Ni navegable ni pedaleable. Primero río

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Por Gastón Cañas, Arquitecto Universidad de Chile, Master de Arquitectura y Diseño Urbano GSD Harvard University.

A través de medios de comunicación asistimos a un debate sostenida por los arquitectos Cristián Boza y Felipe Assadi, decanos de las Universidades San Sebastian y Finis Terrae, respectivamente. La discusión se centraba en el tratamiento que se podría dar al río Mapocho manteniendo el primero una defensa a su proyecto Mapocho Navegable, hoy transfigurado a Parque Fluvial, y el segundo apoyando una iniciativa de hacer del río un Mapocho pedaleable.

Boza, junto a la Fundación Futuro, ha desarrollado un proyecto en el que propone dotar al río Mapocho de esclusas de modo de permitir que se junte agua para dar una apariencia de río navegable. Debo aceptar que imaginarme al Mapocho como el Sena o Charles River es atractivo, pero la realidad y los detractores técnicos son conocido y variados. El mismo autor ha cambiado la intensión del proyecto en uno más medido, que son pozones fuera del trayecto del rio acompañado de áreas verdes formando el Parque Padre Renato Poblete. Si bien pareciera atractiva esta nueva idea, es interesante debatir sobre cuándo un proyecto es apropiado o no, cuándo es una fantasía o cuándo es propio a la naturaleza del entorno o situación geográfica, topográfica, histórica y cultural. También cuándo es prioritario en términos económicos. Por lo demás, y si la idea es de interés presidencial, un proyecto de esta envergadura debiese proponerse a través de un concurso público para asegurarnos de elegir al mejor.

Por su lado Assadi manifestó su apoya la idea de hacer vías de bicicleta al interior del río. Apoyar esta propuesta es renunciar a la idea de entender el transporte en bicicleta como una modalidad con las mismas obligaciones y derechos que tienen los autos particulares, micros, o taxis dentro de la ciudad. Su apoyo implica renunciar al derecho de trasladarse en bicicleta por el trazado urbano de la ciudad, disfrutar y hacer uso de ella. Sin duda prefiero pedalear bajo la sombra de un parque que acompañe al Mapocho en toda su longitud o en vías exclusivas dentro de la ciudad: convertir por ejemplo la pista de estacionamiento que un puñado de autos utiliza en Luis Thayer Ojeda por una ciclovía es una decisión de voluntad que no se debe renunciar. Apoyar esta idea, como lo hace Assadi es no entender el real potencial de la bicicleta como medio de transporte dentro de la ciudad mandando a los ciclistas a un entorno con peores condiciones de habitabilidad que los parques y calles de la ciudad, y peligrando que nos correteen lo guarenes a ladridos y mordidas en las canillas.

El río Mapocho no es sólo su lecho. Son sus bordes naturales y edificaciones que contienen este vacío. Históricamente no hemos sabido que hacer con el rio, dejándolo como patio trasero y no añadirlo a la trama urbana ni usos. El rio lo podríamos entender tal como es, pedregoso con una vegetación propia de sauces que aún se puede ver en sectores precordilleranos como El Arrayán. Se puede diseñar como un trabajo de landscape (paisajismo con anabólicos) resistente a crecidas en cuanto a forma y materialidad. Un trabajo de río para el río. Con sus bordes dotados de parques que permitan el acceso y edificaciones en altura que contengan este vacío y conformando una pieza urbana en corte y perspectiva, para admirar un cerro Manquehue que parece abrazarnos observar una puesta de sol, escuchar la ciudad o disfrutar de los colores que toman los cerros en un atardecer. Estamos en desventaja: lamentablemente la Costanera Norte liquidó la posibilidad de hacer un parque y la Costanera Sur, tal como he dado aviso, separará en distancia y espacialmente la ciudad del río y por el momento, quitara 12 metros en toda su longitud al parque frente a los edificios ubicados entre Padre Hurtado y la Llavería, Vitacura.

Así como Robin Evans nos recuerda que una planta de arquitectura (plano) refleja el modo de vivir de una familia, David Byrne, gran promotor del uso de la bicicleta y vocalista de los Talking Heads, nos recuerda que la ciudad es el reflejo de quienes la habitamos. Santiago se ha desarrollado con el Mapocho como el patio de atrás. Un buen ejercicio para conocer a los habitantes de una casa es precisamente observando el patio trasero. Y este lo tenemos descuidado y olvidado del espacio donde se forma nuestra cultura. No sabemos muy bien qué hacer con él. Al río hay que conocerlo tal como es, descubrirlo y maravillarnos con sus cualidades. El río se debe entender como pieza central de la ciudad a la cual estamos en deuda de proponer para él un proyecto serio y responsable, entendiéndolo tal como es, su naturaleza, su amplitud visual, su torrente de ánimo explosivo (característica muy chilena por lo demás) e inserto en un entorno natural propio del valle central. Una vez que entendamos el río en forma seria y culta, y desarrollemos un plan para recuperarlo para la ciudad, entonces pensemos en las fantasías y delirios como nos presentan los decanos.

Columna publicada originalmente en La Tercera