Artesano rescata letreros y tradición gráfica de las antiguas micros de la capital

Aunque la llegada del Transantiago terminó con los característicos avisos que anunciaban los recorridos de la locomoción colectiva, hoy existe un nuevo perfil de clientes.

por Sebastián Sottorf El Mercurio

Hace más de veinte años, cuando las micros coloridas transitaban en las calles de Santiago y los recorridos cubrían amplios sectores de la capital, había una serie de oficios informales que dependían de este sistema de transporte.

Porque mientras la “Recoleta-Lira”, la “Carrascal-Villa Olímpica” o la tradicional “Matadero-Palma” hacían carreras para conseguir pasajeros, varias personas se ganaban el sustento como artistas callejeros que subían a las micros para amenizar el viaje con alguna rutina; como vendedores ambulantes que comercializaban las novedades del momento para “los regalones”, y los llamados “sapos” que controlaban la frecuencia de los buses en plena calle.

Pero si hay un oficio desapercibido, que también sucumbió ante la llegada del Transantiago, fue el de los pintores que elaboraban los letreros que utilizaban las micros. Las piezas, confeccionadas sobre una tabla de cholguán o acrílico, adornaron durante varias décadas el parabrisas de estas máquinas.

Entre todos los representantes de este rubro existe un pintor que tras el fin de las micros amarillas tuvo que reinventar sus letreros ante la nueva realidad. Lo que no se imaginó es que se terminarían transformando en verdaderos íconos de la cultura popular.

“La llegada del Transantiago fue triste, porque mi fuerte eran las micros, así que tuve que innovar con mis letreros y, después de un tiempo sin vender nada, mi trabajo comenzó a ser del interés de muchas personas”, rememora Zenén Vargas (54) en su taller ubicado en Santa Rosa con Placer, la misma esquina en la que hace cuarenta años comenzó a pintar letreros con su padre.

En ese lugar, rodeado paradójicamente de imprentas y negocios que ofrecen pendones y carteles impresos a muy bajo costo, sus trabajos comenzaron hace un tiempo a valorizarse como obras que tributan a la nostalgia de las antiguas micros y “liebres” que recorrían la capital.

Así, comenzó a participar en campañas publicitarias, exposiciones y documentales. Incluso sus diseños y la “achaplanada” -nombre con el que bautizó la tipografía que inventó- son analizados en varias facultades de diseño.

“Mi tipografía es netamente chilena y no hay computador que pueda imitarla. Espero que, si yo muero, haya otro Zenén por ahí”, explica, mientras concluye un cuadro con un diamante, que es la firma con la que distingue a todas sus obras. “La gente puede personalizar estos letreros y poner en ellos el recorrido de sus vidas, tal como una micro”, agrega.

“Mis letreros son únicos y originales. Además llevan la buena vibra, pues están hechos con amor”, sentencia, mientras da los últimos toques a un aviso que reza la frase “Servicio especial”.