Almacenes de barrio que sobreviven a la modernidad

Carlos Palacios
(La Tercera – 17/08/2010)

Mientras los strip centers toman posición dentro de la ciudad, hay “esquinas de barrio” que no sólosobreviven, sino que toman fuerza.

Como buena sureña, cuando vivía en Angol, Paulina Topali hacía sus compras en el negocio de la esquina y se quedaba conversando un rato con el dueño. “Me tomó tiempo dar con éste, pero aquí me siento como en casa, porque todo el mundo se conoce”, cuenta mientras paga el café en Almacén y Verdulería Felipe, en plena intersección de calle Warren Smith con Apoquindo. “Paso todos los días a tomarme uno acá. Compro verduras también; las lechugas son grandes y verdes, como en el sur”.

Es precisamente la cercanía con sus clientes lo que ha permitido que locales como éste persistan sin morir ante la llegada de supermercados. Según Aída Astorga, dueña del almacén, sus clientes compran para la semana en las grandes cadenas, pero las frutas y verduras las encargan aquí. Su esposo, Enrique, va todos los días a La Vega y trae productos para el local o para despachar a domicilio. Los más conocidos pueden, incluso, pagar a fin de mes, previa anotación en el clásico cuadernito de “créditos”.

Desde que abrieron, Aída y su marido han visto crecer a los vecinos del barrio y al entorno del sector cambiar drásticamente. “Antes, aquí había sólo casas. Ahora los vecinos se multiplicaron con la llegada de los edificios, lo que es muy bueno para nosotros. Donde antes vivía una familia, ahora viven 80”, explica.

Tomás Milnes, arquitecto y urbanista de la Universidad Diego Portales, dice que hay varias razones acerca por qué algunas esquinas se mantienen inmunes ante la llegada de la modernidad. “La decisión de los dueños de no vender es clave. Pero también tiene que ver la escala del negocio que armoniza con la del barrio, la reinvención de éstos con estrategias para satisfacer las nuevas necesidades de los clientes, y el mismo hecho de contar con consumidores cautivos”, dice el urbanista.
Almacén online

El sector de La Reina Alta se ha caracterizado por ser un enclave semirrural en plena ciudad. Bernardita Rojas ha vivido toda su vida ahí y ha visto cómo ciertos locales han sobrevivido a la arremetida de los strip centers y los malls. “Siempre he comprado en el negocio de la esquina, por comodidad, cercanía y ahorro de tiempo. Voy hace años a la verdulería El Galpón y me gusta, porque conozco a sus dueños y me atienden bien”, dice de este comercio ubicado en Valenzuela Llanos con Carlos Silva Vildósola, justo frente a la plaza. Ella ha sido testigo de cómo ha sabido reinventarse este local: ya no es sólo un minimarket con abarrotes tradicionales, sino que también tiene productos gourmet, como condimentos peruanos. Además de eso, abastecen a sus clientes a través de internet. “Basta con que los clientes depositen en la cuenta del negocio y las frutas y verduras les llegan a sus casas dentro del día”, dice Loreto Rojas, la propietaria. Según cuenta, las clientas se han ido pasando el dato del despacho entre amigas y hoy corresponde a un 70% de las ventas.

Loreto ofrece, además, otros servicios: hay cabinas telefónicas y servicios para pagar cuentas o realizar depósitos y retiros de hasta $ 200 mil (Caja Vecina).
Como en Europa

La misma estrategia aplicó Nelly Guerrero en su local de Luck, de Vitacura con Nueva Costanera. Esta punta de diamante con negocios de clásico estilo Tudor sigue casi intacta desde hace más de 30 años, cuando ella instaló su panadería. “Partí vendiendo sólo pan y al poco tiempo fui agregando abarrotes y empanadas. Lo último, son sistemas de pago de cuentas que usa la gente del barrio y los que vienen a trabajar para acá”.

Angel Melón vive hace tres décadas en Alonso de Córdoba con Vitacura y casi todos los días visita la tienda. “Aquí no hay colas, no hay burocracia ni hay que buscar estacionamiento. Es como en Europa, como en Italia o en Francia, donde uno pasa a saludar, conversa un rato y compra lo que hace falta cerca de la casa”, afirma.

En esta esquina hay un local que es el más claro ejemplo de haber sabido mantenerse y crecer: la pastelería Las Bezanilla. Abrió su primera tienda en ese lugar hace 18 años y hoy tiene un salón de té en pleno Alonso de Córdova. “Partimos acá porque vivíamos cerca. Toda la gente que iba a La Dehesa o a Santa María de Manquehue pasaba por aquí. Al principio hacíamos despacho a domicilio a la gente conocida, pero luego hubo un gran pedido que nos obligó a crecer”, cuenta Anita Bezanilla, una de las cuatro hermanas dueñas de las pastelerías.
En familia

Justo en el tramo de Tobalaba entre Pocuro y Bilbao hay varios locales que funcionan hace más de 30 años. Uno de ellos es la rotisería Los Ciervos. Sus dueños, Osvaldo Becker y su hijo Juan Pablo recuerdan que comenzaron vendiendo cecinas y quesos del sur, pero fueron agregando más productos con el tiempo: gastronomía española para llevar, como paellas, callos a la madrileña, ostras frescas y jamones serranos, además de una amasandería con panes y empanadas. “Sabemos que las personas ya no tienen tiempo para cocinar y por eso hacemos platos preparados “, dice Osvaldo.

Siguiendo esta misma suerte, Eduardo e Ignacio Dorregaray continuaron el negocio que abrió su padre el año ’76. Sin embargo, la panificadora Tobalaba ha sabido adaptarse a los gustos más sofisticados de los clientes. “La estrella sigue siendo el pan tradicional: la marraqueta y la hallulla. Pero ahora también ofrecemos pan pita y panes italianos. Y cambiaron el sistema de atención: antes se pedía el pan al empleado tras el mesón, mientras hoy la gente busca más el formato de autoservicio”, dice Eduardo.