La apuesta por reasignar el espacio vial

© Claudio Olivares Medina. Vía flickr. licencia cc.

Por Juan Carlos Muñoz*

Si bien existe un amplio consenso internacional acerca de que la sustentabilidad de la movilidad urbana exige priorizar a los peatones, a los ciclistas, al transporte masivo y de carga, y -solo a continuación- a los automovilistas, nuestra distribución del espacio vial no obedece a esta lógica, sino que a una inversa. Y así, nuestro discurso de fomentar el transporte público y desincentivar el transporte privado ha fracasado sistemáticamente desde los años 70.

Fíjense. De acuerdo a las encuestas Origen Destino de Santiago, el porcentaje de los viajes motorizados en Santiago que usa transporte público ha caído desde un 83% en 1977, a un 70% en 1991, a un 52% en 2001 hasta un 47% en 2012. Esta tendencia, como otras asociadas al crecimiento en la tasa de motorización y en el uso del automóvil, tendemos a considerarlas un fenómeno imparable. Y eso nos conduce a estrategias de inversión que asumen que estas tendencias se mantendrán. Decidir el destino de los recursos de este modo impide generar una reflexión acerca de la ciudad que se pretende construir. No hay una visión, solo se discute la mejor forma de enfrentar lo que viene, a partir de tendencias observadas en el pasado. Entonces, no les sorprenda que las ciudades evolucionen como lo hacen. Es una suerte de profecía autocumplida.

¿Cuál fue la mejor noticia que nos trajo la última Encuesta Origen Destino de Santiago? Sin duda, el crecimiento explosivo de los ciclistas con sus beneficios en congestión, salud, contaminación. ¿Qué hicimos para que esto ocurriera? ¿Respondió este crecimiento a una inversión masiva en infraestructura? ¿Fue una política de Estado? No. Más bien fue una marea de ciclistas furiosos y muy contentos que nos vino a gritar en la cara que otro tipo de ciudad sí era posible. Que si no sucedía, era solo porque no estábamos proveyendo esa infraestructura. Y empezamos a ver muchos ciclistas donde antes no los había, contra el escepticismo de nosotros, los técnicos, producto de que las ciclovías aún no estaban allí.

¿Queremos que la autoridad planifique nuestras ciudades? ¿O que asigne recursos que consoliden las tendencias que vemos? Pretender que las tasas de motorización no suban es tapar el sol con un dedo. Pero invertir en infraestructura y seguir disponiendo espacio vial privilegiando al automóvil me parece un contrasentido. Si verdaderamente queremos ciudades más sustentables debemos obrar con más atención e intención. Atención a las oportunidades de cada proyecto e intención para que estos promuevan modos sustentables.

Alguien me dirá que estas propuestas no se hacen cargo de que ya hay un gran número de autos, que si hacemos lo que propongo habrá tacos infernales. Eso es parcialmente cierto, pues habrá tacos importantes independiente de cuántas pistas dejemos para los autos. La diferencia de estas alternativas está en el espacio que quedará disponible para que una ciudad diferente emerja.

Reasignando el espacio vial se puede obtener un mejor nivel de servicio y calidad de vida para todos. Y, lo más importante, estaremos sembrando un futuro diferente. Uno en que ya no se mira al automovilista en medio del taco como una imagen aspiracional, sino en que se dignifica y se da relevancia al peatón, al ciclista o a quienes optan por moverse colectivamente. La congestión de mañana se define en cómo distribuimos el espacio vial hoy.

*Juan Carlos Muñoz es Director de CEDEUS.

Texto originalmente publicado en Voces de La Tercera