El urbanismo frente a la ciudad actual: sus desafíos, sus mediaciones y sus responsabilidades (Parte I) / Por Jordi Borja

Imagen de reynermedia vía flickr

* Primera Parte. El mundo y la ciudad han cambiado. ¿ Los urbanistas nos hemos enterado? El malestar urbano.

El urbanismo es una dimensión de la política, como lo es la emisión de moneda, la seguridad ciudadana, la fiscalidad, las infraestructuras de comunicación, el abastecimiento de agua, la educación obligatoria, la sanidad pública, las fuerzas armadas, etc, etc. Por lo tanto cada época debe reconstruir el urbanismo, como política primero, y en sus métodos y técnicas también. Veamos pues los cambios globales que inciden en el urbanismo local. Los procesos sociales, económicos, tecnológicos y culturales son globales. Pero el urbanismo es local. Cada ciudad tiene una especificidad propia y los marcos políticos y jurídicos son de ámbito estatal y local. No hay, o por lo menos no es suficiente, que haya una regulación adecuada de los procesos globales que actúan en mercados salvajes y donde los poderes financieros y las empresas multinacionales imponen su fuerza sobre los Estados y los gobiernos locales. Es precisamente en el nivel local donde se materializan los efectos y desde donde es posible plantear la resistencia. Pero es necesario tomar conciencia de algunos procesos globales visibles que inciden, en muchos casos negativamente, en los territorios urbanos.

1. La disolución de la ciudad en las periferias y la exclusión social en las áreas 

Se tiende a una urbanización difusa, dispersa, fragmentada y segregadora, la no ciudad. Barrios cerrados, conjuntos de vivienda social lejos de la trama ciudadana, centros comerciales que no son centros urbanos solamente rodeados de estacionamiento, puntos nodales cuya única vida la da la gasolinera, un bar y un pequeño supermercado, polígonos industriales pomposamente denominados parques de innovación tecnológica y que pueden ser galpones de almacenamiento, suelo expectante pendiente de obtener beneficios especulativos, vías más o menos rápidas al servicio de los autos privados, contaminantes y condición para multiplicar el precio del suelo, etc.1

La otra cara es la ciudad compacta y excluyente, donde se concentra principalmente una parte importante de sectores altos y medios, residentes y/o usuarios de las áreas centrales, donde se realizan grandes proyectos complejos para el terciario superior (financiero, administrativo, comercial), la “nueva economía” (o “economía del conocimiento”), las instituciones políticas, etc. Los centros históricos se museifican y se gentrifican, los barrios residenciales se securizan mediante la homogeneización social, los barrios populares van modificando su población a medida que se produce la renovación urbana y algunos barrios degradados son refugio de colectivos marginados, no necesariamente marginales. Progresivamente los sectores populares son excluidos de la ciudad, del lugar donde se puede ejercer la ciudadanía, el derecho a la ciudad se pierde o se reduce a mínimos.2

2. La relativa impotencia de los gobiernos locales y la complicidad con las dinámicas urbanizadoras y excluyentes

Los gobiernos locales en general disponen de importantes competencias urbanísticas, aunque estén condicionados por el marco jurídico (legislación suelo, del planeamiento urbano, de la fiscalidad, etc) y por las políticas públicas (infraestructuras y transportes supramunicipales, programas de vivienda), así como por las empresas concesionarias (o que actúan en el mercado) de servicios de carácter universal, es decir que afectan al conjunto de la población (agua, energía, tecnologías digitales, grandes equipamientos sobre los que no tienen dominio (cuarteles, estaciones ferroviarias o de buses, cuarteles militares, edificios de la Iglesia en el caso español y de otros países,etc). A pesar de lo cual tienen una capacidad teórica y legal para regular la ordenación del territorio. Pero si son pequeños o medianos difícilmente pueden resistir a las presiones urbanizadoras, sean por parte de las entidades financieras o por mediación de los promotores y constructores, sean por la presión de los propietarios de suelo, grandes y pequeños, que pretenden conseguir fuertes beneficios especulativos.

La urbanización periférica sean infraestructuras o construcción y los grandes proyectos de renovación urbana son hoy, en muchos casos, unas de las principales fuentes de acumulación de capital por medio de una economía especulativa. Y con frecuencia el resultado es el despilfarro por el escaso uso de las infraestructuras y ingentes conjuntos de viviendas, y a veces de oficinas, que nunca fueron ocupadas. El caso español es el paradigma exagerado de ello pero es propio de todas las políticas neoliberales, aunque con mayor o menor intensidad. Todo ello supone un enorme despilfarro de recursos económicos, una insostenibilidad debida a la depredación del suelo y de bienes básicos y limitados (agua, energía) y altos costes sociales en detrimento de sectores populares y medios y a la larga también a las condiciones de vida de toda la población urbana y suburbana. Los gobiernos locales y estatales disponen de medios políticos y económicos para promover medidas legislativas reguladoras y políticas públicas alternativas. En consecuencia si no lo hacen es por complicidades con los grupos económicos, especialmente financieros, interesados.

3. Los comportamientos sociales y las tendencias manipuladas. Las desigualdades sociales y la precarización de las clases populares y medias

Los comportamientos sociales de resistencia y de alternativa inciden obviamente en los procesos urbanísticos. En muchos casos, como veremos más adelante, están a favor de las tendencias positivas, las que sintetizamos como el urbanismo ciudadano o el derecho a la ciudad. Pero con frecuencia los comportamientos sociales, conscientemente o no, tienden a favorecer las dinámicas perversas y disolutorias de la ciudad. Un ejemplo muy común es el de la preferencia por la compra de la vivienda aunque sea más allá de la ciudad compacta, con el lastre de la hipoteca y la marginación respecto a la ciudad donde se concentran empleos, educación, cultura, heterogeneidad, proximidad a los servicios colectivos, movilización social o política, etc.

 

Uno de los comportamientos sociales que pueden calificarse de “anticiudadanos” es la vocación de las clases media y altas preferentemente3 por crearse espacios propios y excluyentes, bien creando barreras simbólicas o mediante privatización de facto de los espacios públicos.4 Estos espacios existen tanto en las áreas centrales y barrios residenciales como en algunas periferias en zonas excluyentes por el coste del suelo y de las construcciones o barrios cerrados, casi siempre verdaderas fortalezas. Las motivaciones, en gran parte manipuladas son la “seguridad”, el afán de “distinción”, mitificación del “medio ambiente”, el sentirse en un entorno en que todos son como uno, lo que Aristóteles llamaba la “idiotez”.5

Estas motivaciones tiene mucho de manipulación. ¿Inseguridad en nuestras ciudades? En general es mucho menor que en otras épocas y en otros continentes. Y en todo caso las principales víctimas de la inseguridad se da en los sectores populares. La distinción y la homogeneización de los ciudadanos por “clases” va en detrimento no solo de reducir las desigualdades, también si se reduce a mínimos la mezcla social la ciudad pierde vivacidad y la falta de intercambio es un freno a la innovación. El argumento ambientalista es realmente una mentira y una agresión. La difusión urbana y los barrios cerrados o perdidos en la nada tendrán quizás la naturaleza próxima pero la multiplicación de infraestructuras y del tráfico de automóviles genera contaminación, despilfarro de suelo y altos costes de energías no renovables.

4. ¿La tecnología como garantía de progreso? Las smart cities

 

Lo sabemos todos y es profecía como el verso del poeta Foix. Todos sabemos que la tecnología sirve para lo bueno y para lo malo, unos se aprovechan de ella y otros no acceden a sus útiles aplicaciones, las promesas tecnológicas en muchos casos producen víctimas o frustraciones. Pero hay profetas más falsos que la falsa moneda que proclaman los grandes beneficios de las nuevas tecnologías como el charlatán Florida o el economista Glaeser y se han hecho famosos y distinguidos alcaldes se autoproclaman que están en la vanguardia de las ciudades inteligentes, pero en inglés smart cities.6

Las llamadas “nuevas tecnologías” de información y comunicación (tics) han generado nuevos usos de organización interna de las administraciones públicas, empresas privadas y organizaciones sociales, permiten acumular y organizar mucha más información, facilitan a los individuos acceder a informaciones y comunicaciones incluso en tiempo real tanto para sus actividades profesionales como para sus relaciones sociales y personales. Se multiplican las redes sociales y múltiples formas de intercomunicación virtual entre personas y entre colectivos. Pero que de ello se derive que se trata de un nuevo “modo de producción” pues también podríamos considerar que la generalización del automóvil y del teléfono también hubiera sido otro modo de producción. Esta pomposa definición, modo de producción informacional, sirve para considerar la sociedad actual como “postcapitalista” cuando en realidad nos encontramos ante una forma especialmente perversa de capitalismo: la actual globalización financiera que da lugar a una mercantilización de la vida social y a la hegemonía de la economía especulativa. Las “tics”, como en general las tecnologías novedosas que se generalizan, llegan al público revestidas de promesas. Unas promesas que se realizan para unos pero no para todos, o por lo menos no al inicio, incluso pueden tardar varias generaciones (la fractura digital por ejemplo). Los beneficios prometidos también generan efectos perversos como es el caso de las tics, mayor control social, acumulación de información concentrada y solo accesible a los poderes económicos y (no siempre) a los poderes políticos, manipulación de la opinión pública, etc. Las promesas de las tics llegan a extremos ingenuos por parte de alcaldes ingenuos que incluso consideran que la tecnología actual nos permitirá suprimir las desigualdades sociales.7 Las tecnologías no son neutras, pueden ser incluyentes o excluyentes, democratizadoras o concentradoras de la información y controladoras de la comunicación. Y cuando alguien rompe la fortaleza para hacer llegar la información a los ciudadanos el poder político los persigue (véase el caso de Snowden).

Veamos un caso ejemplificador. El discurso de las Smart Cities tiene unos orígenes dudosos. El IBM, la poderosa multinacional lanza una campaña publicitaria en 2010: Smart Cities Challenge. Y un año después difunde un producto dirigido principalmente a los gobiernos locales: Intelligent Center for Smarter Cities. El producto propone organizar la información masiva digitalizada por los sectores de la gestión urbana y ofrece las respuestas a cada una de estas temáticas (movilidad, seguridad, vivienda, salud pública, áreas degradadas o en reconversión, grandes proyectos, etc). Evidentemente las respuestas son las propias del neoliberalismo y de la economía de mercado, no se cruzan las temáticas que es sabido que son interdependientes, no se hace referencia ninguna a los factores causales que generan los desequilibrios y desigualdades, etc. IBM ofrece a la vez una información concentrada solo accesible a las multinacionales prestadoras de servicios urbanos y a los gobiernos locales, sino que también les ofrece las respuestas supuestamente técnicas, objetivas y naturalizadas. Es la Big Data , a la que se puede contraponer la Data City, cuando la información, la evaluación de las problemáticas y las posibles respuestas, se produce desde la base de la sociedad y accede hasta las instituciones públicas y entidades sociales y privadas.8

5. El discurso triunfante y la complicidad de los organismos internacionales. La resiliencia

El discurso dominante sobre las ciudades es ambivalente. Por una parte nos atemorizan: The Hell is the City, la Ciudad es el Infierno, fue la portada de The Economist hace algunos años. La contaminación y el calentamiento de la tierra, los limites de los recursos no renovables y las inundaciones que nos amenazan en un futuro muy próximo, la miseria en las ciudades y las periferias y los parias que un día entraran en hordas y destruirán la ciudad de los ricos y nuestro bienestar. Es el discurso del miedo. El otro discurso es el del triunfo de las ciudades, las tecnologías y la creatividad ciudadana se expandirá por los territorios urbanos y solamente algunas minorías marginales no disfrutarán de todo aquello que les puede hacer felices encerrados en su casa o su vecindario. Como ya hemos visto estos dos cuentos infantiles son a la vez complementarios y falsos, pero justifican a la vez el miedo presente y la seguridad futura, a condición de que la ciudadanía sea pasiva o se resuelva por vía individual sus problemas.

 

Los organismos internacionales contribuyen decisivamente a narcotizar a los ciudadanos jugando estas dos cartas. Su discurso aparentemente progresista nos alerta sobre los problemas que acechan a las ciudades, en especial las grandes ciudades y en general a la humanidad. Estas plagas bíblicas que nos acechan son productos de la naturaleza o de nuestros afanes consumistas, pero se guardan muy bien de buscar responsables concretos, el capitalismo financiero, las multinacionales, la especulación del suelo, la complicidad de los gobiernos de los Estados y los locales, etc.9 Los expertos de las instituciones internacionales, en cuya cúpula están los Estados que ponen y quitan a los directivos, son a su vez cómplices activos pues “naturalizan” y legitiman “técnicamente” los procesos urbanos perversos. Por ejemplo consideran la urbanización sin ciudad como indicador de desarrollo económico.10 Y recientemente se han entusiasmado con la “resiliencia”.

 

La resiliencia es un concepto utilizado en las “ciencias duras”, en física o en biología: materiales o seres vivos que reaccionan ante el entorno adverso para resistir o adaptarse. También se aplica a los individuos en psicología. Y más recientemente ante los comportamientos colectivos: la resiliencia va destinada a los que reivindican sus derechos, al lugar, a la tenencia de la tierra, a la vivienda, a la seguridad, al transporte que lo puedan pagar, a la sanidad y a la escuela públicas, al empleo y a la renta básica, a vivir en barrios dignos y visibles, a la centralidad, a la igualdad política y jurídica, al reconocimiento… en resumen al derecho a la ciudad. La resiliencia se define así: todos ustedes tienen que ser resilientes, es decir “deben resolver sus problemas por su cuenta, el Estado no se los va a resolver”. Y “olviden el derecho a la ciudad, ni tan solo aceptamos el concepto, está prohibido en nuestros documentos “11

*Este texto forma parte de uno más extenso que iremos publicando en las próximas semanas. Puedes leer la Introducción ya publicada en este link.

Texto en relación al Foro Social que se prepara con ocasión de Habitat III conferencia de las Naciones Unidas (Quito, octubre 2016). Incluido como parte de Urbanismo para hacer ciudad, especialidad del programa de Ciudad y Urbanismo (UOC).

  1. El Informe del Banco Mundial de2009, en plena crisis del boom inmobiliario en las periferias urbanas, consideraba como un importante indicador del desarrollo económico la urbanización extensiva. No es ignorancia, o no solo, es estar al servicio de la perversa especulación del suelo. []
  2. El autor ha desarrollado estos procesos en La ciudad conquistada (2003) La revolución urbana y los derechos ciudadanos (2013), ambas obras publicadas por Alianza Editorial. []
  3. Entre las clases populares también se dan comportamientos excluyentes pero en mucho menor grado. En muchos casos por razones de seguridad y bienestar en el espacio público (drogadictos, a veces ciertos colectivos inmigrantes). En otros casos por razones económicas (desvalorización de sus viviendas de propiedad por la presencia de colectivos más pobres, competencia para recibir ventajas sociales como becas escolares o de alimentos, acceso a viviendas sociales) o por razones urbanísticas como una mayor densificación que afecta a las servicios públicos de por sí deficitarios. No se trata de justificar estos comportamientos pero hay que tener en cuenta que tanto unos como otros viven situaciones de precariedad. []
  4. Por ejemplo el comercio y lugares de ocio (como terrazas de bares y restaurantes) no son siempre asequibles económicamente a sectores populares. En otros casos la población de origen inmigrante y cuya imagen les “delata” son a priori sospechosos para la policía. No es necesario como hace un siglo que se prohibía mediante ordenanzas municipales pasear por la “calle mayor” (o similar) si no era vestido como los “señores”. Un caso fue Buenos Aires. Pero yo he conocido a trabajadores en los años 50 o 60 que no se atrevían a entrar en una cafetería del Paseo de Gracia de Barcelona, incluso se sentían incómodos paseando por la avenida definida como “señorial”. []
  5. Citado por Richard Sennett en Vida urbana e identidad personal (1970 en inglés y 1975 en castellano). Los “idiotas” son los que solo se relacionan con los que son muy similares a ellos mismos y evitan relacionarse con los diferentes. []
  6. Richard Florida ha vendido, bastante bien por cierto, los libros “La emergencia de la clase creativa” y “Las ciudades creativas” (2008) . El economista neoliberal Edward Glaeser ha publicado su best seller “El triunfo de las ciudades” (2011). Por lo menos éste nos proporciona más información y más rigurosa. El politólogo progresista, tendencia ingenua, Benjamin Barber ha publicado “Si los alcaldes gobernaran el mundo” que analiza números ejemplos de alcaldes y ciudades que han tenido periodos de “buenas prácticas”. Lo que no dice es que estas buenas prácticas, al no incidir en los procesos causales propios del mercado con el tiempo generan efectos contrarios a los deseados. La mejora del entorno, equipamientos, espacio público, seguridad, rehabilitación de viviendas, etc dispara los precios del suelo, de la vivienda, de los comercios… y gradualmente la población popular es sustituida por sectores medios e incluso altos. []
  7. Así lo declaró un alcalde de Barcelona (ahora ex) en una entrevista a un periodista. []
  8. Ver J.B,. “Smart Cities: Negocio, Poder y Ciudadanía” (Plataforma Urbana, Santiago de Chile, 2014). Valerie Peugeot, Collaborative ou intelligente, La ville entre deux imaginaires (hay versión castellana en Programa Gestión de la Ciudad, UOC; Barcelona 2014). Michael Batty, “Big Data, smart cities and city planning” ( Dialogues in Human Geography, 2013). []
  9. Como dijo recientemente Varoufakis, el ex ministro de Economía de Grecia, que los gobernantes, conservadores, liberales o socialistas, se han metido durante tanto tiempo en la cama con los financieros que ahora no pueden prescindir de ellos. []
  10. Ver nota de pie de página nº 7. []
  11. En los documentos preparatorios de Habitat III se han anulado las referencias al “derecho a la ciudad”. No es un concepto aceptable por parte del gobierno norteamericano y otros. []