El arribo del Liguria al barrio Lastarria

La cadena de restaurantes aterrizará en la emblemática casona obra del arquitecto Alberto Cruz Montt -el mismo que diseñó el Club de la Unión-, en la esquina de Merced con Lastarria. Más que un bar, será un polo cultural, con salas de danza, librería y una escuela de cocina.

(La Tercera – 29/09/11)
Por C. Palacios

Hace algunos meses, a fines de mayo exactamente, los hermanos Juan Pablo y Marcelo Cicali se sentaron a tomar un café frente al Parque Forestal. Los dueños del restaurante Liguria estaban acompañados por un amigo y el arquitecto Patricio Rodríguez, responsable del diseño de todos sus locales. Habían decidido descansar un rato, después de caminar varias cuadras por el centro buscando una propiedad para concretar una idea que llevaba años en sus cabezas: abrir una nueva sucursal del Liguria en el corazón de Santiago.

Entre sorbo y sorbo de café, los hermanos se lamentaban de su fallido intento por adquirir el edificio del Partido Radical, ubicado en la esquina de Miraflores con Monjitas. “Estuvimos casi un año tratando de cerrar el trato. Pero, finalmente, los dueños no quisieron vender”, dice Marcelo Cicali. Y para no seguir lamentándose, le lanzó una idea a su hermano: “La casa donde funcionaba el Instituto Chileno Francés de Cultura es maravillosa y está pintada para nosotros”. Lo dijo en broma, pero sus acompañantes no lo tomaron así y acto seguido se dirigieron a la esquina de Merced con Lastarria. Sobre el muro del antiguo palacete se toparon con un cartel: “Se vende”.

“Llamé altiro para poder verlo”, cuenta Cicali. Al poco rato, una corredora ya estaba mostrándole el interior del inmueble de estilo neobarroco, construido en 1906 por el arquitecto Alberto Cruz Montt, el mismo que diseñó el Club de la Unión, el Banco Central y la Bolsa de Comercio. Entre 1984 y 2007 había albergado al Instituto Chileno Francés de Cultura.

“Entrar por primera vez fue alucinante. Se podía apreciar la majestuosidad original del lugar y sus amplios espacios, alterados con intervenciones posteriores. Los pilares de madera tenían marcas de clavos y varias capas de barniz”, cuenta. Al día siguiente, los Cicali ya tenían el dinero puesto sobre la mesa: “Hicimos una oferta al dueño, que era un fondo de inversiones anónimo”. ¿El precio? Cuarenta y ocho mil UF, cerca de US$ 2,3 millones. O si se prefiere: $ 1.170 millones.

Un poco más de un mes después, durante la primera quincena de julio, ya habían firmado la escritura. Hoy, en cambio, los hermanos trazan las primeras líneas de lo que será el Liguria Lastarria.

La casona es grande. “Restaurarla y acondicionarla como restaurante costará otros US$ 2 millones”, adelanta el empresario.

Tiene cerca de 1.000 m2 cuadrados, a los que se suma un edificio de 400 m2 construido posteriormente, y un patio que colinda con la Plaza Mulato Gil. En total, son tres pisos y se puede ampliar una mansarda en el último, donde hoy luce un vitral de colores. “El edificio está estructurado en torno a una especie de patio central que fue cubierto con una losa a la altura del segundo nivel. Vamos a quitar esa losa para recuperar la obra de Cruz Montt”, asegura Cicali.

Aunque todavía el diseño no está claro, los dueños ya traen entre manos varias ideas para su nuevo local, que será el más grande de todos: mientras el de Manuel Montt tiene cerca de 600 m2, éste podría alcanzar los 2.000 m2. “Me interesa rescatar la identidad y memoria del barrio y nuestra propuesta irá enfocada a lo urbano, a la gente que usa y recorre este sector, que es muy dinámico. Este es un enclave cultural, cercano al GAM y el Mavi, y ese es un aspecto que vamos a potenciar”, cuenta Marcelo.

Una de las novedades es la habilitación de salas en los pisos superiores para albergar ensayos de danza y de teatro. “Además, en el acceso de calle Merced, donde hay un zaguán, quiero poner una pequeña librería”, agrega.

Pero una de las iniciativas que más lo entusiasma es la creación de una escuela de cocina para jóvenes en riesgo social. “Llevamos años trabajando con muchachos que vienen de centros del Sename, para insertarlos al ambiente laboral. Quiero darles un espacio con una buena escuela de cocineros y camareros”, explica.

El encargado de concretar todos estos proyectos es Patricio Rodríguez, el arquitecto que debutó hace 20 años en la construcción de restaurantes con el Liguria de Tobalaba. Desde entonces, no sólo ha estado a la cabeza de todas las sucursales de esta cadena, sino que, además, se ha especializado en el rubro gastronómico con la ejecución de los locales de Starbucks y Dominó.

Según él, la propuesta considerará tres aspectos principales. “Por un lado, hay que tener en cuenta el patrimonio que representa el edificio”, dice Rodríguez. Este se ubica en una zona típica y es de conservación histórica, por lo que interiormente se puede alterar, pero hay que mantener su fachada.

“Luego, el barrio y su tradición pública es importante. La arquitectura deberá comulgar con su historia y ser amigable con los demás edificios”, explica. Una idea es crear una pequeña plaza en el patio del recinto, que se uniría a la de Mulato Gil. Ahí, además, se habilitará un nuevo acceso al edificio.

Y la última, según detalla el arquitecto, es tener cuenta que se trata de un bar con una identidad marcada, tanto de elementos arquitectónicos como de sensaciones”, agrega. “La barra y la escalera son sellos de la arquitectura de este bar. En cambio, los espacios fragmentados con compartimentos entregan al observador la sensación de que hay cosas por descubrir”, dice.

La mayoría de los locatarios que funcionan en el barrio no están al tanto de la llegada del nuevo Liguria. Sin embargo, algunos lo ven con buenos ojos: “Traerá mucha gente y, aunque significa más competencia, es algo positivo”, cuenta Daniel Budnik, dueño del restaurante Interludio, en calle Merced.

La fecha de inauguración podría ser en marzo de 2013. “El proyecto queremos tenerlo aprobado en diciembre. En enero del próximo año podrían comenzar los trabajos”, revela Cicali.