La central termoélectrica de Barracones: Deriva de una institucionalidad simbólica

La decisión del Presidente Piñera de hablar con la empresa Suez para que la termoeléctrica no fuera ubicada a 21km de Punta de Choros, ha sido tanto aplaudida como criticada. Aunque la mayoría apoyó la decisión con el fin de evitar los problemas ambientales que está habría causado, la forma en que se tomó la decisión no ha contado con el mismo nivel de aprobación y ha tenido repercusiones como por ejemplo que quienes se han organizado para rechazar otras termoeléctricas que están en carpeta, ya estén pidiéndo al Presidente que actúe con ellas igual como se hizo con Barrancones.

Hace  algunos días nos llegó está interesante columna que hace una análisis sobre lo ocurrido con la institucionalidad en el “episodio Barrancones”.

La Columna es de Cristóbal Balboltín, Abogado e Investigador en filosofía política de la Universidad Paris X-Nanterre.

A todos les sorprendió. A algunos para bien, a otros para mal. El viernes pasado el Presidente Piñera anunció que le habría solicitado a la empresa Suez Energy no instalar la Central Termoeléctrica Barracones en ensenada Ramadilla, correspondiente a la comuna de la Higuera, en la región de Coquimbo, ofreciendo a cambio la posibilidad de su relocalización.

La decisión se funda en que la central termoeléctrica, a través de su contaminación de partículas de metales pesados, el aumento de la temperatura del mar a través de desagües, la liberación de dióxido de azufre, oxido de nitrógeno y mercurio, entre otras cosas, constituye una amenaza real para los ecosistemas especialmente vulnerables que existen en la zona. En efecto, en el sector de Punta de Choros existe un ecosistema excepcional que se caracteriza por la existencia de la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt que alberga el 80% de la población de esta especie en el mundo declarada vulnerable por la Unión Mundial para la Naturaleza. Del mismo modo, la central también afectaría a otro ecosistema sensible correspondiente a las reservas marinas de Isla de Choros-Damas e Isla Chañaral que cuenta con una cantidad importante de otras especies amenazadas de extinción – según lo establecido por la misma organización – como la nutria de mar, el yungo o el delfín nariz de botella, entre otros.

La decisión del Presidente, entonces, parece sensata cuando se considera – a todas luces – que la construcción de una central termoeléctrica en el sector es una aberración ambiental, como lo señaló en su oportunidad la ex Ministra del Medio Ambiente Ana Lya Uriarte.

El escozor no está allí por cierto.

La sorpresa – para moros y cristianos – está más bien en el modo informal y contradictorio de la decisión. Para los empresarios la preocupación radica en la afectación de la seguridad jurídica y el estado de derecho al comunicarse la impresión de que el destino de un proyecto con impacto ambiental no se resuelve al amparo del funcionamiento normal de las instituciones sino a través de una sugerencia del Presidente de las República que escapa a las prerrogativas del cargo. Para las organizaciones de la sociedad civil y la comunidad de Punta de Choros la perturbación se refiere a que el proyecto – durante su tramitación a través del Sistema de Impacto Ambiental- había sido rechazado sistemáticamente durante 3 años por distintos servicios públicos señalando sus deficiencias técnicas y científicas para un ecosistema de este tipo. No obstante con la elección del nuevo gobierno, los mismos servicio públicos manifiestan sorpresivamente su aprobación al proyecto, así como la COREMA de la IV Región. No obstante, el mismo Presidente – durante la campaña presidencial – señaló su oposición tajante al proyecto.

¿Cómo comprender esto?

El filósofo francés Emanuel Levinas, en su texto Cuatro Lecturas Talmúdicas, nos recuerda un pasaje del Talmud en el cual se refiere en el verso 3 del Cántico de los Cánticos al riesgo que implica para una sociedad la fundación de sus instituciones en “un muro bordado de rosas”. Levinas interpreta dicho pasaje señalando que el vicio en la vida de las instituciones descansa en el peligro de una fundación meramente simbólica, sobre buenas intenciones – “rosas”- sin establecer sólidamente – desde su nacimiento – un sentido perdurable, serio y efectivo de lo justo.

El escozor que provoca la decisión del Presidente a propósito de este proyecto radica en que la institucionalidad ambiental existente haya dado luz verde a un proyecto que a todas luces constituye una aberración ambiental. Una norma ambiental que no es capaz de impedir un proyecto de esta naturaleza no es una norma. Una institucionalidad que no puede impedir un proyecto de este tipo no es una institución. Ello obligó al Presidente de la República a saltarse toda la institucionalidad existente para impedir, gracias a un buen sentido común, un proyecto de este tipo. Gran parte de la tragedia (o de la comedia) tiene que ver con que la institucionalidad ambiental de nuestro país es simbólica al estar fundada sobre un sistema influenciable políticamente por el Gobierno de turno puesto que los jefes de servicios públicos y los miembros de la COREMA – que toman decisiones relevantes al interior del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental – son de confianza del Presidente de la República.

Si para salvar la política monetaria del país al oportunismo político de turno se estableció la autonomía del Banco Central con designación de los miembros del consejo rector con un alto perfil técnico a propuesta del Presidente de la República y con aprobación del Senado, ¿por qué no se puede hacer lo mismo con las COREMAS y la CONAMA? Con ello se ayudaría a salvar la dificultad de la que hemos sido testigos. No obstante que existe en el Congreso un proyecto de reforma de la legislación ambiental, urge de todos modos abrir un debate público para mejorar nuestra institucionalidad ambiental de tal forma de trazar democráticamente una institucionalidad real que satisfaga las expectativas de Medio Ambiente que desean tener todos los chilenos. Se salvará así a los gobiernos presentes y futuros de improvisar en el duro escenario de la política, a la vez que se le devuelve la tranquilidad a santos y profanos frente a la discreta susceptibilidad de ciertas instituciones fundadas sobre un “muro bordado de rosas”.