“Gentrificación Latinoamericana”: ¿una oportunidad para la inclusión?

Uno de los síntomas más reconocibles en el fenómeno de la gentrificación es el cambio socio-espacial, en donde sus antiguos residentes son desplazados por un nuevo grupo de mayor ingreso económico. Sin embargo, este formato de crecimiento ha ido mutando hacia nuevas formas de hacer ciudad, dejando la expulsión a un lado para cambiarlas por nuevas políticas urbanas de integración e inclusión.

Hoy en día, las ciudades experimentan un crecimiento poblacional exponencial, que las ha llevado no tan solo a conquistar nuevos terrenos rurales en su periferia y a aumentar sus límites, sino también a la reconquista, recuperación y renovación de los centros urbanos. Proceso a través del cual hogares de clase media alta, que andan en busca de una mejor calidad de vida -proximidad a los servicio, infraestructura, al lugar de trabajo, entre otros- reemplazan a hogares de menores ingresos. Su llegada al centro de la ciudad, genera aumento de precio de la propiedad, desplazando a sus antiguos propietarios, alterando el ambiente construido y emergiendo un nuevo estilo de vida urbana. A este fenómeno se conoce como “gentrificación”,  palabra proveniente del inglés “gentry” que se traduce como hidalgo o burgués, entendido en su contexto como elitización del área. El uso de este término tiene origen en el Reino Unido en los años 1960s, sin embargo es un término que ha evolucionado hacia nuevas tendencias en la actualidad, alejándose de su patrón tradicional para abarcar nuevas superficies de mayor  tamaño, llegando incluso a observarse en el ámbito rural.

En sus inicios, el uso de esta palabra aludía principalmente a aquellos barrios que históricamente concentraron inmigrantes, pobreza y criminalidad, y que dado su mutación socio-espacial terminan convertidos en centros bohemios, donde abunda el arte, el diseño y la vida nocturna. Ejemplo de ello son: El Soho, Nolita, Tribeca o Village en Nueva York, East End en Londres, Pobleneu en Barcelona y San Telmo en Buenos Aires.

En el caso de Santiago, podríamos identificarlo en el barrio Yungay, el cual se asemeja a las nociones tradicionales de la gentrificación. Sin embargo, la renovación de las zonas céntricas de la ciudad -especialmente en latinoamérica- se ha dado a un ritmo paulatino. Por lo tanto la revitalización y conquista de un lugar para vivir, ha pasado más por la cimentación de infraestructura totalmente nueva que por la reconstrucción del patrimonio existente. Condominios cerrados, shoppings y malls son las infraestructura que está invadiendo la periferia y que atrae a la población de alto y mediano ingreso. Francisco Sabatini, sociólogo y urbanista, le llama a este proceso “gentrificación latinoamericana” -distinta a la americana u europea- la cual se caracteriza preferentemente por abarcar la periferia urbana, lo cual no conlleva necesariamente el desplazamiento o expulsión de los antiguos residentes del lugar.

Muchos podrán decir entonces, que esto no se trataría de un proceso de  gentrificación, ya que su término está ligado íntimamente a la renovación urbana, y a la expulsión de los residentes de menores ingresos. Pero quienes defienden este pensamiento, lo hacen a través de la idea de que la conquista de los grupos de altos ingresos económicos elitizan el área.

La invasión de la periferia se da con mayor potencia en países latinoamericanos dada la estructura interna de las ciudades, los patrones de segregación residencial, y las fuerzas de mercado. Invadida preferentemente por proyectos residenciales y comerciales dirigidos a los tramos de  más altos ingresos. Esta nueva forma de plantear el proceso de gentrificación deja sin importancia las variantes culturales y geográficas, con las cuales se comenzó a caracterizar este tipo de proceso en la ciudad.

Francisco Sabatini  reconoce ciertas ventajas en el proceso de la “gentrificación latinoamericana” y se refiere a que con la llegada de las clases de mayores ingresos a la periferia se podría llegar a una ciudad con menor segregación y con zonas más mezcladas, lo que generará otra dinámica. De esta forma, la aproximación espacial entre los diferentes grupos sociales es una forma objetiva de reducción de la segregación residencial, ya que dado el incremento de la base tributaria de los municipios se puede mejorar las condiciones de accesibilidad, sus equipamientos comerciales, de oficinas y servicios públicos. A diferencia de esta nueva forma de hacer ciudad se evidencian fenómenos como Nueva Las Condes, en donde se expulsó a todos los residentes de la Villa San Luis para construir edificios de oficinas, quienes se fueron a sectores periféricos lejos de las oportunidades laborales, de los accesos a servicios y a equipaminentos de calidad.

Por lo tanto, podemos concluir, dado lo anteriormente expuesto que a diferencia de la forma de crecimiento de los países europeos y americano la “gentrificación latinoamericana” no implica necesariamente la expulsión de los residentes. Esta nueva forma de conquistar la ciudad pueden consistir en una gentrificación sin expulsión y con mayores oportunidades de integración y cohesión social. Se debe poner en debate este concepto y hacerlo parte de la planificación urbana. Esta nueva gentrificación que se esta evidenciando en las ciudades latinoamericanas, aún está borrosamente perfilada. Debemos ser conscientes de este proceso antes que el mercado del suelo no permita una adecuada integración social urbana.

Finalmente, la pregunta que queda por responder es ¿es éste un nuevo modelo para hacer ciudad que evite la segregación pero que a la vez incentiva el crecimiento de los límites urbanos? ¿es preferible exclusión y reconstrucción de los centros urbanos o inclusión a través del aumento de los límites urbanos?