Santiaguinos, en plan de ahorro, vuelven a las ferias a buscar los mejores precios

371156113_zzz.jpg(El Mercurio, 11/10/2008)

Este centro de abastecimiento es un buen termómetro de la economía. Locatarios dicen que las ventas han crecido cerca de 30%. Por M. T. Solinas y P. Obregón

Aunque los efectos de la crisis financiera todavía no se desatan del todo a nivel local, los chilenos más previsores comienzan a cambiar sus hábitos de consumo cotidiano y vuelven, masivamente, a aquellos lugares de la ciudad que ofrecen alternativas más baratas.

“El Mercurio” recorrió La Vega Central de Santiago y constató, de boca de los locatarios y de los propios compradores, cómo los santiaguinos de cualquier segmento vuelven sus ojos sobre este tradicional centro de abastecimiento a la hora de capear los primeros efectos de la crisis.

Claudia Calvanese, por ejemplo, vive en Las Condes y hace dos meses volvió a comprar a La Vega: “Vivo al lado de un supermercado, pero los precios son descarados. Acá me ahorro hasta un 50% del presupuesto que destino a verduras y frutas. Una vez vine con una amiga y ahora vengo todos los sábados”, dice.

La actriz Berta Lasala también recorre los pasillos de este centro comercial y, mientras reliza las compras, dice que desde que la inflación empezó a golpear el presupuesto de los chilenos decidió venir a comprar a este lugar. “Yo vivía en Bellavista y venía a comprar acá. Ahora que los precios están tan altos en los supermercados, es bueno volver”.

El factor crisis

José Jara Sandoval trabaja hace 55 años en La Vega y dice que, tradicionalmente, cuando hay crisis económica aumenta el flujo de clientes que vienen desde el sector oriente de la ciudad: “Este año empezó a verse gente de otra pluma (sic). Yo he aumentado las ventas hasta 50%”.

Mauricio Palma, en tanto, es propietario de una de las bodegas de distribución mayorista y advierte que La Vega “tiene mayor capacidad que los supermercados para pasar estas malas rachas porque compramos toda la fruta a consignación. Nosotros regulamos los precios, porque si la gente no compra, le devolvemos la fruta a los productores”.

¿Ejemplo de buenos precios? Un malla de 18 kilos de limones fluctúa entre $1.000 y $1.200, y una de 16 kilos de naranjas no supera en ninguna de las bodegas visitadas los $1.500.

Foto de: Verónica Lagos