Entrevista: “Para prevenir aberraciones en el espacio público la gente debe involucrarse”

(El Mercurio. 27/09/2009)

Por Loreto Buttazzoni

ScreenHunter_19 Sep. 28 17.43Últimamente, los ciudadanos del mundo desarrollado, especialmente en Estados Unidos, han evidenciado la necesidad de recuperar el espacio público bajo el concepto de “placemaking” o “hacer el lugar”, que busca restablecer el tejido social ciudadano mediante proyectos que promuevan el encuentro en una escala humana. Así lo ha evidenciado Ethan Kent, vicepresidente de Project for Public Spaces, PPS, en el Seminario Internacional Espacios Públicos: Equidad e Integración Social, organizado por el Minvu.

La defensa de la ciudad a escala humana se remonta a la dura pelea que dio la neoyorquina Jane Jacobs en los años 50 para salvar su barrio. Tras medio siglo, las reivindicaciones en favor de la vida urbana parecen conectarse con las necesidades de un presente cada vez más poblado y complejo que busca fortalecer las identidades y economías locales y la participación ciudadana.

Los conflictos urbanos de los años sesenta en Estados Unidos se dieron entre el mundo de la autopista y la reivindicación de la vida de la calle. Se dieron entre un Robert Moses (1888-1981), que encarnó una de las fuerzas de la reconstrucción de la posguerra, el Federal Highway Program, integrando al país mediante el automóvil, con la consiguiente destrucción de cientos de barrios, y Jane Jacobs (1916-2006), periodista y vecina del West Greenwich Village, que movilizó a la opinión pública cuando supo que Moses construiría carreteras que destruirían su barrio. Jacobs escribió el influyente libro “Death and life of Great American Cities” que anunció una importante ola de activismo en defensa de la vida urbana.

En los últimos años la cruzada de Jacobs por salvar su barrio ha revivido ante el progresivo cuestionamiento norteamericano de la sociedad de la movilidad basada en el petróleo, y ante el déficit de lugares con economías locales e identidades fuertes. En este contexto, “Placemaking” o hacer el lugar es la posibilidad de convertir aquellos lugares de tránsito y sin identidad o “no lugares”, según la expresión de Marc Augé, en lugares vivos donde la comunidad se pueda afiatar y desplegar, como se desprende tras conversar con Ethan Kent, vicepresidente de P.P.S. Kent ha contribuido en la renovación de más de 250 ciudades en 40 países. Entre sus trabajos se cuentan la incorporación de ciclovías en Times Square en Nueva York y la rehabilitación del subsuelo de la Estación de Metro Escuela Militar en Chile.

-¿Cómo nace el concepto de “placemaking” que usted trabaja?

“A fines de los 70, mi padre, Fred Kent y William H. Whyte, uno de los impulsores para que Jacobs escribiera su libro, vieron que las ciudades no se construían a escala humana. No se consideraba en las decisiones algo tan básico como el confort humano ni la opinión de la gente sobre su idea de ciudad. En Estados Unidos, cada uno en sus autos con sus celulares, nos hemos olvidado del contacto con el otro. Ustedes tienen una vida cultural y social que es un activo. Tienen infraestructura y parques y pueden revitalizar el espacio público. En él se producen los encuentros y las conversaciones, ahí está la creatividad. Hay que desplazar el éxito económico chileno obtenido internacionalmente, hacia la creación de una fuerte economia local. La mejor riqueza es el ‘place capital’, lo que queda en el lugar, lo demás, el capital humano y financiero pasa, pero lo invertido en el lugar se queda como capital cultural de una ciudad”.

-¿En este retorno a la escala humana, hay una relación con los problemas medioambientales y sociales que implica la dependencia de una economía energéticamente vulnerable?

“Hemos planeado nuestras ciudades para los autos y el tráfico y no para la gente y los lugares. Pero las ciudades prosperan en una escala humana, pese a las planificaciones que ignoran estas dimensiones. Las opciones de movilidad alternativa solas no bastan para cambiar la dependencia del petróleo. Para ello hay que crear espacios donde la gente quiera permanecer, lugares que promuevan economías locales vitales, estilos de vida saludables y comunidades fuertes. Las estrategias de crecimiento se han basado en los movimientos de personas y bienes. El futuro de la planificación de transporte necesita crear “settings” confortables para todo tipo de intercambios. Es mediante el replanteamiento de nuestras ciudades, sistemas de transporte y las economías alrededor de estos destinos que será posible el desarrollo de modelos de tráfico de masas medioambientalmente favorables, como caminar y andar en bicicleta”.

-¿Tienen un rol las instituciones culturales en la revitalización del espacio público?

“En el pasado, como una consecuencia de la fragmentación del conocimiento, el espacio también se vio afectado, generando, por ejemplo, espacios culturales que no actúan de manera coordinada. Las ciudades invierten muchos recursos en instituciones culturales como espacios públicos, pero muchas veces se diseñan y manejan en forma aislada con impacto e integración limitados dentro la comunidad. Si visualizamos la institucionalidad cultural como anclas en el espacio público, podremos externalizar positivamente la inversión que hacemos en ellas. Hoy en día cada vez se cuestiona la arquitectura del espectáculo, como el Guggenheim de Bilbao. El mejor lugar no es el que tiene el edificio más despampanante, que evidencia el ego del arquitecto, la afluencia del inversionista y no considera ni el entorno inmediato ni su escala. Pero para prevenir que se hagan aberraciones en el espacio público hay que hacer que la gente se involucre con su entorno”.

-¿Con las desigualdades económicas que hay en Chile, cómo balancear “placemaking” con otras necesidades sociales como el déficit de viviendas?

“Placemaking consiste en construir a partir de lo que ya se tiene, con mejoras en pequeña escala y bajo costo. Es un desprendimiento de la actitud generalista, intensa en capital y movida por ‘expertos’ que ha caracterizado la mayor parte del desarrollo. El dinero no define el éxito del proyecto. Si no hay recursos, es porque la visión es incorrecta y/o el proceso es erróneo. Un proyecto con visión atractiva de la comunidad atraerá inversionistas que aportarán recursos para hacerlo realidad. Con baja inversión se pueden crear entornos seguros, vitales para la salud social, cultural y económica de las comunidades. Los espacios públicos exitosos son lugares donde uno puede ver la interacción de distintas clases que se sienten parte de algo más grande”.

-¿Cómo prevenir los efectos negativos de la mejora urbana, como el desplazamiento de comunidades pobres?

“Resulta clave fortalecer las identidades locales. Los barrios más interesantes son los que tienen mayor integración social, como La Boca de Buenos Aires, un barrio popular con fuerte sentido de identidad e historia que lo hace atractivo para los visitantes que contribuyen a mejorar su economía. Por el contrario, los barrios nuevos tienen buenos diseños, pero poco carácter y ofrecen poco en términos de espacios públicos”.

-¿Por qué si en el mundo desarrollado se observan constantes bajas en las tasas de natalidad, hay un aumento del número de viviendas por habitantes?

“En los últimos 50 años, el crecimiento norteamericano ha sido impulsado por el desincentivo a invertir en las ciudades para fomentar la creación de grandes casas en terrenos extensos accesibles mediante automóviles privados. Esto ha permitido un crecimiento económico pero ha drenado la riqueza de nuestras comunidades. Latinoamérica está en la encrucijada donde puede cometer todos los errores en que incurrió Estados Unidos en términos de diseño y desarrollo poco amable con las personas, incrementando las viviendas privadas y el espacio para automóviles o puede construir desde su riqueza cultural y social y ser un modelo para el mundo”.

La reconversión de un “no lugar”

-¿Cuál fue su estrategia en el reacondicionamiento del subsuelo de la Estación militar en Las Condes?

“El Subcentro Las Condes es un proyecto pionero. Fue llevado a cabo por dos desarrolladores inmobiliarios de malls comerciales que se dieron cuenta de que podrían aplicar sus conocimientos para hacer que los centros de la ciudad funcionen. Lo importante de este modelo es que se partió de la premisa de que si el espacio público funcionaba, todo lo demás iba a funcionar. Invirtieron en éste como ancla del proyecto, de la misma manera como un inversionista inmobiliario lo haría. Esto no fue fácil dado que este enfoque va en contra de los proyectos normalmente concebidos. Pero estamos optimistas con que Subcentro Las Condes pueda ser un modelo para mejorar y reinvertir en las áreas alrededor de las paradas del tránsito en muchas esquinas del mundo”.