En cinco años se han instalado 90 nuevas “villas miseria” en el conurbano de la capital argentina

Estudio de la ONG Un Techo para mi País:

Más de medio millón de familias, muchas extranjeras, viven en 864 asentamientos bonaerenses.

LA NACIÓN/ARGENTINA/GDA (El Mercurio)

En los últimos cinco años se formaron 90 nuevas villas miseria en el conurbano bonaerense, en su gran mayoría a partir de tomas de tierras fiscales, y hoy son 864 las poblaciones marginales instaladas en los suburbios de la capital argentina.

El impactante dato surge de una investigación hecha por la ONG Un Techo para mi País -la versión argentina de Un techo para Chile-, que desplegó 600 voluntarios en los barrios más humildes del Gran Buenos Aires y descubrió un crecimiento en la población de las villas miseria de 55% desde el año 2001, proceso que se ha extendido desde 2006.

Hoy, más de medio millón de familias, gran parte de ellas provenientes de países limítrofes, viven en la marginalidad, cifra que aumenta año tras año.

Los encargados del informe -dado a conocer el martes por la ONG- entrevistaron durante meses a referentes de los asentamientos y a autoridades municipales. Según el sondeo, en el 65,4% de las villas se mantiene la construcción incesante de precarias viviendas, producto de la llegada de nuevos pobladores y de su propio crecimiento demográfico, con generaciones de habitantes nacidos en esos barrios.

“El crecimiento de los asentamientos, aun en contextos económicos favorables y pese a los programas sociales, da cuenta del carácter estructural del fenómeno”, sostiene el informe.

En el 82,8% de los casos, migrantes argentinos, provenientes del resto del país en busca de un mayor acceso a servicios esenciales, conviven con extranjeros, principalmente llegados de Paraguay y de Bolivia. La provincia de Chaco es la que más personas deriva al conurbano, con el 19,5% de los habitantes de las villas. Le siguen Santiago del Estero, con 16,2%, y Corrientes, con 15,6%.

La mayor cantidad de barrios informales se encuentran en La Matanza (centro-sur del Gran Buenos Aires), donde 156 villas y asentamientos albergan a 120.236 familias.

No cualquiera puede instalarse. Los recién llegados deben pagar una cuota de ingreso. Los habitantes del 72,6% de las villas aseguraron que si no se tiene dinero, no pueden conseguir el terreno. En la mayoría de los casos son los propios habitantes del lugar los que imponen el valor de la parcela, mientras que en el 21,8% de las villas se reconoció que “alguna persona o grupos de personas gestionan la distribución de terrenos en su propio beneficio”.

Si bien el 79,4% de las villas cuenta con alumbrado público, el acceso individual a la fuente de energía eléctrica es en su mayor parte irregular. Algunos vecinos tienen el servicio (en 33% de los asentamientos se instalaron medidores en las viviendas) y muchos más “se cuelgan”.

En igual proporción (poco más del 30% en cada caso), en las villas se accede al agua potable por medio de la red pública y de la perforación de pozos. En otro 40% se depende del reparto de agua o instalaciones clandestinas.

Sin embargo, el problema más urgente es la falta de urbanización de sus calles internas. Ese reclamo quizá diferencia a esos vecinos de otros que habitan en el conurbano. Pero los dos riesgos inmediatos que más demandan la atención en los asentamientos son comunes al resto de los bonaerenses: la inseguridad y las drogas.

Paraguayos y bolivianos son los extranjeros con mayor presencia en las villas.