Un niño de un barrio pobre vivirá 28 años menos que el de un barrio rico

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Imagen de http://flickr.com/photos/inyar/2282354791/sizes/o/

Siendo muy optimistas, podríamos decir que el derecho a la ciudad da poco a poco pasos hacia transformarse en un derecho humano fundamental. Cada vez existe mayor conciencia de lo importante que es la situación urbana de personas o grupos, especialmente en relación al acceso a las oportunidades. Por estos días, sin embargo, la OMS ha confirmado una atroz realidad: “la gran mayoría de la población del planeta tiene peor salud de lo que permite la biología”, y resulta que esta condición depende fuertemente del tipo de barrio, rico o pobre, en el que se vive.

En una nota reciente en La Tercera, se reseñaba que “un niño nacido en Calton, un suburbio de Glasgow (Escocia, Reino Unido), vivirá un promedio de 54 años. Otro niño que nazca a unos pocos kilómetros de distancia, en el barrio rico de Lenzie, vivirá 82. Son 28 años de diferencia que no se deben a factores genéticos, sino sociales”. Estos datos provienen de un primer estudio mundial al respecto publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Existen grandes diferencias en relación a la salud, según cada país, y dentro de ellos según los diferentes segmentos. Esto fue explicado magistralmente por Hans Rosling en su charla en TED.  De ahí derivan situaciones ya conocidas: “los niños tienen expectativas de vida muy diferentes según su lugar de nacimiento. En Japón o Suecia pueden esperar vivir más de 80 años; en Brasil, 72; y en algunos países africanos, menos de 50. Pero las desigualdades en salud no se dan sólo entre países, sino también en el interior de los mismos. En todo el mundo, la salud y la enfermedad siguen un ‘gradiente social’: a medida que las personas descienden en la escala social, peor es su salud”.

El problema de las desigualdades parece ser un fenómeno fractal a medida que cambiamos de escala: en la ciudad, el barrio en que se vive determina diferencias de aproximadamente 30 añosde expectativa de vida. “Si en EE.UU. los blancos y los afroamericanos tuvieran las mismas tasas de mortalidad, se podrían haber evitado más de 800 mil muertes entre 1991 y 2000. Durante el mismo período de tiempo, los avances médicos en ese país sólo han conseguido evitar 176.000 muertes”.

La pregunta por la realidad a nivel local queda abierta de manera bastante terrible. Estudios como los que se abordan en el libro “Repensar la teoría del desarrollo en un contexto de globalización” (Clacso, 2007) explican que la desigualdad en America Latina aumenta de manera alarmante. Lo mismo pasa en chile, donde ya se ha anunciado que la inflación y la subida de los precios de los alimentos hará subir en al menos 6 puntos el 13,7% de pobres, cuya línea definitoria muchos cuestionan y afirman que se trata de una realidad mucho más extendida. En casos como Santiago, la intensa macro segregación espacial, especialmente producto de los enormes guetos de pobreza en el Sur y Norponiente de la ciudad, reproduce de manera abismal las desigualdades que se aluden en el informe de la OMS; otro tanto pasa en regiones, como en Alto Hospicio al lado de Iquique, Las Compañías en La Serena, el sector Nor-Oriente de Rancagua, o Alerce entre Puerto Montt y Puerto Varas.

Probablemente, la situación dada por la reproducción de la desigualdad y la segregación residencial en Chile genere situaciones igualmente dramáticas que las descritas por los informes. Aparentemente, la falta de investigaciones publicadas que aborden este nuevo factor de diferencia dramática entre unos y otros seres humanos, oculte una todavía más alta desigualdad, que ya no solo involucra el ingreso, la educación, las áreas verdes, la movilidad, los servicios, sino ya también la esperanza de vida. Al parecer, la mayor parte de las desigualdades no aparecen porque no existen, sino porque no las contabilizamos.