Alarma en la comunidad religiosa por ola de ataques y rayados a céntricas iglesias

La parroquia de La Vera Cruz, la capilla de San Pedro y la sede de las Hijas de San José están entre las afectadas durante los últimos cuatro meses.

por Enrique Morales El Mercurio

Enclavada en el barrio Lastarria -uno de los más tradicionales de Santiago-, la iglesia de La Vera Cruz destaca por su arquitectura neoclásica y detalles dóricos a los pies del cerro Santa Lucía. La armonía y la belleza del lugar, sin embargo, contrastan con el clima de violencia que ha vivido el centenario templo en el último tiempo.

Desde hace dos meses, el Monumento Histórico ha sido víctima de continuos daños y rayados durante las horas de la madrugada.

“Primero fue decapitada una hermosa estatua de San Pedro, de gran tamaño, apostada en la entrada. Ésta es la segunda vez en cinco años que aquello sucede, pues en el verano de 2007 ocurrió lo mismo. Luego, hace unas semanas, arrojaron pintura en los muros exteriores y en la puerta principal del templo, que es de madera de encina. Y por si fuera poco, además, dibujaron símbolos anarquistas y satánicos en una pintura mural de la Sagrada Familia, que tenemos justo en la esquina de Padre Luis de Valdivia con Lastarria”, relata el sacerdote José Huneeus, párroco del recinto.

En diciembre, además, La Vera Cruz sufrió el robo de una enorme alcancía que recolectaba donaciones para San Alberto Hurtado, la que estaba situada a un costado de la nave principal, junto al altar dedicado a San Josemaría Escrivá. Estos hechos han impulsado una mayor vigilancia por parte del sacristán y de algunos voluntarios cuando el centro de oración está abierto al público y a los feligreses.

A pesar de que el religioso hizo la denuncia respectiva en la Primera Comisaría de Santiago, la policía no tiene indicios de los supuestos responsables.

“Nunca obtuve respuesta a una carta que envié a Carabineros describiendo estos lamentables incidentes. Tampoco se han presentado funcionarios municipales en las noches -que es el horario escogido por los antisociales con el fin de perpetrar los daños al edificio-, a pesar de que hemos advertido de la situación”, observa el padre Huneeus.

Nuevas ofensivas

Otro santuario que ha padecido las actividades de grupos antirreligiosos es la iglesia de las Hijas de San José, un templo de estilo neogótico que se halla emplazado en los márgenes del barrio Yungay, calle Agustinas 2784. Ahí, además de los cuidados vitrales y llamativas ornamentaciones barrocas de su interior, se encuentra un invaluable órgano fabricado por la alemana Casa Steinmeyer de Oettingen, que data del año 1911.

La hermana Rosa Bahamondes narra que todos los días deben sacar con agua y cloro los restos de desechos orgánicos dejados por personas anónimas, junto a la puerta de la secretaría de la capilla. La consagrada, asimismo, menciona la pasividad de las autoridades municipales para enfrentar el problema de rayados sacrílegos y destrozos exteriores que las afectan.

En la capilla de San Pedro de Mac-Iver, entre tanto, que muestra vistosas intervenciones de grafías anárquicas en su frontis, una de las superioras, la hermana Carmen (que pide prescindir de su identidad), revela su temor por el nivel de “agresividad que tiene la gente contra nosotras”.

Intolerancia y hostilidad contra otras capillas emblemáticas

Los estragos con consignas que llaman a la destrucción de los centros religiosos se repiten en distintas iglesias del centro de la capital.

En el templo de San Agustín, en el costado derecho que mira a la calle Estado, se encuentra un vistoso graffiti que pareciera señalar al lugar de oración como un punto de ataque para quienes adhieren al anarquismo.

La Basílica de La Merced, igualmente, exhibe en voluminosas letras las señas del movimiento antisistémico de tendencia anárquica, en la muralla vecina a la calle Mac-Iver.