Especialistas identifican los peores problemas urbanos que sufre Santiago

(El Mercurio. 12/07/2009)

Por RODRIGO SILVA

1864674570_foto_problemas_urbanos.jpgLa destrucción de los barrios debido al avance inmobiliario, la deficiente conectividad, las diferencias sociales y la falta de seguridad son algunos de los aspectos que destacan.

Casi un tercio de todos los chilenos vive en una sola ciudad. Basándose en ese dato, es factible suponer que la convivencia entre 5,8 millones de personas en Santiago no es fácil, sobre todo si la urbe evidencia una serie de “enfermedades”, algunas de ellas crónicas y otras recientes.

“El Mercurio” consultó a Patricio Lanfranco (director de la organización Ciudad Viva), María Elena Ducci (arquitecta y docente de la Universidad Católica), Pablo Allard (arquitecto y director del Observatorio de Ciudades de la PUC), Ricardo Gana (presidente de la unión comunal de Las Condes) y Josefa Errázuriz (presidenta de la unión comunal de Providencia), quienes entregaron un duro diagnóstico de Santiago.

Los aspectos que más destacaron fueron la deficiente conectividad, la progresiva destrucción de los barrios clásicos, la inseguridad y las profundas diferencias sociales.

Además, identificaron como situaciones preocupantes la escasez de espacios públicos de esparcimiento y la mala educación cívica de los santiaguinos.

Destrucción de los barrios
La expansión de los edificios de departamentos en amplios zonas residenciales de Las Condes, Santiago y Ñuñoa es otra de las realidades que preocupa a expertos y vecinos. “La ciudad se ha extendido innecesariamente. Los edificios han obligado a quienes quieren vivir en casas a irse a la periferia de Santiago”, afirma Patricio Lanfranco.

“No se trata de estar en contra del progreso; el desarrollo inmobiliario no tiene por qué ser negativo, pero sí debe ser bien pensado”, argumenta la arquitecta y docente de la Universidad Católica, María Elena Ducci. “Fíjese lo que ha pasado en Ñuñoa o en el barrio Brasil -explica-, donde han proliferado los edificios sin armonía y de manera desordenada. Podrían aprender de otras zonas donde la expansión se ha hecho con cuidado, como en algunos sectores de Providencia y Vitacura”.

Josefa Errázuriz, en tanto, aporta con otro ejemplo: “Las torres de departamentos de más de 20 pisos que se construyen en pleno Bellavista, al lado de la Universidad San Sebastián, son un claro ejemplo de la destrucción de un barrio”.

Los departamentos desincentivan la vida de barrio, sostienen los vecinos, sobre todo cuando los edificios cuentan hasta con salas de eventos y cine. Entonces las personas ya no suelen transitar o reunirse en las calles y plazas; éstas quedan desoladas, y es allí donde se crea el escenario para la delincuencia, otro de los problemas fundamentales de Santiago.
Insuficientes espacios públicos
Muchas personas usan los espacios públicos más conocidos, como el cerro San Cristóbal, tanto por su calidad como por su seguridad. No obstante, dicen los vecinos, a falta de otros lugares del mismo nivel, cada fin de semana sus senderos se ven congestionados con ciclistas, personas trotando, automóviles y buses de turistas.

Los otros parques y plazas son poco usados, según los mismos dirigentes vecinales reconocen; por ende, son rápidamente dominados por delincuentes.

Patricio Lanfranco asegura: “Si bien se han hecho algunas cosas buenas como Alonso de Córdova o BordeRío (ambos en la comuna de Vitacura), la expansión de la ciudad no ha generado nuevos espacios públicos de relevancia. Las riberas del río Mapocho, por ejemplo, tienen un potencial enorme. En otras ciudades del mundo, las orillas de los ríos son puntos de encuentro esenciales para los ciudadanos, donde la gente camina, corre, se juntan a hacer un picnic, se toman un café, conversan. ¿Qué está esperando Santiago?”.
Profundas diferencias sociales
La expansión urbana sin control, según los expertos, es uno de los factores que han intensificado las profundas desigualdades sociales que se viven en Santiago. “La segregación es extrema; dentro de la misma ciudad uno puede encontrar barrios de estilo europeo o norteamericano de primer nivel, y gente que vive y sufre la extrema pobreza”, dice María Elena Ducci.

En Lo Barnechea, por ejemplo, se pueden encontrar casas que cuestan millones de dólares y personas que viven en chozas al borde del río Mapocho. De hecho, es la comuna con la mayor desigualdad del país, según lo ha reconocido su alcalde.

Pablo Allard, arquitecto y director del Observatorio de Ciudades de la PUC, explica que durante décadas las políticas gubernamentales de vivienda social llevaron a los pobres a vivir en la periferia de Santiago, donde no hay equipamiento urbano, áreas verdes ni transporte público de calidad.

Más aún, esa condición de aislamiento ayuda a crear guetos que se convierten en terreno fértil para la delincuencia, las drogas y la falta de oportunidades.

Si bien la clase media -añade Allard- ha ido “colonizando” también la periferia, y con ello ha mejorado algunos aspectos, aún falta una inversión significativa del Estado para pagar la “deuda urbana” con esos sectores.
Mala conectividad y deficiente transporte público

Miles de personas que viven en Maipú, Puente Alto, Pudahuel, Huechuraba u otras comunas periféricas demoran, en promedio, dos horas para ir cada mañana a trabajar o estudiar al centro o al sector oriente de Santiago. Antes del Transantiago -afirman- demoraban la mitad y no tenían que hacer transbordos.

En algunas de estas comunas, como Maipú, las personas se han organizado para compartir el auto en las mañanas y llevar a sus vecinos hasta el centro o cerca de una estación del Metro.

No obstante, ahí aparece el problema que aqueja a miles de santiaguinos: los tacos.

Cruzar Américo Vespucio, desde Grecia hasta La Pirámide, puede demorar varias horas en los períodos punta, pues no hay vías alternativas que comuniquen de manera eficiente el norte y el sur de la ciudad.

Para el director de la organización Ciudad Viva, Patricio Lanfranco, ello se explica porque el Gobierno no fomenta el uso del transporte público.

El presidente de la unión comunal de Las Condes, Ricardo Gana, afirma que en las horas peak las personas quedan irremediablemente atrapadas en sus autos. “Es muy estresante pasar 40 minutos en un taco en que el auto apenas se mueve. La congestión también se produce porque hay algunas comunas que son de paso, es decir, el flujo vehicular pasa principalmente por ciertos sectores porque no tienen otra opción”.

Josefa Errázuriz, presidenta de la unión comunal de Providencia, agrega que la ciudad no ofrece alternativas eficientes al auto, al Transantiago o al Metro. “Las ciclovías funcionan para algunos tramos cortos, pero no para ir de una comuna a otra”.
Inseguridad y delincuencia
Para los dirigentes vecinales, este tema va mucho más allá de los espectaculares asaltos que se ven en la prensa. Consiste en una sensación permanente de inseguridad que tiene que ver incluso con el equipamiento de un barrio.

Como explican en Santiago, Maipú y Huechuraba, el miedo permanente se fundamenta en la falta de presencia policial en los barrios, la escasa iluminación en algunas calles, la venta de alcohol a cualquier hora del día, las feroces peleas entre escolares en las plazas, la instalación de narcotraficantes en medio de los barrios, o los robos y lanzazos, que si bien no son extremadamente violentos, sí ocurren cada vez con mayor regularidad.

Ello provoca que la escasa vida comunitaria que aún sobrevive en los barrios tradicionales de Santiago muera tempranamente apenas se esconde el sol y los vecinos se recluyan en sus casas hasta el día siguiente. “Hay que volver a apropiarse de los espacios públicos, que la gente vuelva a caminar la ciudad, y de esa manera Santiago poco a poco irá transformándose en un lugar más seguro”, sostiene Patricio Lanfranco.

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  • Serias dificultades de educación cívica
    “Según la encuesta Feedback, los extranjeros residentes en Santiago repudian el comportamiento de la gente en segundo lugar, después de la contaminación y por sobre la delincuencia o el transporte. En ese aspecto los estudios son contundentes”, advierte Pablo Allard.

    “La vulgaridad, falta de educación, agresividad e individualismo de los santiaguinos queda de manifiesto desde el camionero energúmeno que ‘garabatea’ a los peatones que cruzan por el paso cebra, hasta la señora en su 4×4 que se estaciona como si nada en el lugar de los minusválidos”, afirma Allard sobre uno de los aspectos negativos poco abordados de Santiago, pero que no por eso deja de ser preocupante.