Monterrey, de ejemplo de desarrollo a campo de tiro de los carteles de la droga

Enero fue el mes más violento de esa próspera ciudad norteña con 122 muertes ligadas a los carteles. Situación que viene en aumento desde mediados de la década pasada.

GASPAR RAMÍREZ
(El Mercurio – 15/02/2011)

Lo último que dijo el empresario ganadero Arturo de la Garza a su familia el 27 de enero pasado cuando sus secuestradores lo pusieron al teléfono fue: “No le den nada a estos hijos de la chingada”. A la mañana siguiente su cuerpo apareció con tres balazos en la cara en una autopista cercana a Monterrey. El crimen hizo temblar y reflexionar a todo el estado de Nuevo León.

Monterrey, noreste de México. En estos días de fútbol, quizás la mayoría asocie esa ciudad a “Chupete” Suazo, goleador del equipo de los Rayados. Tal vez el historiador recordará que en esas tierras la conquista española fue más bien una suave colonización. El hombre de negocios de seguro sabrá que la urbe es ejemplo de desarrollo industrial. Para el regiomontano, su ciudad no es la de antes: hoy es un campo de tiro de narcos.

Con balaceras y granadas en las avenidas principales, descabezados y colgados en pasos de nivel, enero pasado fue el mes más violento en la historia de Monterrey: 122 muertes ligadas al crimen organizado, 20 de ellos agentes de seguridad.

¿Cómo fue que Monterrey y Nuevo León, el estado del cual es capital, se contagiaron de la epidemia de muertos que golpea a gran parte de ese país?

Garantizado

2010 fue año récord: 830 asesinatos, casi 300% más que en 2009. Y por la cifras de comienzos de año, las marcas altas continúan. La última, hace dos días

La noche del domingo, bomberos llegó a apagar una camioneta que ardía en una calle regiomontana: en el asiento trasero, carbonizado y con cinco balazos, yacía Homero Salcido Treviño, jefe de la policía local.

Otra. Hace una semana el jefe de Seguridad del Penal de Topo Chico, Francisco Martínez Ramírez, apareció trozado en una pestilente caja plástica. Era la guinda de una escalada de hechos sangrientos que sacuden a la ciudad alguna vez conocida como “La Sultana del norte”.

Pero las marcas también son positivas. Monterrey se hizo famosa por la estabilidad jurídica y financiera que cautivó a multinacionales y empresas locales, en parte gracias a que está a 200 km de Texas. En 2010 apareció 98 en el ranking de calidad de vida a nivel mundial, según Mercer Consulting. La primera de México.

Esta misma seguridad y estabilidad atrajo a los narcos.

Guillermo Dillon dirige la Cámara de la Industria de Transformación de Nuevo León (Caintra) y cuenta que están preocupados, que hasta ahora ninguna transnacional ha dejado la ciudad porque las condiciones siguen siendo las mejores de México, pero sabe que eso no está asegurado.

“Hasta mediados de la década pasada tuvimos niveles de seguridad envidiables. Como sociedad civil organizada hemos buscado programas de trabajo, soluciones a largo plazo, pero se trata de un problema de fondo enraizado en la sociedad”, dice a este diario.

Siguiendo los “narcomensajes”, amenazas y advertencias, la policía y expertos determinaron que la causa de los atochamientos en las morgues locales es culpa de la pelea entre el cartel del Golfo y los Zetas, ex militares de élite que comenzaron como brazo armado de ese grupo criminal, que partió en el vecino estado de Tamaulipas y continúa hoy en Nuevo León.

Pero la pelea viene de antes. En el libro “El México narco” (Temas de hoy, 2009, elaborado por los reporteros de la revista Proceso en que analizan estado por estado los problemas del narcotráfico), se recuerda que la violencia del narcotráfico en Nuevo León comenzó a delinearse en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994); en esa época se estableció y tomó auge el cartel del Golfo.

Ahí las autoridades dieron el golpe más espectacular de la época: el 14 de enero de 1996, en el municipio de Villa de Juárez, 20 minutos al este de Monterrey, fue detenido Juan García Ábrego, jefe del cartel del Golfo, el más buscado de entonces.

El 25 de enero de 2007 fueron desplegados soldados en Nuevo León. Pero la cosa sólo empeora.

Todo el mundo ha cambiado su vida. No les queda otra. Quizás quienes más se han visto afectados por secuestros y extorsiones son los poderosos. Dependiendo del estilo del empresario y del tamaño de sus negocios, varían las medidas de seguridad: desde cámaras de vigilancia, hasta autos blindados y guardias profesionales.

Pero no todos se quejan. En los Rayados de Monterrey, el equipo de fútbol más popular de la ciudad, la rompe Humberto Suazo, el delantero chileno estrella. Contactado por este diario, su representante, el argentino Fernando Felicevich, dice que “Chupete” no habla al respecto -casi no da entrevistas- pero asegura que “él está feliz allá, sin ningún problema, muy tranquilo”.

Suerte la de Suazo, de la que no se puede jactar Arturo de la Garza ni otros 830 regiomontanos que el año pasado partieron antes de tiempo.

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El asesinato más recordado en Monterrey es el de Arturo de la Garza, un ganadero muerto a tiros a sus 76 años. Hijo de un ex gobernador del PRI, se dedicó a los negocios y a la vida pública.

Antes y después

En el libro “El México narco” le ponen fecha al antes y al después de la explosión de violencia: el 16 de agosto de 2005, en una cafetería en la avenida Lázaro Cárdenas, fuerzas de seguridad arrestaron a 20 miembros del cartel de Sinaloa, que gana terreno en la zona. Uno de ellos juró venganza, y cumplió. En una vendetta cinematográfica, durante los siguientes tres años, uno a uno fueron ejecutados los responsables de la operación.

Amenazas a estudiantes

En agosto pasado, el Departamento de Estado norteamericano ordenó al personal del consulado en Monterrey sacar a sus hijos de la ciudad tras una balacera afuera de la escuela American Foundation.

En marzo de 2010 murieron dos alumnos del Tecnológico de Monterrey durante un tiroteo en el centro educacional.