Columna – Contaminación visual en la ciudad

(La Tercera. 30/08/2009)

Por Cristián Boza

A propósito de un reportaje en La Tercera sobre la contaminación visual en Santiago, cabe preguntarse, ¿se entenderían Times Square y Broadway en Nueva York, o Piccadilly Circus en Londres, o la Avenida Ginza en Tokio, o la Avenida Paulista en Sao Paulo, o Chatham Road en Hong Kong, sin su animación comercial y el festival de colores, avisos comerciales con productos, magníficas modelos, paletas digitales de última tecnología e, inclusive, cine y eventos?

¡Imposible! La publicidad es inherente a la actividad dinámica y frenética de una ciudad, en donde los edificios, la mayoría de las veces de poco interés (si no ninguno), sirven de soporte para esta exagerada animación urbana que da vida al centro de una gran parte de las ciudades importantes del mundo. Incluso más, no importa su aparente desorden, que en definitiva identifica cada uno de estos lugares; les da carácter y son expresión de diseño, color, formas y tecnología.

De hecho, en Berlín, con motivo de la reconstrucción de la ciudad, antiguos edificios fueron cubiertos con materiales efímeros que representaban la fachada del edificio mientras éste se remodelaba. La cobertura fue posteriormente retirada. Hay ejemplos en Chile, como la Plaza Baquedano y muchos otros. Siguiendo esa lógica, al poco tiempo se dieron cuenta de que los grandes edificios podían financiar su mantención, cubriéndolos por poco tiempo, en general entre tres a seis meses, con avisos comerciales y propaganda de tamaño monumental. Así, por un breve período, aparece un edificio cubierto que prontamente mostrará una cara remozada y actualizada.

Esto es parte de la realidad; por lo tanto, es mejor enfrentarlo. Además, no hay país en el mundo que durante un período de elecciones no use las calles y sus edificios para promover a sus candidatos.
Entendida así esta situación, lo que cabe es exigir calidad en la publicidad y la propaganda, sea ésta definitiva o efímera, nombrando una comisión que la regule. Dicha comisión, que podría ser municipal y que debería estar integrada por arquitectos, artistas y artistas visuales, debería aprobar cada una de las propuestas presentadas, tomando en consideración su calidad plástica, su durabilidad material y su tiempo de extinción.

Distinto es el caso de calles o avenidas que, habiendo sido habitacionales, hoy han cambiado su función. Donde antes había un antejardín cuidado y vegetación, en la actualidad existen locales comerciales a los que poco y nada les importa la estética y la calidad de la ciudad. Estas son las situaciones contra las cuales hay que defenderse y proponer soluciones armónicas y equilibradas, normalizando alturas, colores, iluminación y la calidad de diseño, para lo cual se propone de igual forma la aprobación de la comisión ya descrita.

Tal es el caso particular en Santiago de la avenida Vitacura, en el tramo entre Plaza Irene Frei y Tabancura; y el de Apoquindo, entre Escuela Militar y el Estadio Italiano. Sin comentarios.
Es cierto que nuestra capital presenta una imagen caótica desde el punto de vista de impacto visual, pero también que hay puntos neurálgicos en donde se podría reforzar la idea de potenciar y destacar actividades comerciales, culturales y, eventualmente, campañas políticas. Esto significa definir aquellos puntos de Santiago que ameritan esta complementación gráfica. Por ejemplo, la Plaza Italia, Estación Central, Manquehue con Apoquindo, Vicuña Mackenna con Irarrázabal, Américo Vespucio con Vicuña Mackenna, y otros. Esto, sin dejar en absoluto de lado la calidad de diseño y la complementariedad urbana.