Cómo hacer Ciudad: el urbanismo lento de Damasco

Damasco, 1900, fuente imagen: American Colony Photographers

Es un hecho que la insignia de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO promociona exitosamente un turismo cultural en ciertas localidades de valor patrimonial. Las ciudades tienen así la oportunidad de desarrollar espacios de interés universal excepcionales que pueden ser vistos como una experiencia, atrayendo visitas a un ritmo exponencial. Pero muchos no comparten este optimismo, considerando que las más aceleradas transformaciones pueden tender a despreciar lo que tengan que decir las comunidades en favor de su regeneración y desarrollo.

En Ciudad vieja de Damasco, Siria -Patrimonio de la Humanidad- esta preocupación se vuelve creciente. En el intento por promocionar una experiencia de consumo cultural y considerando que el retorno de la inversión aumenta por su marcada visibilidad, la ciudad corre el riesgo de tender más a lo que sería un parque temático, expulsando las prácticas y sus escenarios más locales.

Hay una delgada línea entre la supuesta protección del patrimonio de categoría universal y la pérdida de lo que lo valida como tal. Frente a este riesgo, iniciativas en Damasco hacen un llamado al urbanismo lento, reduciendo la velocidad en la construcción de la ciudad, incorporando a las comunidades y la vida original que sostiene en última instancia su patrimonio cultural.

“Un Bien declarado Patrimonio de la Humanidad es un legado de la comunidad internacional y su presencia en un determinado país, le exige a este país un incremento de imaginación, preocupaciones y gastos para conseguir su protección y defensa.”
Convención sobre la protección del patrimonio mundial cultural y natural -París, 1972.

A pesar de que esta cita suena a un incentivo de alta rentabilidad cultural, el intento de garantizar dichas exigencias obedece a expectativas universales, y con esto, referidas a la comunidad internacional y al muy empoderado turista. Si consideramos que la permanencia de este personaje es efímera, las mayores inversiones no logran calar en las profundidades de la ciudad. La regeneración urbana reduce su espesor a las fachadas y muchas veces sin tener en cuenta la capacidad de servicios básicos como alcantarillado, abastecimiento de agua y gestión del tráfico producto de las nuevas afluencias. Si estamos hablando de una ciudad referida como una de las más antiguas del mundo, que ya cumple casi 6.000 años sedimentando su patrimonio, es evidente que una transformación desmedida es disonante con la composición cultural forjada en el tiempo. Asimismo, la búsqueda de diferenciación por parte del turista modifica la oferta, incentivando la generación de hoteles de lujo y espacios exclusivos, lo que impacta directamente en la vida cotidiana cultivada por la población local.

En estos escenarios, la ciudad lenta se vuelve una opción más atractiva tanto en el modo de habitarlas como en el cómo se construyen a si mismas. El concepto “slow city” valora la movilización fluida del peatón en un tejido denso y comprometido con el patrimonio, que incita tanto a aquellos que visitan como quienes habitan ahí a permanecer tiempos más prolongados en el espacio público. Esto no significa lapidar la intensidad bulliciosa que caracteriza a la ciudad, sino fomentar el intercambio y las relaciones que ahí puedan ocurrir. Esta mecánica de habitar la ciudad debe estar respaldada por el modo en que se construye. Considerar los valores patrimoniales en la planificación de la ciudad requiere una participación activa de la ciudadanía, quienes son los que absorben y portan la riqueza de la cultura local.

Pero las eventualidades en la ciudad vieja se han vuelto contralógicas. Primero, el reconocimiento de la UNESCO presume relevar valores internacionales únicos. La exclusiva mirada occidental como referente en las artes y la cultura está obsoleta, mientras el oriente se vuelve fuertemente influyente a escala universal. En Damasco existe una comunidad viva y creativa que ha caracterizado el intercambio de ideas, la construcción de patrimonio y del resultante paisaje urbano. La homogeneización de una imagen de ciudad temática que determine las inversiones en la ciudad contradice sus principios de unicidad.

Una iniciativa de estudiantes levantó una serie de ideas para implementar soluciones de diseño urbano con una visión estratégica que concilia las potencialidades de lo viejo y lo nuevo. El proceso de diseño incorporó una comunicación intensiva con los habitantes locales, donde se trabajaron conceptos como cultura local, diseño urbano árabe y urbanismo lento. El producto generado fue una compendio de videos que se presentaron en la galería de arte Kozah y en la misma ciudad vieja, con la participación del alcalde Amjad Alrez, especialistas, la Universidad y la ciudadanía.

Ejercicio de representación de usos y recorridos en Damasco. Se piensa en el ladrillo como concepto de unidad constructiva y se extrapola al sistema aditivo de construcción de ciudad.

En este proyecto, destacaron ideas como “Old City in New Bloom” (Vieja ciudad en un nuevo florecer), en el barrio judío, donde actualmente permanecen la mayoría de las casas desocupadas y galerías emergentes. En este marco, se trabajó la idea de proyectos de regeneración urbana en estructuras existentes, mientras un terreno eriazo se proyectó como un parque vinculado a un centro cultural. “New Life in Old Walls” (Nueva Vida en Muros Viejos) utilizó la filosofía de la acupuntura urbana (proyectos urbanos estratégicos cuyos efectos trascienden los límites de la intervención) para establecer un distrito activo en estructuras antiguas.

Bajo esta línea se han orientado las ideas emergentes en torno a cómo aproximarse a la ciudad, cuestionando la concepción de que el posicionamiento de una imagen patrimonial necesariamente trae mayores beneficios para su consumo cultural. La contrapropuesta de un urbanismo lento invita a repensar el espacio urbano y la flexibilidad de la infraestructura disponible, para que los ciudadanos puedan construir progresivamente el capital cultural. El patrimonio no es solamente conservar el pasado, sino también garantizar que se siga construyendo en el tiempo