Editorial – Los dilemas de la energía

(La Nación. 21/07/2009)

Uno de los elementos principales de debate en la carrera presidencial debería ser el de la política energética. La dimensión estratégica del tema requiere de una amplia participación ciudadana al respecto.

Recientes estudios académicos, algunos solicitados por la Comisión Nacional de Energía, han mostrado la excesiva dependencia de Chile de las fuentes energéticas fósiles: el petróleo y el carbón. Se trata de fuentes primarias de energía caras -el país no dispone de ellas- y altamente contaminantes. Es evidente que si Chile pretende mantener un crecimiento económico aceptable para generar nuevas fuentes de empleo, y crear bases sólidas para que nuestros habitantes superen la pobreza, se necesitará una definición sobre qué energía se quiere como sustento de la actividad económica.

La importación creciente de petróleo es el peor de los escenarios posibles para el futuro. Además de tener precios volátiles y mayoritariamente al alza, genera una alta dependencia y una distorsión notable en materia macroeconómica. Necesitamos aspirar a niveles mínimos de soberanía energética, con un mínimo de contaminación y un máximo de rendimiento. El dilema no es fácil. Uno de los elementos de debate en la carrera presidencial de noviembre debería ser la política energética de Chile. La dimensión estratégica del tema requiere de una amplia participación ciudadana al respecto. El enfoque tiene que considerar entre otros:
-El ritmo al que se espera crezca la economía y su correspondiente correlato en el alza de la demanda de energía.

-La necesidad de abordar el problema en una dimensión integral, que incluya la creación de una nueva oferta de energía y la capacidad para gestionar adecuadamente la demanda.
-El análisis de cada una de las potenciales fuentes desde el punto de vista ambiental, dependencia geopolítica y rendimiento económico.

Conjugar todo esto implica disponer de elementos técnicos para tomar las decisiones, pero la más importante es respecto del modelo de desarrollo que quiere el país. Es altamente probable que deban efectuarse opciones de costos de oportunidad que obligarán a tomar opciones combinadas. Parece evidente que desde el punto de vista de la gestión de la demanda es imprescindible el compromiso de los ciudadanos. Existe evidencia en Chile y el exterior de que una adecuada administración puede aplanar el crecimiento del consumo, pero de manera alguna llevarlo a cero en el caso de los países en desarrollo.

En segundo término, dado que es un debate abierto con proyecciones de largo plazo, es necesario distanciarse de posiciones fundamentalistas que rechacen el uso de alguna fuente. Si alguna es desechada será resultado del debate informado y no una condición de inicio.
Es deseable también que se distinga con cierta precisión entre lo deseable y lo posible. Todos los candidatos presidenciales han planteado impulsar fuentes de energías renovables, pero es evidente que ellas resolverán una parte pequeña del problema. “Mientras más, mejor”, debería ser la consigna. Pero no es suficiente.
De allí que opciones como el uso de combustibles fósiles, la hidroelectricidad y la energía nuclear aparezcan como integrantes ineludibles del mix energético futuro, todas ellas con sus pro y contras. Cuánto habrá de cada una de ellas es la pregunta que aparece como razonable, mientras la posibilidad de prescindir de alguna aparece cada vez menos viable.