Santiago tiene cáncer

Nuestra capital sufre de cáncer. Un cáncer no diagnosticado que destruye la calidad de vida de sus habitantes. El modelo de desarrollo territorial de Santiago es enormemente desarmónico. En efecto, lejos de tender al crecimiento con igualdad, conduce sistemáticamente al deterioro con desigualdad.

En primer lugar, este cáncer afecta lentamente la calidad de vida en nuestras comunas. Como muestra el gráfico 1 (después del salto)  elaborado por la Corporación Más Progreso en base a datos del MINVU, el conjunto de las comunas de Santiago han sufrido una importante merma en la habitabilidad durante el período 2003-2010.

En segundo lugar, este problema afecta más a las comunas pobres que a las ricas. Como muestra el gráfico 1, la rapidez de degradación es inversamente proporcional a los ingresos comunales, es decir, las comunas pobres se deterioran con mayor velocidad que las comunas de altos ingresos, aumentando las brutales desigualdades. Si se mantiene la actual tendencia, en 8 años la calidad de vida de de todas las comunas se habrán deteriorado en promedio un 9% las graves desigualdades entre la calidad de vida comunal se habrán estirado en casi un tercio más. En definitiva, Santiago lejos de crecer con igualdad, tiene la peor de las enfermedades. Ahora bien, no es posible eliminar este cáncer con aspirinas. Su tratamiento debe ser más radical.

Fuente: Corporación Más Progreso, 2011


¿Qué produce este cáncer territorial?

La calidad de vida comunal está fuertemente relacionada con los ingresos comunales. Esto podría explicar en parte la tendencia al deterioro con desigualdad de nuestras comunas.

En primer lugar, la fuerte correlación entre ingreso y calidad de vida indica que nuestras comunas se deterioran sistemáticamente dado que tienen un problema estructural de financiamiento. Por un lado, el déficit económico de las comunas significa que estas no tienen suficientes recursos para mantener la calidad y cantidad de los servicios que entregan. Por otro lado, la calidad de vida no mejorará dado que el déficit económico comunal genera una incapacidad local de invertir, y por lo tanto no es posible mejorar la cantidad y calidad de los servicios que hoy entregan. En efecto, según los datos del SINIM, el sistema municipal de Chile genera un déficit declarado de casi 55 mil millones al año. Un 82% de los municipios de la RM tienen algún tipo de déficit estructural y un 61% de los municipios ve crecer este déficit a un ritmo sobre los 100 millones anuales. En definitiva, las comunas están quebradas, deteriorándose ya que no alcanzan a cubrir sus gastos de mantención y sin posibilidad de progresar dado que no tienen capacidad propia de inversión.

En segundo lugar, dada la relación ingreso-calidad de vida, las desigualdades de ingresos locales entre municipios ricos y pobres se traducen en desigualdades en la calidad de vida comunal. Las desigualdades de ingresos comunales son brutales. Sólo en la Región Metropolitana los municipios del quintil más rico cuentan con 13 veces más recursos por habitante que los municipios del quintil más pobre. Estos a su vez se hacen cargo de sólo la mitad de la población vulnerable (población indigente o pobre) que las comunas de los quintiles más pobres. Es decir, las comunas ricas tienen más dinero para hacerse cargo de menos necesidades, mientras que los municipios más pobres tienen menos recursos y mayor gasto social. Así, estas diferencias de ingresos se traducirían en diferencias en la capacidad local de entregar cantidad y calidad de los servicios ofrecidos a las personas.

De esta manera, las comunas de mayores ingresos pueden entregar mejor cantidad y calidad de áreas verdes, seguridad, iluminación, programas sociales, salud y educación pública, entre otros. Mientras que las comunas pobres y de ingresos medios sufren penurias para mantener la calidad de los servicios que entregan. A modo de ejemplo, el presupuesto de la comuna de Las Condes sólo para aseo y ornato representa casi por completo el presupuesto total de comuna de San Ramón. Es decir, lo que el sector público gasta en un habitante de Las Condes en recolección de basura y áreas verdes, es equivalente al presupuesto que tiene San Ramón para gastar en educación, salud, áreas verdes, programas sociales, seguridad y deporte.

El desfinanciamiento de las comunas de la Región Metropolitana y las desigualdades de ingresos entre éstas, son factores claves que explican la tendencia al deterioro con desigualdad de nuestro territorio. En esta lógica, hasta que superemos estos dos problemas, no es posible hablar de desarrollo territorial sino de deterioro territorial de Santiago.

En este contexto, resulta relevante realizar reformas profundas tendientes a generar un sistema de desarrollo territorial armónico, capaz de generar crecimiento con convergencia de la calidad de vida que ofrecen nuestros territorios a sus habitantes. A lo menos resulta necesario realizar dos reformas. En primer lugar, resulta vital aumentar los recursos traspasados a los municipios. Hemos sido testigos como el gobierno central ha transferido sistemáticamente competencias a los municipios sin un traspaso de recursos suficientes. Un ejemplo de esto, ha sido el traspaso de la educación básica y secundaria a los municipios en donde, según un estudio de la Corporación Más Progreso, la subvención del Estado debería aumentar en 50%. Este traspaso de recursos, permitirá que los municipios no caigan sistemáticamente en déficit y que cuenten con recursos para mantener la calidad de sus servicios, realizar inversión local para expandirlos y tener capacidad conducir políticas autónomas de desarrollo local.

Al mismo tiempo, para reducir las brutales desigualdades de calidad de vida y oportunidades de las personas según la comuna donde habitan es necesario cerrar las brechas presupuestarias entre municipios ricos, medios y pobres. Esto significa que los municipios deben tener recursos proporcionales a sus cargas sociales y gastos, y no a la riqueza pre-existente de sus territorios.

El aumento y la redistribución del Fondo Común Municipal resultan clave para reducir la desigualdad de la calidad de vida de los territorios. Esto permitirá que desde lo público se ayude a cerrar las brechas entre el estándar, la calidad de vida y las oportunidades de las personas.

Sin embargo, pese a que estas medidas permitirán atenuar los efectos, el cáncer territorial no será eliminado. Para hacer esto, no sólo bastan reformas de transferencia de recursos, sino cambiar nuestras viejas conductas por prácticas más saludables. Debemos pasar de una política pública desarticulada a una política pública integral. De la ciudad de proyectos puntuales a la ciudad planificada. De la ciudad del interés privado a la del interés público.

¿Cómo se hace esto? … la discusión está abierta para propuestas.