero, ex presidente de la Sofofa.

La fábrica dejó de funcionar en los 70 y a fines de los 80 fue demolida. Luego, la CCU decidió subdividir el predio y venderlo en paños de diferentes tamaños. Uno de esos terrenos lo compró Abraham Senerman, quien pagó 42 UF por m2. “Los problemas de congestión ya estaban colapsando el centro. Entonces, lo que hice fue mirar el mapa y buscar las mejores ubicaciones y me di cuenta de que en el barrio El Golf convergían varias comunas. Eso lo convertía en un lugar con gran potencial de conectividad”, explica el también empresario.

En esos años, a comienzos de los 90, la Sofofa buscaba una nueva sede para el gremio. Sus oficinas, en el piso 12 de un inmueble de calle Agustinas, se habían hecho estrechas y los tacos y la escasez de estacionamientos se hacían críticos. “Además, la Cámara de la Construcción ya había emigrado a la zona oriente y quisimos seguir sus pasos”, cuenta Fernando Agüero.

La torre de Senerman fue la que los convenció. “Sería la más alta de Santiago y era una idea espectacular”, recuerda Agüero. Para hacerlo rentable, el gremio vendió, entre sus socios, desde la cuarta a la duodécima planta y se instaló en las tres primeras. “Mi empresa ocupó del piso 29 al 32 del Edificio de la Industria. Todas las oficinas se vendieron en verde”, agrega Senerman, quien quedó tan entusiasmado con el éxito, que compró otros paños a la CCU para levantar más tarde las torres Pacífico, Costanera y Vitacura.

No estaba solo. Cinco años antes, en 1988, Horst Paulmann, había adquirido otro de esos terrenos con la idea de crear un centro comercial. Uno que hoy se conoce como Costanera Center.

Los nuevos rascacielos espejados limitaban al oriente con El Golf, zona que en los 40 y 50 fue la favorito de la elite santiaguina. El urbanista Luis Eduardo Bresciani explica que el primer conjunto de casas apareció ahí en los años 20. “Fue dotado de buenos espacios públicos, con veredas anchas y áreas verdes”, indica.

Durante los 80, en sus calles todavía se desarrollaba la vida de barrio. La escultora Pilar Correa, quien residió durante años en Presidente Riesco, recuerda: “Todos nos conocíamos y la Plaza Perú siempre estaba llena de niños”.

Las casonas tradicionales empezaron a desparecer a mediados de los 90, cuando “Sanhattan” se fue extendiendo hacia El Bosque Norte, Isidora Goyenechea y El Golf. La mayoría fueron reemplazadas por grandes torres como Plaza de Los Angeles, en Isidora Goyenechea, diseñada por el arquitecto Borja Huidobro.

La llegada del comercio y los servicios también fue paulatina. Agüero recuerda que escaseaban los restaurantes y cafés. “Por eso, en los primeros años, la Sofofa hizo un convenio con el Club Deportivo Santa Rosa de Las Condes para almorzar ahí. De hecho, evaluamos construir una pasarela que conectara ese recinto con nuestro edificio pero lo desechamos, porque era una locura”, sostiene.

Verónica Melys, de Marketing & Research de la consultora CBRE, explica que a fines de los 90 la zona alcanzó su peak. “Llegaron tantas empresas desde el centro que la gente que antes encontrábamos a la hora de almuerzo en el Paseo Ahumada, ahora la veíamos en Isidora Goyenechea”, relata María Eugenia Díaz, quien era gerente de comunicaciones de Sofofa.

El decano de la Facultad de Arquitectura de la U. del Desarrollo, Pablo Allard, afirma que en esos años se empezó a congestionar el sector. “Fue cuando, además, creció de forma significativa el parque automotriz”, acota.

Pese a ello, el año en que el barrio cumple dos décadas, su dinamismo no se detiene. Este año, de hecho, dos de los proyectos más grandes proyectados ahí abrirán sus puertas : la Gran Torre Santiago, la más alta de Sudamerica, y el Parque Titanium, tres edificios de 23 pisos que brillan junto al Mapocho.