Columna – Mi punto limpio

(La Tercera. 13/09/2009)

Por Pablo Allard

El Presidente francés Nicolás Sarkozy acaba de sorprender a los parisinos con la propuesta de cobrarles por la basura que generan. La medida no es nueva y en países como Suecia es práctica común que se incorporen balanzas en los camiones recolectores para pesar la basura de los vecinos. Si el contenedor sobrepasa la cuota establecida para dicho hogar, el dueño de la basura debe pagar una penalización por su exceso.

La idea no es quedarse con la basura en casa, sino más bien incentivar al manejo racional de nuestros desperdicios, incorporando a los vecinos en forma activa para separar la basura en su origen. El modelo sueco plantea que gran parte de la basura no sólo se puede reciclar o compostar, sino además usar como combustible para la generación de electricidad, agua caliente y calefacción distrital. Muchos considerarán un crimen incinerar basura, pero los suecos han desarrollado hornos a alta temperatura con filtros que incluso generan menos CO2 que las termoeléctricas de carbón y tienen el beneficio que eliminan la necesidad de vertederos. Más aún, el desecho de la incineración se utiliza como material para construcción de caminos, cerrando el ciclo virtuoso.

Para lograr que el sistema funcione, en cada barrio existe un centro de separación y distribución de basura, donde los vecinos pueden llevar en forma gratuita todo tipo de papeles, botellas, cartones, envases, pilas, remedios vencidos, ropa vieja, electrodomésticos rotos y cuanta chatarra doméstica. Una serie de containers permiten que los propios vecinos se encarguen de hacer el trabajo, para luego ser retirados por empresas de reciclaje o instituciones benéficas.

Cuesta creerlo, pero en Vitacura existe hace tres años un centro de similares características, que no tiene nada que envidiarles a los escandinavos. El Punto Limpio de Vitacura se construyó como programa piloto de la municipalidad, y para sorpresa de muchos, se instaló en uno de los barrios más exclusivos de Santiago, Nueva Costanera, derribando el mito que los vecinos se opondrían a cualquier centro de transferencia de basura frente a sus casas. El buen diseño, gestión y ejemplo que ha dado lo ha llevado a que este año registre más de 65 mil visitas, y el año pasado recibiera sobre 800 toneladas de escombros domésticos (limitados a dos sacos por visita). Días atrás el alcalde Torrealba comentaba que su municipio dispuso para cada hogar contenedores de basura habilitados para albergar un chip identificatorio, lo que permitiría pesar la basura e implementar un sistema como el sueco. Si se extiende la red de “Puntos Limpios”, no habría excusa para no hacerlo, pero el problema viene por otro lado. Existen trabas legales para implementar un sistema de pago por uso en el caso de la basura, ya que hoy se financia con las contribuciones y otros fondos municipales. Nos estancamos en trabas legales e institucionales que acusan la urgencia de una reforma municipal y una política medioambiental moderna.