Carta – Los dogmas y la calidad del aire

(La Tercera. 25/11/2009)

Señor director:

En estas páginas, dos académicos de la Universidad Andrés Bello cuestionan nuestra posición sobre el anteproyecto de norma de material particulado fino (PM 2,5) que impulsa el gobierno, el que establece límites decrecientes a las concentraciones ambientales hasta alcanzar 10 ug/m3 en el año 2032. Al respecto, es bueno hacer algunas precisiones.

No somos contrarios a normar. Es evidente que el PM 2,5 debe ser controlado, ya que constituye la fracción del material particulado más peligrosa para la salud. Además, es destacable el enfoque gradual del anteproyecto, ya que traza una ruta clara, permitiendo a los regulados adaptarse progresivamente a los nuevos estándares ambientales. Sin embargo, no resulta tan evidente que los límites elegidos por la autoridad sean los más apropiados. De acuerdo al estudio citado, hay alternativas que generan beneficios similares, pero con costos sustancialmente menores (US$ 4.300 millones).

Por otra parte, y asumiendo que el ingreso per cápita es una variable incompleta para caracterizar a los países, en 2032 tendremos un ingreso cercano a los US$ 30 mil per cápita. Sin embargo, la Unión Europea (US$ 38 mil) y EEUU (US$ 47 mil) ostentan normas de PM 2,5 de 25 y 15 ug/m3 respectivamente, superiores a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Como bien señalan los columnistas, en estas materias no pueden existir dogmas. Esto también implica evaluar, por ejemplo, si es más rentable socialmente implementar la norma en el nivel elegido por la autoridad o destinar esos recursos a mejorar la calidad de la salud que recibe la población más vulnerable. Y eso aún no se ha discutido.

Ana Luisa Covarrubias

Gonzalo Blumel

Libertad y Desarrollo