Félix de Amesti Arquitecto ganador del premio Leaf por el proyecto Estoril de Espacios Públicos: “Santiago no necesita un alcalde mayor”

Su oficina, Urbe, recibió el premio por la construcción de un espacio público en Estoril.

por Carlos Palacios
(La Tercera – 03/01/2010)

El 10 de septiembre de 2010, en Londres, el arquitecto Félix de Amesti recibió en nombre del estudio Urbe el prestigioso premio Leaf (Leading European Architects Forum), un galardón que han obtenido otros arquitectos destacados como SOM, Steven Holl, Zaha Hadid y Terry Farrell. El logro fue en la categoría planes maestros y paisajismo por el diseño del proyecto Estoril de Espacios Públicos, una plaza que cubre un tramo de Av. Kennedy, y conecta las comunas de Las Condes y Vitacura.

Este arquitecto, quien junto a sus socios Miguel Contreras, Pablo Jordán y Fernando Rodríguez concibieron la plaza galardonada, está convencido de que los proyectos urbanos son “inherentemente conflictivos”. Según él, eso es algo bueno. “El sector público pretende equivocadamente que sus iniciativas sean 100% aplaudidas, pero a través de la participación y la expresión de las necesidades de los ciudadanos , que se suele llamar conflicto, se logra la calidad urbana por medio de consensos”, dice.

¿Cuál era el objetivo que se buscaba con el proyecto Estoril de Espacios Públicos?

Además de lograr un diseño interesante, lo más importante fue focalizarse en los resultados. Aceptar que se diseñaba “al galope”, mientras se construía la autopista. Además, era necesario llegar a acuerdos con todas las partes: el MOP, las concesionarias de las autopistas, dos municipalidades y los vecinos. La gente que vivía en el sector quería un lugar amable que funcionara como sutura de las dos comunas. Si se hubiera llamado a un plebiscito, el proyecto habría fracasado. Porque muchos de los que habrían votado sólo transitan por ahí, ya que viven en San Carlos de Apoquindo. Estos buscaban convertir al lugar en un nudo vial como el de Av. Kennedy con Av. Manquehue, porque no les preocupa la calidad urbana, sólo salir rápido de sus casas en auto.

¿Cuál fue la propuesta de Urbe?

Junto con la empresa Co Paisajismo, buscamos generar dos plazas. Una urbana que toma la idea de la cordillera como un tótem a través del cual cae el agua, circula por el lugar y va cambiando de forma entremedio de las plantas y pequeñas piletas. La otra plaza es un espacio para la familia, donde falta construir un café literario.

¿Cuáles fueron las herramientas concretas que tuvieron los vecinos para participar?

La participación se dividió en tres etapas a través de focus groups. La primera fue saber qué querían los vecinos y municipios, y llegar a un consenso entre lo que pedían y el presupuesto. Había gente que quería cubrir toda la autopista; otros, eliminar la plaza. Lo segundo, con el liderazgo municipal, llegar a acuerdos con el MOP y la concesionaria. Finalmente, lograr que la gente apoyara el proyecto al explicarles en detalle los usos que se le querían dar. Hubo participación activa de técnicos municipales y vecinos, sobre todo de mujeres que vivían ahí, quienes iban definiendo, incluso, los materiales y detalles paisajísticos. Querían que fuera resistente, porque es un espacio hostil por la autopista y el uso que le dan los skaters.

¿Qué otros proyectos en Santiago funcionarían con esta lógica participativa?

Por ejemplo, todas las estaciones de Metro. Estas y los espacios que quedan en la superficie deben estudiarse como si fueran un proyecto inmobiliario, con focus groups a los vecinos y ver qué busca la gente de cada barrio. No se hace actualmente, porque no están planteados como proyectos estructurantes, sino que como soluciones a problemas de transporte. Ahí, los espacios públicos, el comercio y los servicios son tremendamente importantes. Está pendiente incorporar la administración urbana a las centralidades.

¿Cuál es el instrumento para administrar estos usos? ¿El plan regulador?

El plan maestro. Se usa mucho en el sector privado y es la carta de navegación: una imagen construida con detalles y que muestra usos. La gente no puede opinar sobre un plan regulador, necesita zooms de los lugares clave, decidir la cantidad de árboles en una plaza o si un cruce de calles es peligroso.

¿Esta administración estaría a cargo de los alcaldes?

Sí, ellos son los gerentes de las ciudades y están más cerca de la calidad urbana. Mientras más te achicas en la escala, más cerca estás de la calidad. En ese sentido, la calidad urbana no es planificable, sino que diseñable y administrable.

¿No está de acuerdo con la figura de un alcalde mayor?

No aportaría mucho. Santiago no necesita uno. Al contrario, hace falta reconocer más la escala comunal y conectarse con lo que la gente necesita. El gobierno mayor debe tener un rol de coordinación y evitar inconsistencias, pero la calidad urbana se administra día a día. Les damos mucha importancia a los planos reguladores, cuando lo necesario es una administración a pequeña escala.