Carta – Puente mal construido

(El Mercurio, 20/11/2008)

Señor Director:

El lamentable espectáculo que está dando el hundimiento de cepas del puente a la entrada de San Antonio me recuerda otros casos similares, producto, principalmente, de una deficiente ingeniería, con malos estudios de suelo y de falta de una inspección adecuada.

Recuerdo que en la década de 1980 se abordó la reconstrucción del puente Itata, el cual había permanecido abandonado durante varios años, como un monumento a la ineficiencia ingenieril, porque ya durante su construcción se habían comenzado a hundir las cepas, que no soportaron el peso de su superestructura.

Otro caso fue el puente Illapel, también construido durante la Unidad Popular, que colapsó -por el paso de un camión- también en esa década, lo que obligó a cuantiosas inversiones para su rehabilitación.

Un caso digno de Ripley fue el del puente Quilapilún en la ruta 5 Norte, construido por una empresa amiga del régimen a la que se le encargó la obra por trato directo. Paradójicamente, se construyó en el eje de la 2ª calzada de la carretera cuando ésta aún no pensaba materializarse. Pero lo peor fue que el puente colapsó en el invierno de 1987, sin haberse usado jamás.

El puente Manuel Rodríguez sobre el Mapocho, en la Autopista del Sol, después del terremoto de 1985 y de los temporales de 1987, comenzó a sufrir asentamientos en sus cepas y se comprobaron graves fallas en sus fundaciones, producto de malos proyectos, mala inspección y mala construcción. Lo anterior obligó a cuantiosas inversiones para su reparación.

No menciono acá el caso del puente Loncomilla por ser un caso reciente, por todos ampliamente conocido.

Pienso que una causal muy importante de estos fracasos y de estas cuantiosas inversiones posteriores para su reparación, es la intromisión en las distintas etapas de la concepción, proyección y construcción de las obras, de funcionarios no capacitados convenientemente y que han sido incluidos en instituciones que requieren una alta especialización profesional y no pueden ser producto del cuoteo político.

Bruno Siebert H.