Deficiencia en la infraestructura pública, el caso del Aeropuerto de Santiago


A tan sólo dos meses de comenzar este 2013, y empezando un año lleno de nuevas promesas para nuestra ciudad, los santiaguinos hemos sido víctimas de varios fracasos en el funcionamiento de nuestras infraestructuras. Por un lado en los servicios de agua potable que se unieron a la incapacidad del aeropuerto Arturo Merino Benítez de responder a la demanda de sus usuarios; por otro, las limitaciones y deficiencias mostradas por vías urbanas concesionadas y vías interurbanas; a la fragilidad de nuestro sistema de generación y transmisión de energía eléctrica, y a los inaceptables problemas de acceso a casi todas las ciudades chilenas. Todo esto fue generando descontento y la reacción en la ciudadanía y hoy ya son grandes problemas que se deben solucionar.

En esta ocasión me voy a enfocar principalmente en el problema del aeropuerto.

Son muchas las explicaciones que se han dado al colapso ocasionado en las últimas semanas, por un lado, se acusa que se estimó mal la capacidad para la cual fue diseñado y que las administraciones no tomaron decisiones a tiempo. Por otro lado, se dice que habría habido una sobreventa de pasajes. Independiente de cual sea la razón que provocó este caos, no podemos negar que frente a estos hechos estamos en presencia de un crecimiento significativo de la demanda sobre los servicios públicos, la cual no logró ser estimada por las autoridades ni por las entidades reguladoras. Se erró en la previsión sobre el ritmo de crecimiento chileno. Es evidente y claro el cambio social y económico que vive nuestro país, sin embargo se ha inducido a optar por decisiones equívocas, que no han hecho más que agravar los problemas. El colapso del aeropuerto dejó en evidencia las múltiples carencias, tanto de diseño como de gestión, las cuales no fueron precisadas, analizadas ni bien resueltas.

Luego de varios días de colapso en el aeropuerto de Santiago, y sin saber realmente el motivo real de este hecho y sin tener claridad sobre qué hacer, se hace innegable que el principal terminal aéreo del país no esté en condiciones de responder a los numerosos vuelos nacionales. En el 2012 superaron los 8 millones de pasajeros -18% por sobre 2011-, mientras los internacionales significaron casi 7 millones de viajeros en 2012 -15,7% más que en 2011-. Así, por el aeropuerto capitalino, diseñado para 9,5 millones de pasajeros, pasaron en 2012 más de 15 millones, cantidad que estaba prevista para 2018 o 2019. En resumen, nos quedó chico el aeropuerto.

El Estado en los años ’90, previendo un incremento en la demanda por infraestructura aeroportuaria, y ante las dificultades para destinar recursos a ese fin, inició las concesiones en este campo. Hace años que se conoce la necesidad de un aeropuerto acorde con el número de pasajeros y el desarrollo del país. En 2001 se inauguró el actual terminal bajo SCL, consorcio que tiene la concesión desde 1999. A fines de 2009, el MOP presentó un plan maestro del nuevo aeropuerto, que se licitaría en 2014. Este proyecto solucionaría la gran congestión que se veía venir. Su diseño permitiría aliviar en el corto y mediano plazo el problema , y proyectar a la vez una solución de largo plazo, estimando una capacidad estimada de 50 millones de pasajeros transportados anualmente. La propuesta fue desarrollada por Aéroport de Paris Ingeniérie ADPI. Este plan maestro proyecta una ampliación del recinto aeropuertario, regulación normativa del entorno y un estudio de factibilidad para un tren liviano, conectado a la red de Metro, entre otras cosas. El año 2011 se anunció que el terminal de Santiago se licitaría en 2012, para ampliarlo, y ese mismo año dio a conocer un pronto acuerdo con la concesionaria para ese efecto, mediante obras que se realizarían entre 2011 y 2013. En noviembre, se extendió la concesión a SCL, que vencía en 2013, pero se prorrogó hasta 2015, a cambio de que la concesionaria se hiciera cargo de las obras de mitigación, para licitar el nuevo terminal en 2015. En octubre de 2012, se anunció que la ampliación del aeropuerto se licitaría este año y el nuevo terminal estaría listo en 2019, con un costo de 723 millones de dólares y se cuadruplicaría su capacidad mediante obras que concluirían entre 2019 y 2020.

En resumen, el plan maestro consta de tres fases, donde la primera ya se encuentra en curso (SCL) y cuyas obras deben estar terminadas a fines del 2013. De esta forma se podrá lograr un estándar adecuado de servicio. A mediados de febrero la ministra de Obras Públicas, Loreto Silva, anunció el comienzo de la precalificación para la relicitación del nuevo Aeropuerto de Santiago (fase 2), donde empresas nacionales como extranjeras pueden participar en la  inscripción para ejecutar un proyecto que convertirá al aeropuerto de Santiago en el más moderno de Sudamérica. En tanto,  esta fase incluirá un nuevo edificio terminal de pasajeros, que duplica en tamaño al actual edificio. Además, contempla dos edificios de estacionamientos, trabajos en el área de pistas de aviones, entre otros requerimientos,  que deberán ser ejecutadas por el próximo concesionario a partir del año 2015. La última fase, por su parte, se realizará en 2045, año en el que se espera que esté concretado en su totalidad este plan.

Aquí les dejo un video que muestra la propuesta para el nuevo aeropuerto de Santiago

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Pese a los esfuerzos puestos en mejorar la infraestructura de Pudahuel, el cierre del aeropuerto de Cerrillos y la postergación de una nueva terminal en Tongoy, el gobierno ya está mirando otras cartas y está analizando nuevas alternativas de terminales en la zona central. Los resultados arrojaron que la mejor alternativa que permita complementar las operaciones aéreas de Arturo Merino Benitez es la base nava Torquemada en Concón, ya que presenta condiciones favorables por ser una zona despoblada y los conos de aproximación no presentan restricciones naturales, entre otros.

La realidad de un aeropuerto es el reflejo de una imagen del país, ya que es la principal puerta de entrada aérea, por lo tanto, se debe tener especial cuidado en las decisiones que se tomen en torno a ellas.  El sistema de concesiones ha funcionado bien, al parecer lo que ha fallado ha sido la  falta de decisión oportuna para enfrentar con rigor técnico de un problema conocido y previsto hace mucho. La construcción del nuevo aeropuerto nos deja muchas preguntas por responder: ¿realmente nos quedará chico el aeropuerto o corre el riesgo de transformarse en un elefante blanco? La clave y el desafió está en medir correctamente la demanda y necesidades y no exigir rápidas soluciones que respondan con medidas apresuradas que puede resultar siendo peores que el problema.