Muros siguen hoy dividiendo ciudades y a su gente

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foto: flickr.com/photos/amerune

El último día del año 2007 cerró el concurso Just Jerusalem, organizado por el MIT (Massachusetts Institute of Technology). Los 1274 inscritos, provenientes de 88 países, participaban del objetivo del concurso de generar propuestas de infraestructura que aportaran nuevas ideas para comprender la ciudad y avanzar hacia una Jerusalén justa, pacífica y sostenible. A propósito del concurso, cuyos resultados se conocerán en marzo, aprovecharemos de revisar algo de la situación actual de la ciudad, donde la construcción de las barreras levantadas por Israel para separar asentamientos judíos y palestinos avanza a diario.

La suma de dolorosas contradicciones en la relación entre los pueblos que habitan la zona en conflicto parece encontrar una síntesis en un hecho construido: los kilómetros de muro que separan Jerusalem oriental del occidental y dividen los asentamientos del lado Este. Las piezas prefabricadas de hormigón se juntan formando líneas que construyen un nuevo paisaje, y, junto con otros ejemplos como la frontera USA-México, nos hacen recordar que el fantasma del Muro de Berlín o, peor aún, el gueto de Varsovia, no están demasiado lejos.

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mapa de las barreras disponible en justjerusalem.org

Jerusalem está dividida en dos. El lado Oeste ha quedado en el lado israelí de la línea trazada en el armisticio de 1949. El lado Este forma parte del territorio palestino, y mantiene hoy el estatus de “territorio ocupado”; es en estos terrenos donde se han ubicado la mayor parte de los asentamientos segregados entre palestinos e israelíes. A pesar de que en la Ciudad Vieja existe una mezcla relativamente pacífica, más allá de los antiguos muros se extienden los asentamientos modernos, que en su mayoría se ven afectados por graves problemas de infraestructura básica, sin alcantarillado o agua potable.

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Una de las diferencias más preocupantes afecta a los niños de la ciudad. “Las diferencias entre las escuelas en Jerusalém oriental y occidental van desde los espacios de infraestructura educacional hasta los sistemas de soporte emocional. Los estudiantes palestinos alcanzan a ser un tercio de todos los menores en edad escolar en Jerusalén, aún así, hay 35 escuelas en el lado oriental y 169 en el occidental. Entre 1997 y 1999 hubo 430 salas de clases construidas para estudiantes judíos ultra-ortodoxos mientras que 111 fueron construidas para estudiantes árabes. La falta de escuelas en Jerusalem del Este lleva al colapso de los espacios para hacer clases y un sobre uso de la infraestructura disponible. Por ejemplo, muchas escuelas no tienen una biblioteca porque el lugar destinado para ello ha debido utilizarse como sala de clases” (de los documentos disponibles en www.justjerusalem.org).

Esta situación de inequidad se ve agudizada por el muro. Aunque evidentemente el muro es la expresión más brutal de todo esto, está lejos de ser la primera ni la más importante o dramática de las diferencias. Cuando, a propósito del concurso llevado adelante por el MIT, nos preguntamos por el desarrollo de una Jerusalem Justa, parece evidente que cualquier propuesta de infraestructura se transformará en asistencialismo o maquillaje, en la medida que todos los problemas provienen, o al menos su no-solución lo hace, de un conflicto político y social de gran envergadura.

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El muro es la manifestación brutalmente unilateral de este conflicto, y ya es lamentablemente parte del paisaje de la ciudad, renovando nuestro imaginario que ya no quería más muros de Berlín, Mexico, ni nuevos guetos. Sobre el muro es posible leer anónimas manifestaciones de protesta, entre las cuales destacan las del artista británico Banksy.

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