Espacio público y manifestaciones ciudadanas

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El campamento de los indignados, la marcha de los pingüinos, la primavera árabe, la cicletada nudista, la velatón por la Patagonia Sin Represas. Todas estas manifestaciones ciudadanas recientes, cada una en su propia escala, tienen en común el hecho de que se sitúan, obligatoriamente, en algún espacio significativo abierto y público.

Sean la Puerta del Sol, la Plaza Italia o la Plaza Tahrir, estos lugares se ven, para la ciudadanía que protesta, cargados de significado, por la acción de manifestarse y porque representan un punto de reunión importante y notorio en las ciudades, o porque se encuentran cerca de las sedes de gobierno.

Hace dos domingos, después de cerca de un mes de acampar, los “indignados” españoles dejaron completamente la Puerta del Sol, en Madrid. El movimiento ciudadano que se articuló alrededor de estos jóvenes que decidieron protestar de forma pacífica por la crisis económica y las medidas laborales en España, se extendió también por otras ciudades, además de la capital, alcanzando a Sevilla, Granada y Barcelona, entre otras.

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Lo que comenzó como un campamento espontáneo en el espacio público, como parte de movilizaciones en un principio convocadas a través de redes sociales, se desarrolló también con jornadas de discusión y trabajo organizativo de la comunidad de manifestantes. El movimiento de la “spanish revolution” habilitó la página web tomalaplaza, para documentar las manifestaciones que se realizaron en las ciudades españolas.

Acá en Santiago, una multitudinaria marcha estudiantil se realizó la semana pasada, y la Alameda ha sido el escenario de varias actividades de este tipo, que se organizan bajo un principio de expresión de la comunidad ante las autoridades.

El espacio de las plazas públicas es significativo para la ciudadanía que protesta, ya que tiene una notoriedad especial: es un lugar privilegiado que generalmente está en el centro de las ciudades, altamente visible y a veces próximo a los centros o edificios que representan el poder del Estado, contra el que se protesta. No todo el trabajo puede hacerse en el mundo virtual, y en ese sentido, las plazas y rutas hasta los centros de gobierno tienen un poder simbólico y mediático que aún no se puede equiparar a los espacios virtuales.

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El espacio público tiene un peso a la hora de materializar las demandas de los grupos civiles. Salir a la calle significa que, concretamente, el gobierno, los compatriotas e incluso el mundo se enterará de lo que ocurre. Además, existe el aporte de la tradición social y el acuerdo tácito sobre puntos de reunión definidos, que han servido siempre para la manifestación tanto del descontento como de la alegría, y por lo tanto cargan con esa historia simbólica que se ha ido depositando en ellos a través de las generaciones que han decidido, o imitado de las anteriores, un lugar de reunión. Por eso es tan importante dónde se protesta, y quién decide dónde se protesta.

En Santiago, por ejemplo, la Plaza Italia es el lugar más común de reunión de celebración y de descontento. Para las Fiestas Patrias nos juntamos en el Parque O´Higgins, como parte también de una celebración militar oficial, y para el Año Nuevo en la Torre Entel, y aunque en las últimas décadas estas fiestas han ido repartiendo por distintas comunas otros lugares de celebración, los anteriores siguen siendo emblemáticos.

Vía radiodelmar.cl

Mientras, para reclamar, hemos tenido eventos recientes a lo largo del país: el 21 de mayo fue en Valparaíso, frente al Congreso Nacional, y semanas antes fue en las plazas principales de varias ciudades, con gente manifestando sus descontento por la aprobación de las represas en Aysén. En Santiago, podemos decir que en ese contexto, las protestas, más que estáticas, se desarrollan en un trayecto: la gente se ha juntado en Plaza Italia, y han recorrido la Alameda hasta La Moneda, para encender velas frente a la Plaza de la Ciudadanía.