Columna El Observador Urbano: Los inmigrantes ya están aquí

inmigrantesPor Miguel Laborde, El Mercurio.

Hacia un Santiago de calidad mundial

La gran ciudad de este siglo es cosmopolita, diversa, variopinta. Y Santiago, capital de una nación formada por etnias tan distintas, ya tiene ese signo. Provoca cierta extrañeza, es cierto. La magia de otro tiempo, de ir a Asia y ver el desplazamiento de los asiáticos numerosos en sus veredas estrechas, o de los europeos en Europa, o de los africanos en África, quedó en el pasado. Hoy, por ejemplo, menos de la mitad de los londinenses son blancos.

Dentro del panorama chileno, los 185 mil peruanos inmigrantes conforman un ancho puente de comunicación cultural. Más de tres cuartas partes de ellos superan los diez años de estudio y un cuarto son profesionales o técnicos. Son “una colonia” con todas las de la ley.

Su Pequeña Lima, en el área norponiente de la Plaza de Armas, es un símbolo obvio, pero ahí solo están los recién llegados. En Santiago poniente y norte hay que sumar la existencia de más de 20 clubes sociales, un equipo de fútbol (el Incas del sur), la lectura de diarios propios y, por supuesto, el consumo en sus docenas de restaurantes y comederos.

Santiago de Chile ya no será la misma ciudad de antes, tal como la emigración chilena a Argentina de alguna manera modificó, para siempre, el paisaje humano de varias urbes trasandinas.

¿Qué pensarán los jóvenes chilenos de familia peruana cuando visiten la Lima de sus padres y encuentren que varias de las principales avenidas, de sus mayores monumentos, evocan una guerra entre ambos países? ¿Y que muchas de sus grandes empresas son de marcas chilenas?

Tal vez entonces, como ha sucedido con Francia y Alemania en años recientes, con el cruce de intereses y de historias comience, finalmente, un diálogo real entre Lima y Santiago.

Parece una tendencia actual, pero siempre ha sido así.

Las ciudades de Chile están en el mapa hace siglos como destinos soñados en el Viejo Mundo. Santiago y La Calera hacia el 1900 eran nombres exóticos y anhelados en Belén o BetYala, entre los palestinos que aquí encontraron un “asilo contra la opresión”. Antes fueron alemanes y croatas; en el XVIII, vascos e irlandeses. No hace mucho, los coreanos.

¿No fueron inmigrantes en busca de mejor fortuna, también, los extremeños y andaluces que arribaron en el siglo XVI? ¿Y antes, los pueblos asiáticos que cruzaron hambrientos la helada estepa siberiana hasta encontrar este nuevo mundo?

Debiéramos decir que “los inmigrantes ya estamos aquí”, porque todos lo somos.

Eso sí, hay un riesgo en todo desplazamiento, como bien lo saben muchos colombianos, profesionales y técnicos, que atraídos hace algunos años a Venezuela por sueldos superiores, ahora deben regresar a su tierra, expulsados.

Con la globalización, todo es a gran escala, por eso el fenómeno sorprende como algo nuevo. Pero ya tenemos aquí cerca de medio millón de inmigrantes recientes, lo que en un país de tan escasa población se traduce en un paisaje humano diferente en las calles de la capital. Las ciudades, qué duda cabe, son seres vivos.

Link: www.sjm.org

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