Punto Aparte – De edades y ciudades

(La Tercera. 14/09/2009)

A medida que uno va ganando años y cruza esas barreras sicológicas que se miden en décadas, crece la conciencia de que esto del tiempo es relativo. Que nadie es viejo, sino que esa condición depende del punto de referencia. Y que la juventud -y éste es el clásico consuelo de los que apagan muchas velitas- se lleva en el alma, no en el cuerpo.

Lo que cuenta para las personas es igualmente válido para las ciudades. Nueva York, por ejemplo, cumplió 400 años de vida el viernes. El asentamiento holandés de Nueva Amsterdam -nombre inicial de la actual Gran Manzana- nació en 1609 en la isla de Manna Hatta (Manhattan).

Pese a su existencia de cuatro siglos, Nueva York es una adolescente si se la compara con otras ciudades. Desde luego, la milenaria Roma, fundada, si a usted le gustan los mitos sabrosos, por Rómulo y Remo, en 753 antes de Cristo. Un poco más joven es París, levantada por la tribu de los parisios 500 años más tarde, localidad que los romanos rebautizarían como Lutecia (como bien sabe todo lector de las historietas del galo Asterix). Estos también llamaron Londinium a la ciudad que crearon en 215 a orillas del Támesis. Justo un milenio más tarde, los invasores mongoles dieron forma a Beijing, mientras que los aztecas se asentaron en Tenochtitlán -donde hoy se ubica Ciudad de México- en 1325.

¿Ciudades viejas? Nada de eso. Hay que recordar que la antigua Ur (en Mesopotamia) data del milenio V antes de Cristo. Esa sí que es vieja por donde la miren. (IIS)